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lunes, 8 de diciembre de 2008

Pedido de oraciones

Les rogamos sus oraciones permanentes, Misas, sacrificios y Rosarios, por la Iglesia en Bolivia, especialmente por el Sr. Cardenal Julio Terrazas, Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra, que está siendo torpemente atacado y criticado en estos momentos por gente que amparada en el poder, no admite que la Iglesia cumpla su función de buscar la dignificación del ser humano en todas partes.
Todos los católicos que nos enorgullecemos de nuestra fe, especialmente los bolivianos, debemos estar junto a nuestro Cardenal y toda la Iglesia boliviana, con solidaridad, amor y confianza y en oración de súplica.
Dios guarde al Sr. Cardenal, y conserve la unidad y la pureza de nuestra Iglesia en Bolivia.

Preparando el camino

“Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos” era el grito de Juan Bautista, que hasta hoy sigue resonando en los oídos, martillando la conciencia y urgiendo a revisar en detalle nuestras vidas.

En el Evangelio de San Juan 1,6-8 19-28 de este domingo, se destaca la palabra “preparar”, puesto que si bien muy pronto festejaremos un aniversario más de la llegada al mundo de Dios encarnado, nosotros seguimos esperando su segunda y definitiva venida en gloria y majestad, y es para ella, que se nos urge estar preparados.

En este tiempo, en el que todo se considera con relación a la comodidad o al placer que produce, es bueno considerar que puede fácilmente ser pecado (y grave), el pensar que ya encontramos a Dios, que ya hicimos todo lo necesario para salvarnos, y que no necesitamos hacer nada mas para preparar como se debe la llegada de Cristo, que se presentará “como ladrón” el rato menos pensado.

No es verdad, que estamos preparados, porque vamos a Misa los domingos, no matamos a nadie, no robamos, y alguna vez arrojamos una moneda a un pordiosero.

No es verdad que estamos preparados porque rezamos una vez por semana o porque pertenecemos al apostolado.

La actitud de espera, significa el estar conscientes de nuestras debilidades, de aquellas cosas en las que caemos continuamente, y que sabemos perfectamente que no van de acuerdo con Aquel que esperamos.

Recordemos el día de nuestro cumpleaños, nuestra graduación, o nuestro matrimonio. Con seguridad que los preparamos desde varios días antes. Buscamos la mejor ropa, planeamos los mejores platos. Cuántos de nosotros, nos pusimos a dieta para lograr entrar en el traje o el vestido, acudimos con ansias al salón de belleza o la peluquería, e hicimos todo cuanto fuera necesario, para estar radiantes. En pocas palabras, nos pusimos de fiesta, “preparamos” la fiesta.

Ahora, de lo que se trata, es de hacer carne en nuestro corazón, la misma necesidad, porque resulta que el que va a llegar, no es un invitado cualquiera, nuestra fiesta, no es una fiesta cualquiera. Es el único invitado, y la fiesta en si es Él mismo. Es Jesús, es Dios, es la belleza encarnada, es la perfección, es el dueño mismo de la creación que llega. ¿Cómo no hacer todo de nuestra parte, para que se sienta bien, para que esté a gusto, para que en nuestro corazón sonría, se alegre y disfrute de la bienvenida?

No se trata de una postura social, no se trata de hacer que los demás nos vean, admiren nuestro entusiasmo o nuestras cualidades. Se trata de que este invitado único, conoce íntima y totalmente hasta el último rincón de nuestro corazón, y que aún conociendo aquellos cuartos donde ocultamos la suciedad y los trastes rotos, sabiendo que muchas veces ponemos lo barrido bajo la alfombra, que muchas otras aprovechamos la noche para tirar la basura en el patio del vecino, aún así nos ama y espera quedarse a vivir junto a nosotros.

Este nuestro invitado, no trae como Santa Claus regalos que se consiguen en cualquier centro comercial. No es un viejito gordo, al que nunca llegaremos a ver con los pies colgando de la chimenea. Nuestro invitado no le agrada al mundo, porque no invita a comprar nada, ni se presta a aparecer contando en cuanta propaganda exista. No es un invitado de una temporada. Y ¿saben? Cristo no llega con la enorme bolsota llena de regalos, porque todos sus regalos, llegan con Él, dentro mismo de su tierno Corazón.


El personaje que esperamos, aquel para quién debemos preparar su llegada, nos trae regalos que se quedan marcados en el alma. Nos trae compasión, nos trae paz, nos trae sencillez, humildad, sabiduría, caridad, nos trae todo aquello, que realmente hace que nuestras almas exulten felicidad, plenitud, alegría.

Él pone las luces para la fiesta que no dura una sola noche, Él trae los manjares, y los postres, con Él llega la música de los ángeles y las danzas de los santos. En una palabra, Él es la fiesta, porque con Él llega también la misericordia y el perdón, la plenitud de la felicidad.

La navidad, es realmente hermosa e incomparable, pero siempre y cuando, no sea una fiesta de un solo día. Si hacemos el esfuerzo por vivirla no tanto en el plano físico y más en el plano espiritual, ésta navidad puede llegar a ser el verdadero punto de quiebre, puede ser recordada siempre como el “antes” y el “después”, porque de veras, podemos tener un 2009 lleno de problemas, pero también lleno de paz y de amor.

A eso se refería San Juan, al gritar “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”, porque no se puede preparar el camino sin enderezar el sendero sobre el que irá ese camino. No es Cristo quién desviará el camino para que se adecúe a nuestro sendero, sino que somos nosotros los que debemos abrirle la puerta, para que Él entre.

Vale la pena escuchar los gritos de San Juan en el desierto de nuestras vidas ¿no?

La Iglesia no hace política al promover la dignidad, aclara el Papa

CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 5 diciembre 2008 (ZENIT.org).- La Iglesia no hace política al cumplir con su misión de promoción de la dignidad de la persona, aclaró Benedicto XVI al recibir este viernes al nuevo embajador de Argentina ante la Santa Sede.

Lo que la Iglesia busca, añadió en el discurso que entregó a Juan Pablo Cafiero (San Isidro, 1953), es cooperar con las diferentes instancias sociales para promover "la justicia, la paz, la reconciliación, la solidaridad".

Tras haber transmitido su cordial saludo a la presidenta de la nación, Cristina Fernández de Kirchner, el pontífice explicó que "la Iglesia, en el ejercicio de la misión que le es propia, busca en todo momento promover la dignidad de la persona y elevarla de modo integral para el beneficio de todos".

En este contexto, aclaró, "la fe en Cristo ha impulsado en Argentina numerosas iniciativas benéficas y asistenciales tanto en las diócesis como a través de institutos religiosos y asociaciones laicales".

De este modo, constató, "la solicitud y actividad eclesial, centrándose particularmente en el campo espiritual y moral, se ha irradiado también, y con peculiar intensidad, en ámbitos sanitarios, culturales, educativos, laborales y de atención a los menesterosos".

El obispo de Roma mostró al nuevo embajador cómo la libertad religiosa no tiene sólo una dimensión privada y persona, sino también social.

"Con sus obras, la comunidad católica persigue únicamente dar un testimonio de caridad y proyectar sobre las conciencias la luz del Evangelio, para que el hombre encuentre una plenitud de vida que se trasluzca en una digna conducta individual y en una convivencia responsable y armónica, de recíproca comprensión y perdón".

A este respecto, el sucesor del apóstol Pedro consideró que de particular trascendencia "evitar aquellas actitudes que deterioren la fraternidad y el mutuo entendimiento, dando vigor, en cambio, a lo que favorezca el sentido de responsabilidad cívica con vistas al bien de toda la sociedad".

Desde esa perspectiva, dijo, "la Iglesia, sin pretender convertirse en un sujeto político, aspira, con la independencia de su autoridad moral, a cooperar leal y abiertamente con todos los responsables del orden temporal en el noble diseño de lograr una civilización de la justicia, la paz, la reconciliación, la solidaridad, y de aquellas otras pautas que nunca se podrán derogar ni dejar a merced de consensos partidistas, pues están grabadas en el corazón humano y responden a la verdad".

En este sentido, siguió explicando Benedicto XVI, "la presencia de Dios tanto en la conciencia de cada hombre como en el ámbito público es un apoyo firme para el respeto de los derechos fundamentales de la persona y la edificación de una sociedad cimentada en ellos".

Por este motivo el discurso del Papa se convirtió en un llamamiento para que "se robustezca el diálogo y la colaboración entre las autoridades argentinas y el episcopado de esa nación en aras del bien común de toda la población".

De los 40 millones de habitantes de Argentina, según algunas estadísticas, el 92% son católicos, el 2% protestantes, el 2% judíos y un 4% profesa otras creencias.

En su discurso, el pontífice aseguró que "los argentinos saben bien que ocupan un puesto de singular relieve en el corazón del Papa".

Al mismo tiempo, reconociendo sus "hondas tradiciones cristianas", así como la "generosidad y altura de miras" de esa nación, alentó a los argentino a considerar este patrimonio "como una herencia que hay que conservar, como un tesoro del que continuamente puede extraerse fortaleza para afrontar el presente, ofreciéndolo también como don precioso a las nuevas generaciones".

Una idea excelente

Hemos recibido un mail, con una idea muy buena, que puede marcar ésta, como una de las mejores, una en la que realmente hagamos memoria del nacimiento de Aquel que nos mostró su amor, naciendo pobre y oculto en un pesebre para darnos todo su amor.


El mail dice así:


DIOS LOS BENDIGA ESTA NAVIDAD...

Te invito a celebrar una Navidad distinta y con algo más de conciencia . Jesús cumple años y lógicamente todos deberíamos homenajear al cumpleañero, ¿no?; lo cierto es que es el cumpleaños de Jesús y, en cambio, nos regalamos entre nosotros solamente.

Pues hoy quiero que junto a esta experiencia vivas el Evangelio y te diré como hacerlo.

Cuando salgas de compras, para esos regalos que irán debajo del árbol, dispondrás de unas monedas más para comprar un regalo extra; ese regalo también irá debajo del árbol pero la etiqueta o tarjeta dirá: Para Jesús, que vive en Ti.

Sólo eso dirá, no importa el contenido del regalo, si tu economía es buena, comprarás o un juguete o una prenda de vestir nueva, si tu economía es mala, compraras unos dulces solamente; no importa el valor de lo que hay en el interior, el valor estará en la etiqueta o tarjeta que le pondrás.

Cuando tengas ese paquetito listo, lo pondrás debajo del árbol navideño y el día 25, cuando se repartan los regalos a todos, el único que deberá quedar debajo del árbol será el de Jesús, porque es para Él.

A partir del día 26 lo llevarás en tu bolso o maletín o lo dejarás en tu casa esperando a que Jesús venga a retirarlo, eso lo eliges tú.

Seguramente en esos días alguien, algún pequeño, alguna persona con carencias, alguien que necesita, te pedirá que lo ayudes; ése es Jesús que viene a buscar su regalo.

Dáselo, pero sobretodo, que la tarjeta o etiqueta esté a la vista en el regalo, entonces la persona que lo recibió leerá lo que tú has escrito: "Para Jesús que vive en Ti"

Te puedo asegurar que tú te emocionarás y esa persona que Dios ha puesto en tu camino jamás olvidará lo que allí leerá y por siempre le quedará en su alma; entonces allí se habrá cumplido el Evangelio: "...todo lo que hagas al más pequeño, a Mí me lo haces"

Juntos hagamos que esta Navidad nos deje una enseñanza en el alma.

Sé que todos tenemos problemas económicos, al menos la gran mayoría; pero un dulce no te hará más pobre y te aseguro que será el dulce más dulce del mundo!

Si lo deseas, reenvía este mensaje, quizás a alguien le haga bien recibirlo y ponerlo en práctica y si somos 1,000,000 de almas haciendo esto, daremos 1,000,000 de regalos a Jesús, ¿qué tal? uno solo no puede hacerlo todo, pero todos podemos hacer feliz a Jesús a través de cada hombre de la tierra.

Feliz navidad!

Un ejemplo de entereza ante el mundo

Presidente de Uruguay renuncia a Partido Socialista por discrepancia sobre aborto

MONTEVIDEO, 04 Dic. 08 (ACI).-Una fuente del Partido Socialista (PS) reveló a la prensa nacional que el Presidente Tabaré Vázquez, presentó hace unos días su renuncia a este grupo, que integra la coalición de izquierda Frente Amplio, por las discrepancias ante su veto a la ley que despenalizaba el aborto en el país.

Según las fuentes citadas por el diario El Observador, Vázquez envió una carta al secretario general del partido, Eduardo Fernández, en la que solicitaba su desafiliación. El mandatario integraba el Partido Socialista desde 1983.

El diario explicó que el mandatario dimitió como consecuencia del apoyo del Partido Socialista al levantamiento del veto a la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, que despenalizaba el aborto, y a las críticas que recibió por su decisión.

Los legisladores oficialistas intentaron derribar el veto de Vázquez pero no lograron los votos necesarios.

Otros medios de prensa, agregaron que a esa causa, se podría agregar la falta de apoyo del PS a la fórmula presidencial que propuso Vázquez para las elecciones de octubre de 2009.

"La nota (de renuncia) tiene algunos días. Es una decisión dolorosa, lo dice el presidente y también lo es para nosotros, y haremos todos los esfuerzos para que efectivamente desista de esa renuncia", dijo a una radio local la senadora socialista Mónica Xavier.

Vázquez, médico de profesión, fundamentó su veto en que la práctica atenta contra la vida y la libertad de conciencia.

Te adoro con devoción, Divinidad oculta

Fuente: Catholic.net
Autor: P Juan Pablo II

“Adoro Te devote, latens Deitas”

En esta Noche resuenan en mi corazón las primeras palabras del célebre himno eucarístico, que me acompaña día a día en la Eucaristía.

En el Hijo de la Virgen, “envuelto en pañales” y “acostado en un pesebre” (cf. Lc 2,12), reconocemos y adoramos “el pan bajado del cielo” (Jn 6,41.51), el Redentor venido a la tierra para dar la vida al mundo.

¡Belén! La ciudad donde según las Escrituras nació Jesús, en lengua hebrea, significa “casa del pan”. Allí, pues, debía nacer el Mesías, que más tarde diría de sí mismo: “Yo soy el pan de vida” (Jn 6,35.48).

En Belén nació Aquél que, bajo el signo del pan partido, dejaría el memorial de la Pascua. Por esto, la adoración del Niño Jesús, en la Noche Santa, se convierte en adoración eucarística.

Te adoramos, Señor, presente realmente en el Sacramento del altar, Pan vivo que das vida al hombre. Te reconocemos como nuestro único Dios, frágil Niño que estás indefenso en el pesebre. “En la plenitud de los tiempos, te hiciste hombre entre los hombres para unir el fin con el principio, es decir, al hombre con Dios” (cf. S. Ireneo, Adv. haer., IV,20,4).

Naciste en esta Noche, divino Redentor nuestro, y, por nosotros, peregrinos por los senderos del tiempo, te hiciste alimento de vida eterna.

¡Acuérdate de nosotros, Hijo eterno de Dios, que te encarnaste en el seno de la Virgen María! Te necesita la humanidad entera, marcada por tantas pruebas y dificultades.

¡Quédate con nosotros, Pan vivo bajado del Cielo para nuestra salvación! ¡Quédate con nosotros para siempre! Amén.

Te adoro con devoción

Te adoro con devoción, Divinidad oculta,
verdaderamente escondido bajo estas apariencias.
A ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.

La vista, el tacto, el gusto, se equivocan sobre ti,
pero basta con el oído para creer con firmeza.
Creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios:
nada es más cierto que esta palabra de Verdad.

En la Cruz se escondía sólo la divinidad,
pero aquí también se esconde la humanidad;
Creo y confieso ambas cosas,
pido lo que pidió el ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vio Tomás,
pero confieso que eres mi Dios;
Haz que yo crea más y más en Ti,
que en Ti espere; que te ame.

¡Oh, memorial de la Muerte del Señor!
Pan vivo que da la vida al hombre:
Concédele a mi alma que de ti viva,
y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, bondadoso pelícano,
límpiame, a mí inmundo, con tu sangre,
De la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto,
te ruego que se cumpla lo que tanto ansío:
Que al mirar tu rostro ya no oculto
sea yo feliz viendo tu gloria. Amén.

MISA DE NOCHEBUENA. HOMILÍA DEL PAPA JUAN PABLO II Viernes 24 de diciembre de 2004

martes, 2 de diciembre de 2008

Editorial: Preparando el pesebre

Hace un año, estábamos comentando que es necesario prepararnos para la llegada de Dios-niño, que haríamos lo posible por hacerlo nacer no solamente en el belén instalado en nuestra casa, sino también en nuestro corazón.

Hablábamos de nuestro corazón, suponiendo que ése es el lugar más cálido, más tierno, más digno que tenemos en nuestro ser, y que la noche de Navidad, pondríamos allá a José, María y el Niño, para rendirle culto, adorarlo como los pastores, servirlo, amarlo… y un largo etcétera.

Bien sabemos, que en las cosas del corazón, el hombre necesita de infinidad de repeticiones, de intentos, caídas y levantadas, y vuelta a empezar una, otra y otra vez. Sin embargo, podría ser una buena idea (por esta vez), hacer una suposición: Hicimos un buen intento, Cristo nació en el Belén de nuestro corazón, y allá se encuentra, arropado y protegido, como dice la Palabra, creciendo en sabiduría y gracia. Entonces, ¿Cómo esperamos nosotros la Navidad de este año? ¿Cuál es nuestro trabajo ahora, que están por cumplirse 365 días de que Él nació en mi corazón? Quizás encontremos, que ahí está una excelente veta de análisis, estudio y trabajo espiritual para cada uno de nosotros. Veamos:

La misión que Cristo nos dejó al subir al cielo, fue la de llevar su Evangelio a todos los confines de la Tierra. Y por confines se entiende no solamente los países lejanos, esos que escuchamos en los noticieros o vemos en las películas, sino también en los confines de nuestra propia casa, en los recovecos de nuestra oficina, en las aulas de nuestros colegios, en pocas palabras, allá donde “la mies es mucha”, y donde por casualidad o por deseo divino vivimos, trabajamos y estamos tú y yo.

Llevar el Evangelio, quiere decir presentar a Cristo al mundo, mostrarlo en toda su belleza, su magnificencia y su poder. Es hacer que la gente lo conozca, que se hagan amigos de Él, que lo llamen, que lo busquen, que sepan qué es lo que puede hacer por cada uno de nosotros, y es ahí donde podemos encontrar una motivación especial para este adviento. Hacer que Jesús nazca en los corazones de nuestros seres más queridos. Con seguridad, ésa sí puede ser la mejor Navidad después de muchos años de compras, derroche y regalos… que para fines de enero ya estarán guardados en el cajón de los recuerdos.

Y para lograr ese propósito, ¿Cuál es nuestro trabajo? ¿Hablar, evangelizar, explicar, leer la Biblia, dar charlas, convencer? Sin duda, que todo esto es útil y bueno, sin embargo, hay algunas otras cosas que por éste año nos pueden ser más importantes, y que logren ayudarnos a construir el Reino de Cristo en nuestros seres amados. Aquí va nuestra propuesta: ¡Presentar a Cristo a todos los demás!

¿Qué tal si simplemente nos esforzamos para que todos vean en nosotros el efecto que hace Cristo lleno de amor y esperanza, Cristo reinando en nuestro corazón y pidiendo reinar también en cada uno de los demás? Porque es muy difícil que ese marido o esposa, novio o novia hijo o hija que no quieren ir a la iglesia se animen a hacerlo, si solo ven en mí a un/a cristiano/a deprimido, renegón, malhumorado y torpe, sumido en mí mismo, rodeado de gritos y problemas, que la mayoría de las veces salen de mi propio corazón, exigiendo al mundo, que se cumplan MIS deseos, MI voluntad y MI comodidad. Para ver eso, no necesito salir de mi dormitorio ¿no?

¿Qué tal si cada día amo más, y exijo menos a los demás? ¿Qué tal si mi saludo en lugar del “Buen día”, se convierte en “Te amo”, aunque solo sea repetido en silencio para empezar? porque es más difícil decir te amo en tono de ira ¿no?

¿Qué tal si hacemos que nuestros hijos tomen junto a su desayuno de cada mañana, unos traguitos de ánimo, alegría y esperanza, de caricias, de buen humor, confianza y fe en Jesús, que permanece en nuestro corazón? Así ellos mismos se darán cuenta de que teniendo a Cristo en mi corazón, los problemas las penas y las angustias se convierten en una “carga ligera y un yugo liviano”, y verán en los hechos, que mi oración, mi asistencia a la Misa, y mis horas en mi apostolado son una ganancia para todos, y no el “abandono” de mi familia. ¡Quién dice, quizás ellos también tengan ganas de sentir la misma alegría y pidan comenzar a orar! ¿no?

¿Qué tal si en mi trabajo me dedico a cumplir mis obligaciones, y además procuro ayudar a los demás, aunque solo sea con mi apoyo, mi sonrisa, una palmada o una palabra amable? ¿Qué tal si me convierto en un ejemplo de amabilidad y compañerismo, en un consejero sereno, y me olvido del chismoso, del rebelde, del “serruchador”, del jefe tirano, del dictador indiscutible o del “triunfador agresivo”, para convertirme en el amigo confiable y seguro? ¿Quién sabe? Quizás podríamos evitar ese divorcio que se viene, o ese aborto inminente o ese retiro que se prepara, quizás podríamos llevar a Jesús a visitar al compañero enfermo, o ayudar a la familia del que recién retiraron y que llamábamos amigo y ahora no puede mantener su hogar… en fin, dan ganas de intentarlo, porque son muchas las cosas que podríamos lograr en el trabajo ¿no?

¿Qué tal si empezamos a pensar que en nuestro apostolado, igual que nosotros, también los demás fueron tocados y llamados por Cristo, y que es el mismo Cristo que decimos que está en nuestro corazón el que vive en ellos? Quizás entonces, nos demos cuenta de que estamos acá no porque nos gusta fulana o mengana, sino porque Cristo nos llamó a todos, nos necesita a todos, y en este apostolado, nos hace hermanos a todos, para que todos construyamos su Reino, pero juntos, todos en torno a Él, y no únicamente con “Juanita que me cae bien, o Josécito que es tan simpático”, sino TODOS unidos en torno a su cruz. Quizás así podamos poner unas pajitas más en el pesebre de los corazones, que casi seguro, resulta que son más calientes, más suaves y más perfumados que el que con egoísmo hemos estado conservando nosotros mismos por mucho tiempo. ¿no?

Esa es la maravilla del Adviento de cada año, que Jesús nos va educando, nos va regalando armas, herramientas y facilidades de crecimiento, nos va ayudando a ser cada día, cada año un poquito mejores, y nada mejor, que deteniéndonos de tiempo en tiempo, para refregar nuestros ojos, y sentir en carne propia las molestias de esa viga que nos cuesta tanto remover.

Pero no desesperemos, ¡Ya llega la Navidad!

Meditación ante el Santísimo Sacramento

Fuente: Catholic.net
Autor: Ma Esther De Ariño

No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá a vosotros. ¿Cómo es que miras la brizna en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?. ¿O cómo vas a decir a tu hermano: Deja que te saque esa brizna del ojo, teniendo la viga en el tuyo?. Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. (Mateo 7, 1-5)

Señor, acabamos de leer tus palabras según el evangelista San Mateo. Con qué claridad nos está hablando el Maestro, con qué claridad nos llega tu mandato, Señor: ¡NO JUZGUÉIS!...

¿Y qué hago yo de la mañana a la noche? Juzgar, criticar, murmurar... voy de chisme en chisme sin detenerme a pensar que lo que traigo y llevo entre mis manos, mejor dicho en mi lengua, es la fama, la honestidad, el buen nombre de las personas que cruzan por mi camino, por mi vida. Y no solo eso, me erijo en juez de ellos y ellas sin compasión, sin caridad y como Tu bien dices, sin mirar un poco dentro de mí.

Señor, en este momento tengo la dicha inmensa e inmerecida de estar frente a Ti, Jesús, ¡qué pena tengo de ver esa viga que no está precisamente en mi ojo, sino en mi corazón...! ¿Por qué en este momento me siento tan pequeña, tan sin valor, con todas esas "cosas" que generalmente critico de los demás y que veo en mí son mayores y más graves?

Jesús Sacramentado ¿por qué tu Corazón nunca me ha juzgado tan severamente como yo acostumbro a juzgar a mis semejantes?
Solo hay una respuesta: ¡porque me amas!

Ahora mismo me estás mirando desde esa Sagrada Hostia con esos ojos de Dios y Hombre, con los mismos que todos los días miras a todos los hombres y mujeres, como miraste a María Magdalena, como miraste al ladrón que moría junto a ti y por esa mirada te robó el corazón para siempre... y así me estás mirando a mí esta mañana, en esta Capilla me estás hablando de corazón a corazón: "Ámame a mi y ama a los que te rodean, no juzgues a los que cruzan por tu camino, por tu vida... ámalos como me amas a mi, porque todos, sean como sean, son mis hijos, son mis criaturas y por ellos y por ti estuve un día muriendo en una Cruz... Te quiero a ti, los quiero a ellos, a TODOS...¡NO LOS JUZGUES!"

Señor, ¡ayúdame!

Arranca de mi corazón ese orgullo, esa soberbia, ese amor propio que no sabe pedir perdón y aún peor, ese sentimiento que me roe el alma y que no me deja perdonar... No perdones mis ofensas, mis desvíos, mi frialdad, mi alejamiento como yo perdono a los que me ofenden - así decimos en la oración que tu nos enseñaste, el Padrenuestro - a los que me dañan, a los que me lastiman, porque mi perdón suele ser un "perdón limitado", lleno de condiciones.... ¡Enséñame Señor, a dar ese perdón como es el tuyo: amplio, cálido, total, INFINITAMENTE TOTAL!

Hoy llegué a esta Capilla siendo la de siempre, con mi pereza, con mis rencillas muy mías y mis necedades, mi orgullo, mi intransigencia para los demás, sin paz, con mis labios apretados, sin sonrisa, como si el mundo estuviera contra mi...

Pero Tu me has mirado, Señor, desde ahí, desde esa humildad sin límites, desde esa espera eterna a los corazones que llegan arrepentidos de lo que somos... y he sabido y he sentido que me amas como nadie me puede amar y mi alma ha recobrado la paz.

Ya no soy la misma persona y de rodillas me voy a atrever a prometerte que quiero ser como esa custodia donde estás guardado y que donde quiera que vaya, en mi hogar, en mi trabajo, en la calle, donde esté, llevar esa Luz que he visto en tus ojos, en los míos, y mirar a todos y al mundo entero con ese amor con que miras Tu y perdonar como perdonas Tu....

¡Ayúdame, Señor, para que así sea!

Si la fe no se encarna en el amor todo se reduce al subjetivismo, advierte el Papa

VATICANO, 26 Nov. 08 (ACI).-El Papa Benedicto XVI aseguró que "las consecuencias de una fe que no se encarna en el amor son desastrosas, porque todo se reduce al arbitrio y al subjetivismo más nocivo para nosotros y para los hermanos".

En la audiencia general de hoy, el Santo Padre continuó con la catequesis sobre San Pablo y habló sobre las consecuencias que brotan de ser justificados por la fe y por la acción del Espíritu en la vida cristiana.

Desde el Aulo Pablo VI, el Papa afirmó que el Apóstol de las Gentes, en la Carta a los Gálatas, "acentúa claramente la gratuidad de la justificación, subrayando también la relación que existe entre la fe y las obras".

El Pontífice explicó que "a menudo caemos en los mismos malentendidos que caracterizaron a la comunidad de Corinto: aquellos cristianos pensaban que habiendo sido justificados gratuitamente en Cristo por la fe, 'todo fuese lícito para ellos'. Y pensaban y a menudo parece que lo piensan también los cristianos de hoy, que sea lícito crear divisiones en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, celebrar la Eucaristía sin preocuparnos de los hermanos más necesitados, aspirar a los carismas mejores sin darnos cuenta de que somos miembros unos de otros, etc. Las consecuencias de una fe que no se encarna en el amor son desastrosas, porque todo se reduce al arbitrio y al subjetivismo más nocivo para nosotros y para los hermanos".

"Por el contrario -añadió-, debemos ser conscientes de que precisamente porque somos justificados en Cristo, ya no nos pertenecemos, sino que somos templos del Espíritu y estamos llamados por tanto a glorificar a Dios en nuestro cuerpo con toda nuestra existencia. Rebajaríamos el valor inestimable de la justificación si comprados a un caro precio por la sangre de Cristo, no lo glorificáramos con nuestro cuerpo".

Benedicto XVI subrayó que el amor de Cristo "nos reclama, nos acoge, nos abraza, nos sostiene hasta atormentarnos, porque obliga a cada uno a no vivir para sí, encerrado en el propio egoísmo, sino para 'aquel que ha muerto y resucitado por nosotros'. El amor de Cristo hace que seamos en El aquella nueva criatura que entra a formar parte de su Cuerpo místico que es la Iglesia".

"Así pues, la centralidad de la justificación sin las obras, objeto primario de la predicación de Pablo, entra en contradicción con la fe operante en el amor; es más, exige que nuestra misma fe se exprese en una vida según el Espíritu", indicó.

Refiriéndose a la "contraposición sin fundamento entre la teología de San Pablo y la de Santiago", el Papa afirmó que mientras el primero "está preocupado sobre todo por demostrar que la fe en Cristo es necesaria y suficiente, Santiago hace hincapié en las relaciones que se derivan entre la fe y las obras. Por tanto, sea para Pablo que para Santiago la fe que obra en el amor testimonia el don gratuito de la justificación en Cristo".

Benedicto XVI concluyó destacando que "si la ética que San Pablo propone a los creyentes no decae en formas de moralismo y se demuestra actual para nosotros, es porque cada vez recomienza de la relación personal y comunitaria con Cristo, para realizarse en la vida según el Espíritu".

"Esto es esencial: La ética cristiana no nace de un sistema de mandamientos; es consecuencia de nuestra amistad con Cristo. Esta amistad influye en la vida: si es verdadera se encarna y se realiza en el amor por el prójimo. Por eso, cualquier decaimiento ético no se limita a la esfera individual, sino que es al mismo tiempo desvalorización de la fe personal y comunitaria: deriva de esta e incide sobre ella de modo determinante".

lunes, 24 de noviembre de 2008

Editorial: Si Cristo es Rey, ¿Dónde está su Reino?

Celebramos la fiesta de Cristo Rey, y por eso nos parece buena idea preguntarnos cuál es el Reino de Cristo, dónde está, y cómo lo podemos conocer, puesto que durante todo el año hemos venido repitiendo nuestra esperanza de que Él vuelva pronto.

Muchas veces, cuando pensamos en el Reino de Cristo, lo hacemos imaginando ese paraíso de praderas verdes bellísimas, arroyos cantarines y árboles por doquier, con pájaros que pasan por el cielo cantando, mientras varias personas en trajes vaporosos cantan y bailan en el pasto de una colinita que se recorta sobre el horizonte. ¿Verdad que es una estampita preciosa?

La verdad es que nadie ha visitado el Paraíso y ha vuelto para contarnos cómo realmente es, y por eso, se suele aceptar como válida cualquier imagen de paz y felicidad que podamos imaginar.

A mí, me gusta más pensar en el Reino que yo reconozco para Cristo, en ese lugar de mi corazón, donde Él es reconocido como tal, donde su voluntad se cumple sin discusión, duda ni temor, allá donde (aunque con trabajo y esfuerzo), llego a dominar mi yo altanero y desobediente, ese lugar donde todo mi ser se vuelve dulce y tierno, donde brillan mis buenas intenciones, donde reside lo mejor de mí.

Es evidente, que por mi humanidad débil y traicionera, muchas veces dejo que se infiltre en ese reino el hedor de mis pecados, también es cierto que muchas otras veces se infiltra mi propia imagen, y se adueña del reino, convirtiéndose en ese temible mandamás que nunca se sacia, y que me hace correr detrás de mis instintos animales, que me hace disfrutar del rencor, del deseo de venganza, de la ira, del chisme traicionero, del mal trato, de la respuesta ríspida como un puñal, es verdad que el Reino de Cristo muchas veces se lo arrebato yo mismo en mi alma, pero para mi bien, Él siempre se queda cerca, muy cerquita mío, susurrándome al oído palabras de amor y de perdón, dejándome entrever su cercanía con caricias y ternuras que son tan sutiles, que a menudo las confundo con las cosas del diario vivir.

Pero no, no es el diario vivir, es Cristo, mi Cristo que quiere ser siempre mi Rey. Y no es que Él me necesite para nada, o que yo tenga algún valor adecuado para sus deseos de reinar en mí. Es que solo Él encuentra belleza en mí, porque me ama. Porque cuando me creó, lo hizo con muchas esperanzas, lo hizo con ternura y delicadeza. Me amó desde el principio, y me amó tanto, que me concedió esta libertad de la que con tanta frecuencia abuso, y que Él tanto respeta, incluso cuando mi mal uso lo lastima… hasta que Él derrama una lágrima mientras sonríe, porque aún así, sucio y descarriado, me sigue amando.

¿Cómo no luchar entonces, para hacer que sea siempre mi Rey, el Rey de toda mi vida, el que gobierna, el que manda, el que doblega y el que levanta, el que da y el que quita, y que espera mi respuesta, no en términos de dinero, de genuflexiones, de actos notables ni de grandes hazañas, sino simplemente en términos de amor, de entrega y servicio en su nombre y por su amor?

Cristo es Rey, es el Rey de toda la creación, es por quién se hicieron todas las cosas, y sin embrago, es al mismo tiempo en mendigo del amor. Por eso contestó a Pilatos, que su Reino no es de este mundo, pero también por eso les dijo a los apóstoles que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Porque su Reino no es de la tierra, sino del corazón.

Cristo como Rey, no desea para su trono riquezas, joyas, oro ni plata. Él quiere que el trono que yo le prepare en mi corazón, esté hecho de actos concretos de amor a mis semejantes, de justicia, de perdón, de humildad, de paciencia y tolerancia, todo bañado con el brillo de la caridad.

¿Que suena utópico, que parece difícil? ¡Claro que es difícil, pero utópico no! Basta elevar la mirada al cielo, basta reconocer nuestra inutilidad para avanzar, basta con mirar nuestra impotencia y nuestra falta de fuerzas, para que Él, Rey de reyes, corra a nuestro lado, limpie nuestras basuras, y recueste nuestra cabeza en su costado abierto precisamente para que de él mane agua de vida, de alegría, de felicidad. Entonces si, nuestra alma se parece a un prado verde, ondulado con arbolitos y pájaros que cantan y pasan volando, porque así se siente cuando entregas tu alma como sede de ese magnífico Rey.

Zaqueo, el malo

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Mariano de Blas LC

Un día, Nuestro Señor, acompañado de una gran muchedumbre, atravesaba la ciudad de Jericó. Había allí un hombre llamado Zaqueo -jefe de publicanos y rico -, que hacía por ver a Jesús, pero por ser pequeño, no podía. Corriendo adelante, subió a un sicomoro para verlo, pues había de pasar por allí. Cuando llegó a aquel sitio, Jesús levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy me hospedaré en tu casa”. Él bajó a toda prisa y lo recibió con alegría. Viéndolo, todos murmuraban porque Cristo había entrado a casa de un pecador.

Zaqueo, en pie, dijo al Señor: “Doy la mitad de mis bienes a los pobres, y, si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo cuatro veces”. Díjole Jesús: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, por cuanto éste es también hijo de Abraham; pues el Hijo del Hombre ha venido a salvar y a buscar lo que estaba perdido”.

Todos le miran mal, murmuran, le insultan: es el malo, el ladrón. Cristo, al contrario, no maldice, no escupe; conoce mejor que nadie la maldad, nadie se lo tiene que decir; pero también conoce las vetas sanas.

¡Cuántas veces la gente mala da lecciones de bondad impresionantes a los que se consideran buenos! Cristo acertó con ese pequeño hombre al mirarlo de otra forma.

El amor y la misericordia hicieron el milagro, y harán el milagro contigo y conmigo. Conoce que hay en ti fallos incluso grandes, perezas, egoísmos, sentimentalismo, etc.; pero conoce las partes sanas, y con ellas se queda. Por eso insiste, espera lo mejor, sabe que se puede, que tú puedes.

Si Cristo te sigue buscando es muy buena señal. Lo contrario significaría que ya no le importas. Por eso, déjate invitar, déjate querer por el Maestro.

“Zaqueo, baja pronto”. Vemos que Cristo toma la iniciativa: el más interesado en tu felicidad es Él. ¿No has sentido los pasos de Cristo en los patios, los jardines de tu casa? Cristo te ha hablado en tantos lugares y te ha trasmitido mensajes personalísimos. Él ha estado hablándote durante toda la vida.
El hombre bajó a toda prisa y lo recibió con alegría. El malo de Zaqueo aquí se portó a la altura, se sacó un diez: a toda prisa, no pensó más, no dejó que la falsa prudencia le aconsejara mal: es que no tengo preparada la comida; me agarró en curva; otro día mejor; mira, no lo había previsto. A toda prisa...

¡Bien por ese hombre, y bien por todos los Zaqueos y Zaqueas que lo invitan con alegría! Yo me pregunto si puedo recibir en casa, con cara triste, con amargura, con indiferencia, a este gran Huésped... Y, no es el “mañana le abriremos, respondía, para lo mismo responder, mañana”, sino, ahora le abrimos.

Todos murmuraban ¡Cuidado con erigirse en jueces de los demás! Es la pantomima del fariseo del templo: “Te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás”... Cuando veas a alguien faltando, robando, siendo infiel, no juzgues.

Recuerda lo que decía San Agustín: “No soy adúltero, porque faltó la ocasión”... “Yo podría ser él o ella si no fuera por la misericordia de Dios.”

Se atreven ahora a criticar a Cristo aquellas gentes. Antes mordían a Zaqueo, lo despedazaban con la lengua de víbora, ahora muerden al mismo Cristo. Quien se atreve a murmurar de sus hermanos, un día murmurará de su Padre.

La salida de Zaqueo a la tribuna libre: “Doy la mitad de mis bienes a los pobres, y, si a alguno he robado, le devolveré cuatro veces más...” No era un santo ni de comunión diaria, no iba al templo, pero un gesto de simpatía de Cristo le robó el corazón: “Mira, Zaqueo, todos te odian, todos te critican; yo te quiero, por eso deseo comer hoy en tu casa. ¿Me aceptas?” Dejémonos impresionar y robar el corazón por ese mismo Cristo que ha tenido y tiene tantos detalles con nosotros.

Yo me quedo con Zaqueo, el malo, como Cristo, y con Dimas, a quien hoy llamamos el buen ladrón, con María Magdalena la mala, que hoy es santa María Magdalena.

“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”, le dijo a aquel hombre, “este es también hijo de Abraham”. También ha llegado la salvación a tu casa, pues el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

Si en tu ayer encuentras algo de Zaqueo o de María Magdalena, no te preocupes, vuelve a empezar.

El Señor, que dio a Zaqueo la oportunidad de cambiar, nos da a nosotros, a ti y a mí, otra oportunidad.


Cualquier día es bueno para frenar en seco el mal comportamiento y comenzar una nueva vida. Zaqueo cambió radicalmente un día cualquiera en que Cristo se cruzó en su camino.

¿Cómo decirle a mamá que estoy embarazada?

Fuente: Catholic.net
Autor: Catholic.net

El tema de las jóvenes embarazadas antes del matrimonio sigue en pie a pesar de todos los intentos de la ciencia y de la técnica para tener lo que llaman por ahí, “sexo seguro”. La intención de este breve escrito es ayudarte a tomar una decisión, la mejor decisión para ti y para la vida que llevas dentro.

El siguiente testimonio es verídico y la persona implicada aceptó que se publicara para ayudarte:

“Mi mamá me conoce más de lo que pude imaginar...
Un domingo por la tarde después de regresar de Cuernavaca de unas vacaciones con mis amigas, estaba yo en el cuarto de mis papás viendo la tele cuando mi mamá entró y me pidió que la acompañara a casa de mi tía Eberth a dejarle unas agujas porque quería tejerle algo a alguien.

La verdad, no quería porque estaba cansada y le temía a los momentos de estar a solas porque sabía que le tenía que decir que estaba embarazada.

Mi novio y yo platicamos con la mamá de un amigo que es doctora, y nos explicó los pros y los contras de un aborto, además, visitamos a un doctor que los practicaba, después de esto, decidimos Gracias a Dios, tener a nuestra adorada hija; pero enfrentarnos a nuestros padres no era fácil.

Retomo el relato de la ida a casa de mi tía, me sentaron en el banquito de los acusados (así le decimos a un banquito que tiene en su cuarto) y directamente mi ma me peguntó si estaba embarazada.... ¡Fué un momento muy difícil! y ahora que soy mamá, lo comprendo mejor. Yo, sin titubear le respondí que si. Mi tía se aceleró y me dijo que lo mejor sería mandarme con mi otra tía, Martha, a Estados Unidos y que buscara a alguien para que me practicara un aborto. Yo muy segura del apoyo de mi novio, respondí que no, que ya habíamos decidido tenerlo. Mi ma estaba como choqueada y al ver que mi tía y yo empezábamos a discutir, se levantó y dijo: es su decisión y ahora hay que pensar cómo decírselo a su papá.

En ese momento entré en pánico. Mi pa me adora y siempre he sentido que nuestra relación es ¡increible!!, pero tiene un carácter muy fuerte.

El tiempo iba pasando y no sabía en qué momento enfrentar a mi Pa. Se enteraron poco a poco mis hermanos, tuvieron distintas reacciones y el mayor decidió que era él, el que tenía que decírselo a mi Pa, para relajar un poco mi tensión. Un miércoles al llegar mi Pa de jugar frontón con sus amigos, mi hermano le pidió que lo acompañara a su cuarto y le dijo todo, yo solo ví cómo se agarro la cabeza y se sentó en la cama, cuando subió a su cuarto le pidió a mi ma que me dijera que ya me durmiera y que otro día platicaría conmigo. Por supuesto no dormí. Después de que pasaron varios días y constatar que mi pa actuaba como si nada y no me decía nada, no sabía si sentir miedo o tranquilidad.

Fue hasta el domingo, 7 días después, que después de comer, mi papá nos pidió a mis hermanas y a mí que subiéramos a su cuarto junto con mi ma, y ahí sí me apanique...

Ya en el cuarto sentadas mis hermanas y yo en la cama, entró mi Pa y se sentó en la mesedora de mi ma y me dijo:

Tienes 2 opciones para esto que está pasando, primera, te vas mañana a Estados Unidos con tu ma y buscamos quién te practique un aborto lo más seguro que se pueda, o, segunda, me conviertes en el abuelo más feliz del mundo! Por supuesto que me paré lo abrace y le dije que quería tener a mi bebé y que mi novio estaba al 100 conmigo, se levantó de la mecedora sacó dinero y nos mandó por un helado de Mc.Donalds para que su nieta no saliera con cara de helado.

Por supuesto que años después, mi ma me platicó que mi pa lloró como niño chiquito en cuanto salimos de la casa.
Hoy después de 19 años no tengo más que darle gracias a Dios por tener una familia tan maravillosa y que me ha apoyado siempre.

Mi hija se convirtió en el ángel de la casa, mis pas la adoran y mis hermanos igual. Mis pas reconocen lo que ahora mi marido y yo hemos pasado y admiran y adoran a mi esposo.No puedo dejar de mencionar que la tia siempre ha visto por nosotros y quiere muchísimo a mi hija mayor.

Un hijo es el mayor regalo que Dios nos puede dar, de mi experiencia aprendí que si un amigo es un tesoro, la familia lo es todo. Amo a mi esposo, adoro a mis 3 hijos y le pido a Nuestro Señor que siempre bendiga a todas las personas q directa o indirectamente han estado siempre con nosotros.
Nada me gustaría más que poder transmitir esto a tantas chavitas q no saben qué hacer.

Sé que tuve la gran fortuna de encontrarme a un hombre maravilloso que me adora y que sus hijos son su vida, y sé que Dios Nuestro Señor siempre me lleva de la mano, al igual que la Virgen María que como madre siempre me da consuelo y un gran ejemplo. No es fácil el camino, pero vale la pena recorrerlo.”

El camino más corto

Fuente: www.reinadelcielo.org
Autor: Oscar Schmidt

Así lo dijo San Luis Grignon de Monfort, que el camino más corto para llegar a Jesús es a través de la Virgen. Yo quiero darles mi propio testimonio al respecto, porque lo he vivido en forma literal, en carne propia.
Si bien había tenido una educación en la fe en mi infancia, salí de la adolescencia habiendo olvidado totalmente mi religiosidad, mi espiritualidad. La enterré bajo toneladas de vanidades mundanas, anhelos de cosas vacías, una vida sin sentido espiritual. En este olvido de Dios transité más de dos décadas de mi vida, hasta que llegada la barrera de los cuarenta años me encontré enfrentado a una secuencia de calamidades personales, siendo la más conmocionarte una enfermedad que puso a riesgo o bien mi vida misma, o bien mi capacidad de una sobrevida normal.
Esta sacudida de mis cimientos me hizo circular un año en búsqueda de una nueva forma de vivir, de corregir lo que estaba mal en mi vida, sin advertir que era Dios quien me estaba llamando con Su sutil Palabra, a través del dolor.
Primero fue la Virgen la que hizo un ingreso fulgurante en mi realidad, sin saber siquiera yo quien era Ella. Pero en poco tiempo me enamoré perdidamente. ¿Quién es esta mujer, esta Niña-Madre que me llama de este modo? No podía comprender como en tan poco tiempo se había instalado en mí ese deseo de conocerla, de saber más sobre Ella. No había día en que no se presentara ante mi alguna referencia a su existencia. Joven, buena y llena de sabiduría, me llamaba.
De inmediato quise conocerla, empecé a buscar y leer escritos sobre Ella, a aprender de sus manifestaciones a través de los siglos, a su silenciosa pero fundamental presencia en los Evangelios. Alguien me dijo, tienes que rezar y meditar. ¡Pero si yo no sé hacerlo! De un día para el otro me encontré rezando el Santo Rosario a diario, mientras lloraba inexplicablemente cada vez que lo hacía. Era como liberar años de olvido, de desconocimiento, mientras una emoción interior incontenible me decía que si, que era eso lo que Ella quería.

En estos momentos me sentía absorbido por el amor que nacía en mí, pero algo me decía que había alguien más. Era Jesús, un Jesús totalmente desconocido para mí. ¿Quien es aquel que quiere robarme este amor por mi Madrecita del Cielo? Un Jesús distante, lejano, se dibujaba en el horizonte. Yo seguía mirando a María, pero Ella seguía hablando en cada texto, en cada oración, de Jesús.
Entonces, como empujado por la mano de la Niña de Galilea, empecé a querer saber de El. Poco a poco fui viendo el Rostro del Señor en cada rezo, en cada palabra que la Virgen ponía en mi camino. Jesús fue creciendo, acercándose, hasta que un día me encontré frente a El, a Su Estatura Divina.
María, entonces, se hizo a un lado y me dejó a solas con el Señor. Cada oración, cada lectura hizo centro en las Palabras de Jesús, mi Jesús. De a poco se presentó a mi alma como un Hermano, luego como un Amigo, para finalmente hacerme comprender que es infinita Su Divinidad. El abrazo de Jesús se hizo oración, se hizo meditación, pensamiento, deseo de conocerlo más y más. Nada quedaba de ese amor inicial por María, había sido superado por el amor a Jesús, un amor grande, redondo, completo, insuperable. María parecía estar a cierta distancia, sonriendo feliz de haberme llevado a El. Aprendí a orar dialogando con el Señor, compartiendo con El mis miedos y angustias, mis alegrías y sueños.
Pronto pude dimensionar mi amor por Jesús, y mi amor por María, unidos indisolublemente. Ella no puede ser pensada si no es junto a El. Mi amor inicial por la Virgen encontró su sentido, un sentido Cristocéntrico, perfecto. Pero estos giros de mi alma alrededor de Jesús y María me empezaron a mostrar que había algo más, algo que ellos compartían, como un tesoro que Ambos abrazaban y protegían. Curioso por saber de que se trataba, me encontré con la Eucaristía, y con la Iglesia toda. Llegué a la comprensión de lo que es la Iglesia por un camino espiritual, desde las suaves y firmes Palabras de Jesús y María. Las Escrituras adquirieron sentido, cerrando este círculo perfecto. La Iglesia se me presentó como el más maravilloso puente entre el Cielo y la tierra, entre espíritu y humanidad.
Mi amor por la Iglesia, de este modo, nació del amor inicial por María, que me llevó a Jesús, Quien me llevó a los Sacramentos, fundamento de la Iglesia toda. Círculos de amor, concéntricos, que se fueron acercando a un maravilloso conocimiento del tesoro que albergamos, la Santa Iglesia. Iglesia que es espiritual, pero construida en la tierra. Iglesia que es hombres, pero alimentada por el Espíritu Santo en sus venas vigorosas. Las caras humanas de la Iglesia, que somos nosotros mismos, me parecieron entonces nada, comparadas con la realidad espiritual que la sostiene. Con sólo pensar en Quien habita en el Sagrario, mi concepción de la Iglesia se torna luminosa, eterna, indestructible por más que el hombre se empecine,
equivocado, en dañarla.
Hoy, varios años por delante de aquellos momentos en que María golpeó a mi puerta, puedo ver a las claras el Plan de Dios en mi vida. María fue el puente, porque Ella se podía presentar a mí de modo cercano, para enamorarme. Pero la Reina de los corazones, la Estrella de la mañana, no se iba a detener allí. Rápida y fulgurante fue su mirada al señalarme a Dios como mi destino, Dios que es el Padre Bueno que la Creó, Dios que es el Espíritu que la alimenta, y Dios que es Su Hijo, nuestro Hermano y Salvador.
La misión de María se fue desenrollando ante mi como un tapiz que rueda frente a mi vista, mostrándome ante cada giro un poco más del diseño que esconde. Sólo cuando el tapiz estuvo totalmente extendido frente a mí fue que pude ver lo que Ella vino a traerme: La Jerusalén Celestial, que alberga a Dios Uno y Trino, junto a Santos y Ángeles, Jerusalén que es la Iglesia luminosa que nos llama, promesa de Reino.
La Eucaristía, con el Rostro de Cristo en su centro, domina a esta Ciudad Maravillosa a la que somos llamados. Allí hay una habitación preparada para cada uno de nosotros, un espacio para vivir una eternidad de felicidad y adoración. María, de este modo, se nos presenta como el camino más corto y simple para encontrar esa habitación, pese a las innumerables dificultades que nos esperan en esta vida.
¡Gloria a Dios por haber concebido un Plan tan maravilloso!

La Eucaristía, nuestra respuesta es la caridad

Fuente: Catholic.net
Autor: SS Benedicto XVI

Quisiera ilustrar el vínculo entre la Eucaristía y la caridad. "Caridad" ―en griego ágape, en latín caritas― no significa en primer lugar el acto o el sentimiento benéfico, sino el don espiritual, el amor de Dios que el Espíritu Santo infunde en el corazón humano y que lo impulsa a entregarse a su vez a Dios mismo y al prójimo (cf. Rm 5, 5).

Toda la existencia terrena de Jesús, desde su concepción hasta su muerte en la cruz, fue un único acto de amor, hasta tal punto que podemos resumir nuestra fe con estas palabras: Iesus Caritas, Jesús Amor. En la última Cena, sabiendo que "había llegado su hora" (Jn 13, 1), el divino Maestro dio a sus discípulos el ejemplo supremo de amor, lavándoles los pies, y les confió su más preciosa herencia, la Eucaristía, en la que se concentra todo el misterio pascual, como escribió el venerado Papa Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucharistia (cf. n. 5).

"Tomad, comed: este es mi cuerpo... Bebed de ella todos, porque esta es mi sangre" (Mt 26, 26-28). Las palabras de Jesús en el Cenáculo anticipan su muerte y manifiestan la conciencia con que la afrontó, transformándola en el don de sí, en el acto de amor que se entrega totalmente.

En la Eucaristía, el Señor se entrega a nosotros con su cuerpo, su alma y su divinidad, y nosotros llegamos a ser una sola cosa con él y entre nosotros. Por eso, nuestra respuesta a su amor debe ser concreta, debe expresarse en una auténtica conversión al amor, en el perdón, en la acogida recíproca y en la atención a las necesidades de todos. Numerosas y múltiples son las formas del servicio que podemos prestar al prójimo en la vida diaria, con un poco de atención. Así, la Eucaristía se transforma en el manantial de la energía espiritual que renueva nuestra vida de cada día y renueva así también el mundo en el amor de Cristo.

Ejemplares testigos de este amor son los santos, que han sacado de la Eucaristía la fuerza de una caridad activa y, a menudo, heroica. Pienso ahora sobre todo en san Vicente de Paúl, que dijo: "¡Qué alegría servir a la persona de Jesucristo en sus miembros pobres!". Y lo hizo con toda su vida. Pienso también en la beata madre Teresa, fundadora de las Misioneras de la Caridad, que en los más pobres de entre los pobres amaba a Jesús, recibido y contemplado cada día en la Hostia consagrada. Antes y más que todos los santos, la caridad divina colmó el corazón de la Virgen María. Después de la Anunciación, impulsada por Aquel que llevaba en su seno, la Madre del Verbo encarnado fue de prisa a visitar y ayudar a su prima Isabel.

Oremos para que todo cristiano, alimentándose del Cuerpo y de la Sangre del Señor, crezca cada vez más en el amor a Dios y en el servicio generoso a los hermanos.

Ángelus. Palabras del Papa Benedicto XVI, el domingo 25 de septiembre de 2005.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Editorial: ¿Y… qué hice yo con los talentos?

Ya llega el Adviento, y es preciso prepararnos para recibir al Salvador. Muy pronto comenzará un nuevo año litúrgico, y éste que pasa, entrará en la gaveta de aquello que ya no podemos cambiar, pasó, y sólo cada uno de nosotros sabe qué es lo que nos deja en el alma. Es bueno entonces, examinarnos un poquito, para comenzar a hacer nuestra lista de propósitos para el próximo año, en el que el Señor nos regalará una oportunidad más para acercarnos a Él que nos espera con el corazón ansioso.

La parábola de los talentos, nos habla de que no solo es cuestión de poseerlos, sino que la condición para sentir “el deber cumplido”, la de hacerlos producir, y hacia allí debemos caminar todos.

Sin embargo, en esta oportunidad, es bueno meditar también en una situación que no toca ninguna de esas situaciones, sino que el empleado que recibe los talentos (no digamos uno ni dos, sino de verdad, pensemos en cinco o más), no los hace producir, ni los entierra, sino que, como la mayoría de nosotros, los utiliza para divertirse, conseguir sus propios fines, acumular riqueza o escalar las tortuosas gradas del poder, de tal manera, que cuando llegue el amo, ni siquiera podremos devolverle lo que nos dio.

¿Cuántas veces he usado las capacidades (léase talentos) que el Señor me ha regalado, para desde mi poltrona acusar, manipular o humillar a mis hermanos en busca de mi comodidad? ¿Cuántas veces he usado mi posición (otro talento regalado) para mirar hacia abajo únicamente con ojos de crítica o desdén, olvidándome del rostro de Cristo que contempla mi actitud con dolor y pena? ¿Cuántas veces he dejado de hacer algo que debía, cargando a los demás aún con mis obligaciones, para luego “calificar” con rigor el resultado en lugar de agradecer?

Indudablemente, todas las facilidades que se nos presentan en la vida, todas aquellas cosas que nos distinguen particularmente de los demás, todas las habilidades con que nacimos, son parte de los talentos que el Señor nos encomienda no solo cuidar en esta vida, sino que nos pide además, trabajar para sacar de ellos frutos que sean de utilidad y servicio a los demás. En otras palabras, aquellas gracias que al nacer son adornos de cada uno, debemos trabajarlas con humildad, para convertirlas en virtudes, porque frente a Dios, el único adorno valedero y precioso, es la forma en la que repartimos amor y servicio a los demás.

Es muy fácil cumplir las obligaciones litúrgicas, y veamos el cómo y el porqué: Cuando la sociedad espera que presentemos al nuevo hijo, cuando desea reunirse a comer y beber, cuando quiere mostrar su nivel económico y agasajar a los amigos, entonces sí, “hay que bautizar al bebé” (aunque a veces el bebé ya aprendió a fumar el año pasado). ¿Qué pasó con la salvación de su alma, con su incorporación como un nuevo miembro del Cuerpo Místico de Jesús, como un nuevo hijo de la Iglesia, con el compromiso de criarlo como un buen católico, guiarlo y enseñarle a ser un hombre de bien? “Ah, por supuesto, eso también, pero lo que nos preocupa es la fiesta, los invitados…” contestamos.

La Primera Comunión, es otro gastadero, otra fiesta, que el traje nuevo, que los zapatos, que las invitaciones, que la comida y los tragos, “y encima, nos obligan a ir a unos cursillos para hablarnos lo de siempre”, y por supuesto, nos olvidamos del ejemplo al niño o niña, dejamos para lueguito una charla sobre la trascendencia del momento, sobre la maravilla de recibir en su alma al Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del mismísimo Redentor del mundo, porque hace tanto tiempo que pasó la última vez que tuvimos una Comunión con Jesús…

¿Matrimonio religioso? “Tenemos que hacerlo, porque sus padres lo exigen”, aunque “para mí, es solo un papelito sin valor, porque el compromiso es de corazón a corazón”, y luego pretendemos construir una familia feliz… en la que por supuesto, la felicidad se basa en el tamaño y la marca del televisor.

Y ni qué hablar del servicio a los necesitados, a los pobres, a los enfermos, a los ancianos, a tantos y tantos que pasan noches de dolor y silencio, de abandono y desesperación a veces al lado mismo de nuestra casa, o peor aún, en el dormitorio de abajo, donde la abuela está sentada contemplando la fotografía en blanco y negro del abuelo fallecido hace unos meses.

No, la verdad, es que ni siquiera hemos enterrado los talentos que se nos encargó guardar y hacer producir. Simple y alegremente, los desperdiciamos, los gastamos en la ruleta de la vida, contentos y satisfechos… hasta que llegue el Patrón.

Y cuando Éste llegue, no nos mirará a los ojos, ni a la cara, ni a la ropa, Él mirará qué es lo que queda detrás de nosotros. Mirará nuestras huellas, calificará la forma en que cumplimos su encargo de amarnos como Él nos amó. Él mirará las caras de aquellos que puso a nuestro cuidado, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros inferiores jerárquicos, nuestros enfermos y nuestros ancianos, y… ¿sonreirá… o llorará?

Con el alma a flor de piel

Fuente: Catholic.net
Autor: Ma Esther De Ariño

El alma es un soplo divino. Dios infunde un alma al ser humano a su imagen y semejanza. El alma como partícula que brota del Padre Creador, es esencia de El mismo y por eso es imagen y semejanza suya, y el Hijo de Dios al hacerse hombre en la figura de Jesucristo se hace semejante al ser humano en su envoltura corporal sin dejar de ser Dios. Ese soplo divino, o sea el alma, se une al comienzo de un nuevo ser humano en el instante mismo en que el óvulo es fecundado, en ese preciso instante , ni antes ni después.

Todos los hombres tienemos un alma que nos alienta y da vida, es un alma inmortal. El alma de los niños es un alma nueva, recién salida del corazón de Dios. Pura, limpia, vigorosa, armónica, bella y grande, casi más grande que el cuerpecito del niño o la niña que la posee.

Por eso podemos decir que vemos su alma, pues nos basta mirar sus ojos. A los ojos del niño se asoma el alma, se desborda por su persona inundándolo de inocencia y candor. Al abrazarlos podemos sentir que abrazamos su alma, que abrazamos a Dios.

El ser humano va creciendo y se ocupa y preocupa por fortalecerse intelectual y físicamente. Ejercicio para los músculos, alimentación balanceada y pasar y repasar libros y universidades tal vez. Todo en un orden perfecto que nos dará un ejemplar, en algunos casos admirable, del ser humano pero.... el alma se quedó raquítica. No hubo para ella ejercicios espirituales, ni vitaminas ni tónicos de fortalecedores Sacramentos, no tuvo la luz ni el diario calor del sol de la oración, diálogo vivificante con Dios su Creador. Nada hubo para ella y se empequeñeció, al grado de quedar anémica y debilitada en el fondo, muy en el fondo, de la persona que la olvidó.

Y así hay seres en todos los niveles, pobres y ricos, figuras prominentes de la sociedad o en el ambiente artístico que al mirarlos no encontramos el destello divino y vemos por el contrario que están con el cuerpo atrapado por las pasiones y la parte animal se hace presente en todos sus actos.

Sin embargo hay otros seres, también en todos los niveles sociales y distintas profesiones, que tiene el alma grande. Un alma que está encerrada en el frágil envoltorio humano pero que creció al unísono, en concordia con la estructura física o a veces hasta más, lo vemos en los místicos, San Francisco de Asís, San Juan de la Cruz, las tres Teresas , la del Niño Jesús, la de Ávila y la Madre Teresa de Calcuta, el Papa Juan Pablo II, citando solo estos nombres pues la lista sería interminable, o incluso personas que hoy está muy cerca de nosotros en nuestra familia o amistades.

Y tanta es su grandeza que parece que se escapa por sus poros y la vemos al mirar sus ojos, en su sonrisa, en su forma de vestir, en la manera en que nos da la mano, en su forma de hacer una caricia...lleva un aura en su contorno que casi se hace tangible y al estar en su presencia es como si nuestro cuerpo, con frío, se acercara al rayo del sol, por el calor que nos transmiten esas almas a flor de piel.

Cuando nos encontramos con estas personas en nuestro diario vivir, decimos que tienen un "no se qué" y es porque están llenas de Gracia, llenas de la presencia de Dios.

Esforcémonos en hacer que nuestra alma crezca al unísono de nuestro cuerpo, dándole la vida espiritual que necesita para fortalecerse, pues ella es la que no hace inmortales y fue el regalo de Dios al comenzar a Ser.

Que cada día se haga más fuerte, más grande y así podamos ir por la vida llevando siempre nuestra alma a flor de piel.

Preparando la Navidad

Como cada año, las distintas localidades del ANE en todo el mundo, se alistan para festejar la llegada de otro aniversario más del nacimiento de nuestro Salvador en el Portal de Belén, y para ello, se implementan diversas iniciativas, que iremos mostrándoselas, como una manera más de compartir ideas y experiencias, animándolos a imitarlas o implementar sus ideas propias, siempre con el fin de festejar a Dios-niño en las personas que Él más quiso, los pobres.

Esta vez, les mostramos una invitación de CASANE Chaparral de Monterrey, que nos hizo llegar la siguiente invitación:

Queridos hermanos,

Navidad es tiempo de dar y de darnos. El Apostolado de la Nueva Evangelización apoya a 50 familias que viven en condiciones de pobreza extrema. ¡Tú puedes ayudar!
Demos con alegría y amor, para que estas familias sepan que no están solas. Seamos las manos del Señor.


¿Sabías que puedes AYUDAR muchísimo a otras personas esta Navidad?

Como muchos de ustedes saben, gracias a la generosidad de nuestros colaboradores, el ANE actualmente apoya una vez al mes a 50 familias con pobreza extrema, llevándoles despensas y desayunos en el CASANE Chaparral ubicado en los Cavazos, Santiago, N.L.

Haciendo un sondeo de las necesidades más apremiantes para estas familias, nos dimos cuenta de que por su tipo de vivienda (techos y paredes de madera, lámina o cartón) pasarán mucho frío en este próximo invierno y se pensó que el regalo idóneo será de dos almohadas y dos cobertores a cada familia, la meta es recolectar 100 cobertores y 100 almohadas, de preferencia nuevos por ser un regalo de Navidad o bien pueden ser usados agradeciendo que estén en muy buen estado. Si sus posibilidades son de donar solo uno o varios de estos artículos será igualmente bienvenido y sumamente agradecido porque con su valiosa ayuda llegaremos a la meta.

Por otro lado, también se puede ayudar donando todo lo que no uses en casa desde artículos de decoración, muebles, cocina, juguetes, etc., hasta ropa de todas las tallas y edades ambos sexos, incluyendo artículos de bebés y/o recién nacidos. Esto será con el fin de hacer un bazar que tendremos con motivo de la fiesta de Cristo Rey el 23 de Noviembre para terminar de construir la Capilla del Chaparral.
¿Cómo nos hacen llegar los cobertores y almohadas de regalo de Navidad y/o las cosas que quieran donar?

Comuníquense con Gina Gutiérrez tel. 24.51.57.96 cel. 81.80.88.23.47 / CASANE CHAPARRAL y nos pondremos de acuerdo para facilitarles al máximo la entrega de los mismos.

Muchísimas gracias de antemano porque con su ayuda se llevarán a cabo estos dos proyectos, tanto el de Navidad como el de la construcción de la Capilla.

Haciendo esto estaremos viviendo lo que Jesús nos propone en el Evangelio de San Mateo: “En verdad les digo que cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí”. Y haciendo nuestra la voz de San Pablo les decimos: “Han hecho ustedes bien en socorrerme cuando me ví en dificultades, mi DIOS por su parte, con su infinita riqueza remediará con esplendidez todas las necesidades de ustedes por medio de CRISTO JESUS”

Que Dios recompense el ciento por uno de su valiosa ayuda y de nuevo muchísimas gracias.

CASANE CHAPARRAL

Ante un arroyo de montaña

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual LC

La corriente fluye, fresca, ágil, cristalina. Viene de lo alto, de la lluvia, de la tierra que almacena recuerdos de agua viva. Se dirige a lugares desconocidos, lejanos: un lago, un valle fértil, el mar con sus misterios y sus olas.

Miramos, de nuevo, nuestro arroyo. Se escucha un rumor constante, quebrado por golpes de prisa, detenido en momentos de pausa. Un gorrión se acerca, bebe un poco de agua, se zambulle unos instantes y vuela, libre, contento, refrescado.

¿Qué misterios encierra nuestra vida? ¿Será corriente, será manantial, será océano profundo, sereno, oscuro? Todo transcurre muy deprisa. El tiempo no se detiene. La sangre pasa de venas a arterias y de arterias a venas. Mientras, el corazón trabaja, noche y día. Muchas células nacen y mueren, en un esfuerzo titánico por conservar el aliento de la vida.

¿Qué queda tras el viento, la lluvia, el silencio sugestivo de una noche de verano? ¿Por qué nuestra alma, inquieta, no se contenta con su mirar el agua que grita y pasa? ¿De dónde nace el deseo de amar, de dar, de construir un mundo mejor, de mirar a un niño y sonreír ante sus sueños de inocencia?

El arroyo no ha dejado de levantar murmullos. Las rocas, un día más, han resistido el golpe de la corriente. Quizá los años puedan quebrarlas, quizá algún día dejarán su firmeza para terminar, hechas pedazos, en una playa de arena blanca y tibia.

Nosotros miramos al cielo. Alguien nos hizo grandes, y, a la vez, nos formó de arcilla. El camino se hace frágil, el viento deja sus heridas, y un cariño nos llena de esperanza, mientras los grillos cantan y las golondrinas terminan la cosecha de su día.
La vida encierra mil misterios. El amor no termina, nos lanza a mundos nuevos, nos empuja a cielos infinitos. Dios mira con cariño a cada hombre, y espera que un día, cansado o fuerte, anciano o niño, arroyo impetuoso o río sereno, abra el Evangelio y aprenda a llamarle con el nombre que más quiere: Padre nuestro que estás en los cielos...

El mundo gira, la cruz permanece en pie

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual LC

Los cartujos adoptaron en sus monasterios un lema que conserva toda su fuerza: “Stat crux dum volvitur orbis”: la cruz permanece en pie, mientras el mundo gira.

Las crisis económicas, las catástrofes por terremotos o huracanes, las desgracias que surgen con las guerras y la delincuencia, recuerdan a cada generación una verdad que olvidamos en los tiempos de bonanza: nada en el mundo permanece, todo lo material y humano está sometido a la ley del cambio.

La cruz de Cristo, sin embargo, conserva la vitalidad y la fuerza de su mensaje para cada generación, para cada pueblo, para cada persona, para cada circunstancia de la vida.

Porque en medio de las guerras y los crímenes la cruz consuela a las víctimas e invita a los verdugos al arrepentimiento.

Porque en los periodos de sequía y de hambre la cruz mueve los corazones para que sepan compartir sus alimentos (pocos o muchos) con quienes viven en medio de la miseria.

Porque en los momentos de bendiciones y de paz la cruz invita a no apegarnos a lo pasajero y a usar del dinero y de los bienes materiales para compartirlos con los más necesitados.

Porque en los tiempos de crisis y de bancarrota la cruz permite mirar hacia el cielo y reconocer que en el dinero no lo es todo.

Porque en la hora de la enfermedad y de la muerte la cruz consuela y acompaña al enfermo y a sus familiares y permite emprender la última travesía agarrados a un madero de esperanza, según una famosa expresión de san Agustín.

Porque, en definitiva, lo único importante en la vida humana, con sus penas y sus alegrías, sus fiestas y sus funerales, consiste en dejarse abrazar por Jesús el Nazareno, en acoger su Sangre bendita, en suplicarle el perdón de nuestras culpas, y en ofrecerle un gesto de caridad en quienes lo necesitan: los enfermos, los pobres, los ancianos, los desilusionados por los mil avatares de la vida.

El mundo gira y cambia, la cruz sigue en pie. Vale la pena recordarlo, mientras miramos a un crucifijo y le pedimos al Señor que sea nuestro Camino, nuestra Verdad, nuestra Vida, en el tiempo y en lo eterno.

Otro "Rey del aborto" convertido en defensor de la vida:

La historia de Stojan Adasevic

MADRID, 13 Nov. 08 (ACI).-El diario La Razón de España dio a conocer el caso de un nuevo "rey del aborto" convertido: Stojan Adasevic, quien llegara a realizar 48 mil abortos en total y hasta 35 en un solo día, es actualmente el principal líder pro-vida de Serbia, pero durante 26 años fue el ginecólogo abortista más prestigioso de la Belgrado comunista.

El periódico español señala que "los libros de medicina del régimen comunista decían que abortar era, simplemente, extirpar un trozo de tejido. Los ultrasonidos que permitían ver al feto llegaron en los años 80, pero no cambiaron su opinión. Sin embargo, empezó a tener pesadillas".

Al relatar su proceso de conversión, explica el diario, Adasevic "soñaba con un hermoso campo, lleno de niños y jóvenes que jugaban y reían, de cuatro a 24 años, pero que huían aterrados de él. Un hombre vestido con un hábito blanco y negro lo miraba intensamente, en silencio. El sueño se repetía cada noche y despertaba con sudores fríos. Una noche preguntó al hombre de negro y blanco por su nombre. 'Me llamo Tomás de Aquino', respondió el hombre del sueño. Adasevic, formado en la escuela comunista, nunca había oído hablar del genial santo dominico, no reconoció el nombre".

"'¿Por qué no me preguntas quiénes son estos niños? Son los que mataste con tus abortos', le dijo Tomás. Adasevic despertó, impresionado, y decidió no practicar más intervenciones", prosigue.

"Ese mismo día vino a su hospital un primo con su novia, embarazada de cuatro meses, para hacerse su noveno aborto, algo bastante frecuente en los países del bloque soviético. El doctor accedió. En vez de sacar el feto miembro a miembro, decidió machacarlo y sacarlo como una masa. Sin embargo, el corazón del bebé salió aún latiendo. Adasevic se dio cuenta entonces de que había matado a un ser humano".

Tras ese macabro episodio, Adasevic "informó al hospital de que no haría más abortos. Nunca en la Yugoslavia comunista un médico se había negado. Redujeron su salario a la mitad, echaron a su hija del trabajo, no dejaron entrar a su hijo en la universidad".

Tras dos años de presiones y a punto de rendirse, volvió a soñar con Santo Tomás: "'eres mi buen amigo, persevera', dijo el hombre de blanco y negro. Adasevic se comprometió con los grupos pro-vida. Dos veces consiguió que la televisión yugoslava emitiera la película de ultrasonidos 'El grito silencioso', de otro famoso ex-abortista, el doctor Bernard Nathanson".

Actualmente el doctor Adasevic ha publicado su testimonio en revistas y diarios de Europa del Este, como la rusa Liubitie Drug Druga. Ha vuelto al cristianismo ortodoxo de su infancia y también ha aprendido cosas sobre Santo Tomás de Aquino.

"Tomás, influido por Aristóteles, escribió que la vida humana empezaba 40 días después de la fertilización", escribe Adasevic en Liubitie Drug Druga. La Razón comenta que "el doctor sugiere que quizá el Santo buscaba compensar ese error. Adasevic, 'el Nathanson serbio', prosigue hoy su lucha por la vida de los más pequeños".

María cumple la misión que Dios le da

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Antonio Izquierdo, P. Florian Rodero

Toda vida humana es una llamada no solamente a la existencia, sino que encierra en sí misma una misión determinada, aunque a veces escondida para nosotros. María es el ejemplo más noble de una creatura que recibe una misión de Dios y la lleva a término de modo acabado y perfecto.

Al nacer se nos da una misión. Nuestra vida comienza más auténticamente cuando recibimos la gracia del bautismo. ¿De qué nos hubiera valido nacer -dice S. Agustín- si no hubiéramos sido redimidos? Con el nacimiento de María quedó marcado, de modo singular, en la historia el plan de Dios, el misterio escondido desde todos los siglos. Ella, como todos nosotros, fue elegida antes de la creación del mundo para ser santa en el amor. Pero María tiene una misión muy particular y única: La de hacer posible la presencia del Verbo entre nosotros. Gracias a que María aceptó la misión de ser Madre del Salvador, pudo realizarse la redención del género humano.

Dios elige nuestra misión. No somos nosotros los que hemos decidido vivir, ni tampoco quienes escogimos las circunstancias de nuestro nacimiento. No nos define, por tanto, en primer lugar, la libertad, sino la dependencia de Dios. “El mundo y el hombre -nos dice el Catecismo de la Iglesia católica, n.34- atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer principio ni su fin último, sino que participan de Aquel que es el Ser en sí, sin origen y sin fin”. Hemos sido elegios en Cristo y “destinados de antemano según el designio de quien todo lo hace conforme al deseo de su voluntad” (Ef 1,11). Esta es la elección general. Dios providente nos presenta a cada cual el modo como tenemos que llevar adelante esa elección. En María se manifiesta de una forma muy patente: Dios envió a su ángel, a una ciudad de Nazaret, en el sexto mes, a una doncella llamada María. Dios sabe el cuando de cada una de nuestras vidas y de un modo u otro nos descubre la forma de llevar adelante nuestra vocación: Amarle en esta vida y gozar de El eternamente en el cielo.

Responsabilidad en el cumplimiento de la misión. Este plan de salvación de Dios para cada uno de nosotros exige una respuesta responsable y madura. En ella nos jugamos el destino de nuestras vidas. No es, por tanto, una cuestión de poco más o menos. Es la cuestión fundamental de la vida. “El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad, si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su creador” (Gaudium et Spes, n. 19). María escucha con atención el plan que el Señor le propone en el mensaje del ángel y con plena conciencia, confiando en la palabra de Dios, responde: “Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices”.

Pedirle a María que nos conceda la fuerza para saber responder a Dios cada día con mayor autenticidad y responsabilidad.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Eitorial: Buscando aceite

Desde los tiempos del profeta Oseas, el hombre ha tenido la esperanza de llegar a vivir una intimidad tal con Dios, que entre ambos puedan conocerse íntimamente, tanto como se pueden conocer ambas personas de un matrimonio, y de ahí viene la forma de representar a Dios como el esposo, que en el Evangelio de este domingo XXXII del tiempo ordinario nos presenta el Evangelio, con la parábola de las diez vírgenes.

Si analizamos el relato bajo la lógica mundana, podríamos encontrar algunas fallas, entre ellas por ejemplo, que si cinco se quedaron sin aceite y las otras no les quisieron pasar del suyo por temor a quedarse sin luz, lo lógico hubiera sido que las imprudentes se pegaran a las prudentes, y así hubieran compartido la luz entre todas. Por otra parte, ¿Cómo hicieron para encontrar una tienda abierta a media noche en esa época y conseguir así el aceite que les faltaba?

Pero las parábolas, no son relatos para distraernos, ni cuentos para contar a la luz de una vela. Son enseñanzas profundas y sabias, que siempre terminaban con las palabras de Jesús: “El que tenga oídos que oiga…”, o sea que Él dejaba que el oyente ponga el final, que interprete el significado espiritual de la parábola, y extraiga la enseñanza, la riqueza, la moraleja, el alimento para el alma, nunca para el cerebro.

El Señor nunca quiso quedar en la historia como un cuentista o un seglar. Él vino como el Maestro de toda la humanidad, para mostrarnos la forma en que el Padre nos ama, para mostrarnos cómo es el AMOR con mayúsculas, y terminó su enseñanza diciendo “…como Yo los he amado”, que puede interpretarse como: “Ya les he mostrado todo, ya les he explicado todo, ya lo han visto en Mí, en mi vida y mi obra, ahora, hagan lo mismo”

Visto de esta manera, comprendemos el significado de las diez vírgenes y sus lámparas sin aceite, su desesperación, su angustia e impotencia al ver llegar al esposo, y no poder verlo, ni tampoco hacerse ver con él. Así comprendemos también, y casi podemos ver a estas cinco jovencitas imprudentes, que gastaron su aceite en la puerta del palacio, para alumbrarse mientras jugaban, chismeaban y reían alegremente. Podemos imaginar los chistes contra las prudentes, las miradas, las murmuraciones entre ellas, las críticas y los insultos… y también podemos imaginar la tranquilidad de las prudentes a la llegada del esposo, y la desesperación de las imprudentes al ver cerrarse las puertas.

Hoy en día, ¿a qué cosas le podríamos llamar “el aceite para las lámparas”, que se gasta sin prudencia y sin responsabilidad? Cuántos de nosotros hemos pensado muchas veces, que tenemos tiempo por delante, que aún estamos jóvenes, y que “el Señor es tan bueno, que no va a dejar que a mí me pase nada”, y mientras tanto, minuto que pasa, es minuto que el nivel del aceite baja, y baja, y baja… y el esposo se acerca.

Con toda la cantidad de cosas que el mundo nos fascina a cada instante, llegamos a creer que incluso encontraremos “aceite ecológico”, recién inventado por algún pensador amanecido, que pretende descubrir el secreto de la última cena, la última tentación de Jesús, o hasta la tumba de Cristo. Cuántos lugares que hoy nos ofrecen “aceites” fabulosos, discotecas, modas, comerciales, películas, etc. y etc., que llenan el tanque de nuestra lámpara, y que (lo peor de todo), tú y yo sabemos que llegado el momento, no encenderán ninguna luz para nosotros ni para nadie.

¡Qué peligro!, llegado el momento, pondremos el fósforo en la mecha, y lo podremos dejar hasta quemarnos el dedo… y nada. La lámpara se quedará mas apagada que la superficie de la luna. Vacía y fría, sin vida.

Quizás entonces, sea una buena idea, buscar nomás el viejo y sabio aceite, aquel que ni siquiera se vende, sino que se regala en los templos, aquel que brota como un geiser de la biblia bien leída, aquel que desperdiciamos cada domingo mientras “pajareamos” en la misa, aquel que podemos recoger a cambio de un plato de comida dado con amor a un pobre, aquel aceite que no solo enciende la lámpara, sino que también endulza el alma, aquel que te permite llegar a la cama con paz, cubierto por el amor del que lo fabrica y que quiere con todo su ser vernos recibirlo a manos llenas de la fuente misma: su Corazón abierto por una lanza en el Calvario.

Si, el aceite es oración, es entrega, es comunidad, es esperanza, servicio, humildad, ahora sí podemos decir, que el aceite es “Este es Mi Cuerpo que se entrega por ustedes, hagan lo mismo en memoria Mía”

¿Verdad que sí?

¿Hace falta ir a la iglesia para ser cristiano?

9 de noviembre: Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán
Ezequiel 47,1-2.8-9.12; Salmo 45; I Corintios 3,9-13.16-17; Juan 2,13-22
Por: P. Rainiero Cantalamessa (Predicador del Papa)

¡Esta es la casa de Dios!

Este año, en lugar del XXXII domingo del tiempo ordinario, se celebra la fiesta de la dedicación de la iglesia-madre de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán, dedicada en un primer momento al Salvador y después a San Juan Bautista. ¿Qué representa para la liturgia y para la espiritualidad cristiana la dedicación de una iglesia y la existencia misma de la iglesia, entendida como lugar de culto? Tenemos que comenzar con las palabras del Evangelio: "Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren".

Jesús enseña que el templo de Dios es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido su palabra. Hablando de sí y del Padre dice: "vendremos a él, y haremos morada en él" (Juan 14, 23) y Pablo escribe a los cristianos: "¿No sabéis que sois santuario de Dios?" (1 Corintios 3, 16). Por tanto, el creyente es templo nuevo de Dios. Pero el lugar de la presencia de Dios y de Cristo también se encuentra "donde están dos o tres reunidos en mi nombre" (Mateo 18, 20). El Concilio Vaticano II llama a la familia "iglesia doméstica" (Lumen Gentium, 11), es decir, un pequeño templo de Dios, precisamente porque gracias al sacramento del matrimonio es, por excelencia, el lugar en el que "dos o tres" están reunidos en su nombre.

¿Por qué, entonces, los cristianos damos tanta importancia a la iglesia, si cada uno de nosotros puede adorar al Padre en espíritu y verdad en su propio corazón o en su propia casa? ¿Por qué es obligatorio ir a la iglesia todos los domingos? La respuesta es que Jesucristo no nos salva por separado; vino a formar un pueblo, una comunidad de personas, en comunión con Él y entre sí.

Lo que es la casa para una familia, lo es la iglesia para la familia de Dios. No hay familia sin una casa. Una de las películas del neorrealismo italiano que todavía recuerdo es "El techo" ("Il tetto"), escrita por Cesare Zavattini y dirigida por Vittorio De Sica. Dos jóvenes, pobres y enamorados, se casan, pero no tienen una casa. En las afueras de Roma tras la segunda guerra mundial, inventan un sistema para construir una, luchando contra el tiempo y la ley (si la construcción no llega hasta el techo, en la noche será demolida). Cuando al final terminan el techo están seguros de que tienen una casa y una intimidad propia, se abrazan felices; son una familia.

He visto repetirse esta historia en muchos barrios de ciudad, en pueblos y aldeas, que no tenían una iglesia propia y que han tenido que construirse una por su cuenta. La solidaridad, el entusiasmo, la alegría de trabajar juntos con el sacerdote para dar a la comunidad un lugar de culto y de encuentro son historias que valdría la pena llevar a la pantalla como en la película de De Sica...

Ahora bien, tenemos que evocar también un fenómeno doloroso: el abandono en masa de la participación en la iglesia y, por tanto, en la misa dominical. Las estadísticas sobre la práctica religiosa son como para echarse a llorar. Esto no quiere decir que quien no va a la iglesia haya perdido necesariamente la fe; no, lo que sucede es que se sustituye a la religión instituida por Cristo por la llamada religión "a la carta". En Estados Unidos dicen "pick and choose", toma y escoge. Como en el supermercado. Dejando la metáfora, cada quien se hace su propia idea de Dios, de la oración y se queda tan tranquilo.

Se olvida, de este modo, que Dios se ha revelado en Cristo, que Cristo predicó un Evangelio, que fundó una ekklesia, es decir, una asamblea de llamados, que instituyó los sacramentos, como signos y transmisores de su presencia y de su salvación. Ignorar todo esto para crear la propia imagen de Dios expone al subjetivismo más radical. Uno deja de confrontarse con los demás, sólo lo hace consigo mismo. En este caso, se verifica lo que decía el filósofo Feuerbach: Dios queda reducido a la proyección de las propias necesidades y deseos. Ya no es Dios quien crea al hombre a su imagen, sino que el hombre crea un dios a su imagen. ¡Pero es un Dios que no salva!

Ciertamente una religiosidad conformada sólo por prácticas exteriores no sirve de nada; Jesús se opone a ella en todo el Evangelio. Pero no hay oposición entre la religión de los signos y de los sacramentos y la íntima, personas; entre el rito y el espíritu. Los grandes genios religiosos (pensemos en Agustín, Pascal, Kierkegaard, Manzoni) eran hombres de una interioridad profunda y sumamente personal y, al mismo tiempo, estaban integrados en una comunidad, iban a su iglesia, eran "practicantes".

En las Confesiones (VIII,2), san Agustín narra cómo tiene lugar al conversión al paganismo del gran orador y filósofo romano Victorino. Al convencerse de la verdad del cristianismo, decía al sacerdote Simpliciano: "Ahora soy cristiano". Simpliciano le respondía: "No te creo hasta que te vea en la iglesia de Cristo". El otro le preguntó: "Entonces, ¿son las paredes las que nos hacen cristianos?". Y el tema quedó en el aire. Pero un día Victorino leyó en el Evangelio la palabra de Cristo: "quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre". Comprendió que el respeto humano, el miedo de lo que pudieran decir sus colegas, le impedía ir a la iglesia. Fue a ver a Simpliciano y le dijo: "Vamos a la iglesia, quiero hacerme cristiano". Creo que esta historia tiene algo que decir hoy a más de una persona de cultura.

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]

Dos eventos en ANE Monterrey




El diablo como pasatiempo

Fuente: mercaba.org
Autor: Diego García B.

Hace mucho quedó atrás el tiempo en que todo lo relacionado con el diablo recibía el rechazo unánime de la gente. En el mundo occidental y muy especialmente en los países católicos, era obvio que nadie en su sano juicio podía sentir atracción alguna por el demonio, dado que ese ser, según las Escrituras, no abriga hacia el hombre otro sentimiento que el odio. Para los creyentes de siglos pasados no había duda de que la lucha de Cristo y sus fieles ”no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas” (cfr. Ef 6, 12).

Pero pasó el tiempo y fue difundiéndose, junto con el ateísmo y el rechazo a toda religiosidad, una especie de contracorriente opuesta al cristianismo que poco a poco ha sacado del secreto los cultos satanistas y los ha puesto en el mismo nivel de las doctrinas tradicionales, como si de una opción religiosa más se tratara. De este modo, el satanismo ha invadido rápidamente sectores tan relevantes como los de la música, las artes visuales y los medios masivos de comunicación.

Para nosotros, católicos, resulta difícil entender que alguien pueda desear poner su vida en manos del diablo, considerando que todo lo bueno proviene de Dios (amor, alegría, placer, vida, trascendencia, salud, etc.) y que del diablo, como creatura que fracasó radicalmente en su existencia, sólo podemos esperar el absoluto vacío. Unirse al diablo es compartir el fracaso completo y la frustración de todas las capacidades puestas por Dios en el hombre para que éste llegara incluso a “ser como Dios” y a participar de la Vida Divina.

Sin embargo, la falta de una evangelización profunda del pueblo católico, así como de una catequesis seria y suficiente, ha permitido que una creciente masa de jóvenes perdidos acabe por rechazar con ligereza la fe católica que, en realidad, nunca conoció verdaderamente, y decida abrazar alguna de las múltiples formas de satanismo que los medios ofrecen ostentosamente hoy en día. Muchos jóvenes comienzan por hacerse fanáticos de ciertos grupos musicales que se autodefinen como diabólicos, y llenan sus habitaciones con carteles y símbolos satanistas. Quizá la mayoría de los muchachos que llegan a este punto no pasan de él, pero este primer nivel de satanismo ya es alarmante, pues el ambiente en que se desenvuelve exige desde el principio rechazar explícitamente a Dios, blasfemar y proferir fórmulas de adoración al Maligno. Algunos jóvenes siguen adelante y comienzan a acercarse a la magia y a círculos propiamente demonolátricos. Su rechazo hacia lo sagrado se vuelve más radical o agresivo; su uso de simbología satanista se vuelve consciente y estudiado y aparecen en su indumentaria y hasta en su cuerpo infinidad de accesorios, a veces de complicada e incluso dolorosa aplicación, que los identifican como miembros de un grupo diabólico.

La fascinación que ciertos grupos musicales, películas y programas televisivos de corte satanista tienen en algunos sectores de la juventud es un problema serio que requiere novedosas acciones de contraataque. Este no es ya un fenómeno marginal propio de pequeñas bandas de inadaptados provenientes de las clases más bajas. El satanismo de hoy en día exige a sus adeptos contar con acceso a internet, a MTV y otros canales televisivos por cable, a cierta indumentaria y a diversos productos para escuchar música con la máxima potencia y fidelidad. Esta demonolatría de supermercado está dirigida a las clases media y alta y por eso los grupos darketos que empiezan a pulular por nuestras ciudades están básicamente constituidos por chavos en una situación económica desahogada. No conozco la situación en cada ciudad del Bajío, pero sé que el satanismo se está extendiendo de forma alarmante entre jóvenes estudiantes de reconocidas escuelas privadas de Querétaro. Un grupo de darketos ya cometió un sonado homicidio en dicha ciudad y eso debe constituir una seria advertencia en todo el Bajío para los padres de familia y para las estructuras eclesiales que tienen a los jóvenes en un desesperado abandono.

¿Benditos o malditos?

“Vengan, benditos de mi Padre…” son las palabras que el Señor promete para aquellos que a los ojos de Dios, hayamos terminado nuestras vidas como ovejas (salvos), y no como cabritos (condenados). Y no es que Él haya tenido algo contra esos animalitos, para ponerlos en ese feo lugar, pero como a la Biblia no le sobra ni una coma, resulta útil detenernos en esa diferencia, para sacar de esta lectura tan ampliamente conocida, algunas reflexiones que nos ayuden en nuestro caminar, que gracias a Dios, aún es tiempo de modificar, porque cuando llegue el momento, ya habremos elegido a las ovejas, o a los cabritos.

.Desde siempre, los humanos estamos acostumbrados a ver los rebaños de ovejas en los campos. Son como una gran bellota de lana, que cuando la vemos de lejos, va cambiando de forma muy lentamente, según van las ovejas encontrando tiernos tallos de pasto, y unas van adelantándose a las otras. Esa enorme bellota, se estira, se alarga, se redondea, y se vuelve a estirar, mientras el paso de las nubes en el cielo proyecta sus sombras que parecen hacer cambiar el color del rebaño, mientras los balidos de los corderitos no cesa ni aumenta.

Pero todo se complica, cuando en medio del rebaño (que suele ser muy común), se coloca también a chivos o cabras. Hay un viejo dicho popular que reza: “la cabra tira al monte”, y es porque los chivos son incapaces de permanecer en medio del rebaño. No se conforman con el lugar que les asignó su pastor para pacer, ¡de ninguna manera!

El chivo (o la cabra), tiene que buscar su comida en el monte, en las serranías, trata de subir lo más que puede, sin fijarse en lo escabroso del terreno. El pastor los ubica en los pastos frescos, en terrenos llanos, donde la misma presencia del rebaño les ofrece seguridad, calor y protección. La intensión del pastor, es que permanezcan juntos, porque así él podrá prevenir cualquier ataque de los lobos, porque el terreno es firme y suave, porque el pasto es bueno, y el agua abundante, pero no, los chivos tienen que subir al monte, donde las plantas son espinosas, donde están las cuevas de los lobos, donde se pierden de la vista del pastor, o sea, donde creen que pueden elegir por ellos mismos lo que los deslumbra.

Muchas veces a lo largo de cada día, el pastor tiene que correr hasta el monte para volver a llevar a las cabras hasta el rebaño, y otras tantas, los chivos aprovecharán el primer descuido, para volver a salir por sus caminos de montaña, de tal manera, que al cabo del día, las ovejas habrán comido plácidamente guiadas por el amor y los cuidados del pastor, mientras los chivos, se pasaron el día tratando de escapar, de salir de hacer aquello que les dice su naturaleza.

Entonces, podemos observar que de lo que se trata, no es solamente de vivir en un rebaño (palabra ofensiva para el orgullo de nuestros días). Se trata de una enseñanza de vida en comunidad. El secreto del rebaño, es la vida en común. Es el compartir la abundancia de los pastos, el calor de la cercanía de los demás, es seguir las huellas del Pastor, es confiar en que Él sabe mejor que nosotros dónde encontraremos lo que es mejor.

En el ejemplo de Jesús en Mateo 25, 31-46, lo que el Señor nos está mostrando es el requisito de permanecer en la comunidad, de practicar la comunidad, de encarnar ese rebaño, donde unos demos de comer, de vestir o de beber a los que no lo tienen, un rebaño en el que unos visitemos a los enfermos, llevemos consuelo a los solitarios, un rebaño en fin, en el que practiquemos en la vida de cada día, el apoyo, la cooperación y la ayuda de unos a otros. ¿Esos son los “benditos de mi Padre”!

Mientras que los chivos, cabras, cabritos, o como quiera que se los llame, aquellos que serán formados a la izquierda del trono, serán los que no quieren ver al rebaño y sus necesidades, aquellos que siempre viven con los ojos puestos en las laderas de las montañas, donde las piedras ruedan, los precipicios aguardan y el viento frío sopla sin cesar, donde la soledad de la altura los aísla mientras contemplan indiferentes al rebaño a sus pies, y el frío de la noche termina congelándoles el corazón. Y un corazón congelado, es frío, duro, insensible, es uno más de los “malditos”.

Visto de esta manera, resulta claro para aquellos que aspiramos a la alegría infinita de quedar entre las ovejas de la derecha, que lo que el Señor nos enseña con esta lectura, es a vivir en comunidad, a vernos entre todos como miembros del mismo grupo, a tendernos la mano unos a otros, y a compartir entre todos, con armonía y felicidad (léase paz), las bondades de los pastizales que Él que nos ama más que nadie, eligió para cada uno de nosotros.

Cada casita de oración, es un pequeño rebaño, parte importante de este gran rebaño que hemos venido a llamar Apostolado de la Nueva Evangelización, y que en unión a otros rebaños del mismo redil, constituimos todos juntos la Iglesia Católica, Cuerpo Místico de Jesús.

Visto a los ojos de Jesús que es amor, el Rebaño entonces, no es ofensivo ni humillante. El rebaño es comunidad, armonía, protección y servicio entre todos.

Queda así una pregunta para cada uno de nosotros, para cada una de las casitas de oración, para cada localidad, para cada Zona y a la vez para todo el ANE: ¿Damos de comer a Jesús hambriento, damos vestido a Jesús desnudo, visitamos a Jesús enfermo?, o en otras palabras, ¿Podremos ser llamados “Benditos de mi Padre”?

Videos Provida: Película "Dinero con sangre"