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sábado, 24 de octubre de 2009

Meditando el Evangelio

Yo soy Bartimeo

Para reflexionar un poco sobre el Evangelio de este domingo XXX del Tiempo Ordinario, vamos a mirar detenidamente a Bartimeo, ese mendigo ciego que estaba sentado a la orilla del camino cuando Jesús acompañado por sus discípulos y una gran multitud pasó por allá.

Comencemos pues, poniéndonos en las sandalias de Bartimeo, si es que las tenía, porque lo más probable es que estuviera descalzo, como cualquier mendigo de cualquier lugar y cualquier época.

Comenzamos entonces por decirnos: Yo soy Bartimeo, el ciego de Jericó.

Es cierto que no estoy ciego físicamente, pero, espiritualmente ¿tengo algunas áreas ciegas? Si no asisto a Misa todos los días con la alegría de estar yendo a encontrarme con la persona más importante del universo, si dejo pasar día tras día sin ir a recibir el pan de su Cuerpo y el pan de su Palabra, y me contento con asistir solo el domingo, quiere decir que en esa área, mi vista no está funcionando como debería ¿no?

Si estoy lleno de problemas sin solución aparente, me paso horas y horas mirando el techo desde mi cama, y no acudo a contarle mis cosas al único que posee la paz y las soluciones a todo, y luego de contarle mis problemas y pedirle que me ayude, regreso a mi casa a seguir buscando la solución, quiere decir que la vista de mi fe está con dificultades y tampoco veo bien en esa área ¿no?

Si cada que llego a la casa mi esposa y mis hijos tienen que “cuidarse” porque si no les cae mi “autoridad” para que sepan quién manda en la casa, también estoy con dificultades para ver mi posición en la comunidad familiar que Dios me encomendó cuidar y desarrollar ¿no?

Si cuando tengo una reunión con mis amigos, mi oficina, mi apostolado o mi comunidad, siento aburrimiento, rechazo o temor a encontrarme con alguien, quiere decir que mi vida de comunidad está con problemas y no puedo ver las soluciones ¿no?

Si cuando me encuentro con esa persona que me hizo daño, vuelvo a vivir mi dolor o mi rabia, y siento deseos de que “me las pague”, evito hablar con ella o le mando indirectas para darle a mi vez algo del dolor que yo pasé, tengo problemas de luz en el área del perdón ¿no?

Si me paso el tiempo haciendo las cosas que tengo que hacer protestando, sintiendo rebeldía, quejándome, de tal manera que esas cosas salen a medias, mal hechas o poco atractivas para mí y para los demás, tengo problemas para mirar la tolerancia ¿no?

Si me siento acosado (acosada) por todos, que nadie se da cuenta de las cosas que hago, que todos están en contra mía, que todos me rechazan y me dejan solo(sola) y nadie reconoce mi capacidad y mis méritos, tengo problemas para mirarme a mi mismo en el área del testimonio ¿no?

Todos tenemos problemas en algunas áreas. Nuestra condición humana nos hace muy cortos de vista, de tal manera de que solo miramos bien lo que está cerca, lo que nos toca, pero además, el enemigo se encarga muy bien de regalarnos unos lentes con un diseño muy atractivo y que está de moda. Se llaman “ego” y se fabrican en el taller que se llama “mundo”.

Lo bueno, es que como dice el Evangelio, estamos sentados a la orilla del camino esperando que alguien nos tire unas monedas, y estamos escuchando una muchedumbre bulliciosa que se acerca. ¿Escuchas? La gente habla de Jesús, que está como cada día haciendo milagros.

Jesús está hoy mismo curando leprosos espirituales, abriendo oídos, restaurando pies anquilosados, sanando manos que no trabajaban, pero sobre todo, reviviendo almas que estaban muertas y de camino al cementerio.

¡Vamos, es cuestión de gritarle, porque Él quiere también sanarnos a nosotros! Gritemos con todo nuestro corazón: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”

Él está esperando ese grito, Él hace su caminar un poco más lento para darte tiempo a sentir su cercanía y darte la oportunidad, Él está esperando tu grito.

Jesús te preguntará: “¿Qué quieres que haga Yo por ti?” y tú solo tienes que mencionarle tu enfermedad: Quiero ver mi corazón, quiero ver a mi hermano, quiero ver sin rencores ni odios, quiero vivir la alegría de tu presencia, quiero verte a Ti en cada uno de ellos, quiero que ellos te vean a Ti en mis ojos.

Vamos, hagamos como Bartimeo, tiremos aquello que creemos que es nuestra seguridad, nuestro manto de los miramientos, de las justificaciones, del orgullo. Tiremos también nuestro bastón de la vida social, de las compras y las fiestas, de la sonrisa falsa, la lisonja y la alabanza, del acomodo y los gastos sin motivo. Tiremos todo a un lado y de un salto, pongámonos de pié para que la gente de la multitud nos acerque a Jesús que nos llama.

La multitud que nos rodea, es esa familia, esa comunidad, ese apostolado, esos compañeros de oficina, esos sacerdotes de cada Misa, esos mendigos, esos enfermos, esos ancianos. Todos ellos son los que nos gritan: “Jesús te llama, Jesús te necesita, Jesús está esperando por ti”

La alegría por la posibilidad de que Jesús nos sane, es inmensa, pero no olvidemos que una vez sanados, debemos caminar con Cristo, continuar el viaje hasta Jerusalén donde nos espera ominosa y amenazante la cruz, pero detrás de ella, la luz eterna de la resurrección que nos promete la dicha infinita del cielo. ¡Vamos, pongámonos de pié, Jesús nos llama!

Videos Provida: Película "Dinero con sangre"