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viernes, 13 de febrero de 2009

Aplicando el Evangelio: ¡Quiero!

Marcos 1, 40-45 nos relata el episodio del leproso que se arrodilla ante Jesús suplicando: “Si tú quieres, puedes limpiarme”, y Jesús responde: “Quiero, queda limpio” y el leproso quedó instantáneamente curado.

Cuánta ternura, cuánta delicadeza de ese Dios, que camina incansablemente por las calzadas polvorientas de Israel, y que con cada uno de sus actos desvela, mantiene y ratifica que su misión es el amor incondicional a su propia criatura.

En esa época, los leprosos sufrían doblemente, una vez por su enfermedad, y otra adicional por la soledad a la que se veían obligados por le exclusión, el aislamiento de la sociedad que los consideraba impuros. Pero para Jesús no hay diferencias. Él no excluye a nadie. Él no teme a quedar impuro como se sostenía en la época por el contacto con un enfermo, Él está por encima de la enfermedad y la muerte, y lo demuestra con una sola palabra: ¡Quiero! Y con ella hace retroceder no solo a las llagas, la putrefacción y el hedor, sino también a la misma muerte, que rondaba a ese pobre pensando que su triunfo era cuestión de poco tiempo.

Y qué alegría, qué esperanza llena el corazón, que por la gracia del Espíritu Santo, logra un día ver su propia imagen leprosa, enferma, agobiada por la lucha del día a día, cansada y excluida, y se arrodilla a la orilla del camino suplicando también “Si tú quieres, límpiame”, porque ya sabemos la respuesta: “Quiero, queda limpio”.

Es tan simple, y a la vez tan difícil reconocernos en ese leproso. Simple, porque basta hacer un examen de conciencia para encontrar nuestras llagas, nuestras heridas, nuestra pequeñez, y difícil, porque es necesario reconocerlo, asumirlo y arrepentirse, todo en el nombre del amor.

Es difícil reconocerlo, porque debemos partir de las veces que aún sin pedirlo, hemos recibido el perdón y el olvido de parte de Dios, junto (siempre), a una nueva oportunidad, además de reconocer la facilidad y la rapidez con la que hemos vuelto a caer en las mismas faltas una y otra vez.

Es difícil asumirlo, porque nos resulta muy doloroso aceptar que nuestra llaga central, nuestra enfermedad más dolorosa, radica precisamente en que no sabemos amar. No nos gusta el esfuerzo de tratar de ver con los ojos de Cristo, nos molesta el trabajo de tratar de perdonar con el corazón de Cristo, nos asusta la idea de tratar de tocar con las manos de Cristo, y terminamos levantando los hombros diciendo: “¿Qué puedo hacer?, así soy yo”.

Si, es difícil, pero intentémoslo una vez más. Ahí sigue el Señor esperándonos, y de veras, muy de veras, el SÏ quiere.

Ahora bien, sabemos que ninguno de nosotros puede colocarse en otra posición que la del enfermo necesitado de perdón y misericordia, entonces… ¿Por qué me gusta tanto mirar la enfermedad de mis hermanos? ¿Es que mis ojos solo sirven para mirar llagas? ¿Es que mi corazón solo sabe de envidia, rencor o resentimiento? ¿Es que mis manos solo sirven para lastimar?

¡Vamos!, pongámonos de rodillas a la vera del camino y pidamos a Jesús que nos limpie, pero hagámoslo como Él quiere: Tomados de la mano, juntos, hermanos en el dolor y las llagas, pero también hermanos en la esperanza.

Es simple. Dejemos de mirar las llagas de nuestros cuerpos, si nos abrazamos fuertemente, podremos mirarnos solamente a los ojos, y así veremos nuestras almas, imagen y semejanza de Dios, y lograremos sentir ese corazón de nuestro hermano que, dolorido y solitario espera que lo toquemos con la mano, que lo amemos con el corazón, que lo veamos con misericordia.

¿Creen que es difícil? Los invito. Abracen fuerte a cualquier persona, y por un instante, mírenlo como ustedes creen que los mira Cristo. Oh sorpresa, no podrán ver nada de ese cuerpo lastimado, sino que, si prestan atención, lograran ver que desde ahí adentro, desde los ojos de esa persona, es el propio Jesús que les dirá sonriendo: “ ¡Quiero, queda limpio!” y si tienen ganas, lloren, besen, toquen a ese Cristo, y Él realizará el milagro.

ANE Guasave en la radio por internet

Hemos recibido la siguiente invitación, que la hacemos extensiva a todos nuestros lectores, para que disfruten de un buen programa dominical.

Felicitamos una vez más a ANE Guasave, que sin desmayo ni cansancio, sigue trabajando en la expansión del Reino de Dios.

MIS QUERIDOS HERMANOS EN CRISTO Y MARIA

QUE LA PAZ DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO Y EL VELO DE NUESTRA MADRE SANTISIMA SE ENCUENTRE CON TODOS Y CADA UNO DE USTEDES.

LOS INVITAMOS A QUE ESCUCHEN EL PROGRAMA DE RADIO DE MI CASITA DE ORACION, LOS DOMINGOS DE 2:00 A 3:00 PM HORA DE SINALOA.

LO PUEDEN ESCUHAR POR MEDIO INTERNET, VISITANDO LA PÁGINA:

http://www.promored.com.mx

Y ELIGIENDO LA ESTACION “GS LA LEY” PODRÁN ESCUCHARLO EN VIVO.

LES PEDIMOS POR FAVOR EN EL NOMBRE DE NUESTRO SEÑOR QUE NOS ESCUCHEN, YA QUE ES UN REGALO MUY GRANDE QUE NOS HACE EL SEÑOR A NUESTRO APOSTOLADO.

CONTAMOS CON LA PRESENCIA DE NUESTROS SACERDOTES Y HERMANOS EN LA FE, DANDO TEMAS DE CRECIMIENTO Y FORMACION ESPIRITUAL.

ADEMAS, SE DAN AVISOS DE NUESTRA IGLESIA, Y DE NUESTRO APOSTOLADO.

SUS COMENTARIOS LOPUEDEN HACER EN NUESTRO CORREO ELECTRONICO:

micasitadeoracion@hotmail.com

EN NOMBRE DE TODOS LOS QUE FORMAMOS ANE SINALOA LES ENVIAMOS UN ABRAZO MISERICORDIOSO EN LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESUS Y MARIA.

LUZ MARÍA
ANE GUASAVE, SIN.

Testimonio: Soy Legionario de Cristo

Les comparto este hermoso y valiente testimonio de Juan Pedro Oriol, Sacerdote Legionario de Cristo.
Que Dios los bendiga

Soy Legionario de Cristo
Juan Pedro Oriol
El Norte
8 Feb.09

Sí, soy Legionario de Cristo. ¡Bendita vocación! Inesperada, inmerecida. ¡Gracias Señor!

Hace casi tres años, la Santa Sede expresó un comunicado en el que se invitaba al Padre Maciel a una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público, al tiempo que, "independientemente de la persona del fundador, se reconoce con gratitud el benemérito apostolado de los Legionarios de Cristo y de la asociación Regnum Christi".

En éste y en muchos medios de comunicación salí en defensa abierta del Padre Maciel, eso sí, sin juzgar a los que decían lo contrario. Siendo sincero, hubiera dado lo que fuera por haberlo podido defender aún más. Sí, así fue.

Con un dolor que es difícil describir y del que no quiero hacer el menor alarde, hemos conocido que nuestro fundador llevaba una doble vida y, dentro de ésta, empiezan darse a conocer datos que para nosotros eran impensables y que hoy aún nos cuesta creer que sean verdad, pero lo son.

Sí, soy sacerdote Legionario de Cristo. Presente. Un día, como tantos hermanos legionarios, cuando yo tenía 17 años, dejé atrás mi plan de vida y decidí darlo todo para seguir a Jesús y luchar por Él amando a los demás y tratando de acercarlos al amor que quemaba mi corazón lleno de ensueño y de entrega.

Santi, mi hermano de sangre, se había encontrado a una congregación nueva para mi familia en España. Se llamaban Legionarios de Cristo. Pocos meses después, Santi dejó todo y se fue a la Legión llegada de México lindo y querido.

Aún recuerdo a mis padres aquel día despidiendo al hijo que dejaba su familia, la niña que tanto le quería, su carrera, su moto nueva que apenas alcanzó a disfrutar, en fin, todo, y entraba al noviciado de la congregación que casi no conocíamos..

Todo lo que llevaba era una pequeña maleta, un par de pantalones negros, un poco de ropa blanca y un par de zapatos. El ejemplo de vida de mi hermano y de sus compañeros hizo que un día yo también recibiera el llamado en mi corazón cuando descubrí que Jesús, sonriendo, decía mi nombre.

Dejé mi barca en plena juventud, me corté el pelo, renuncié a mis planes y a mis sueños, y me fui a comenzar el camino de esta vocación que me ha hecho tan feliz y que ha llenado tanto mi vida.

He compartido los 18 años de mi sacerdocio al lado de miles de jóvenes de todo México. Con todas mis limitaciones, he tratado de ayudarles a abrir una rendija de su corazón a la amistad con el Amigo que nunca falla.

Sin merecerlo, he recibido tanto amor de Cristo, he experimentado tanta ternura de María, he aprendido a amar a la Iglesia, he descubierto el valor de las almas y he gozado al ver cómo el Regnum Christi hace tanto bien al que lo recibe.

Y ha llegado la hora de la galerna y en medio de sus olas y de sus embates, nos rodea el asombro ante el misterio que, a mis hermanos Legionarios como a mí, me lleva a querer actuar como Jesús y a entregarme a Él y a los demás con un corazón más limpio en mi vocación.

Unido al Padre Álvaro Corcuera, nuestro director general, y a mis hermanos Legionarios, pido perdón por negar las voces que decían lo que jamás podía haber llegado a imaginar, "pido perdón por tanto sufrimiento" .

He aprendido, como sacerdote, cuando uno ve, conoce y experimenta tantas cosas de la vida de los hombres dentro y fuera del confesionario, que el juicio personal sólo le corresponde a Dios. Y el Evangelio es muy claro: "No juzguéis y no seréis juzgados, perdonad y seréis perdonados".

Seguiremos más que nunca con nuestra labor tratando de hacer siempre el bien y desterrando hasta la última sombra de lo malo. La oración nos cura, purifica y fortalece.

Por ello, pedimos perdón. De todo corazón. Reconocemos los errores, no nos empeñamos en defender los hechos. Tampoco juzgamos la conciencia de un difunto porque no podemos ocupar el lugar que sólo le toca a Dios.

A los que hoy nos dicen que nuestra cara no les parece demasiado limpia, les invitamos a conocer nuestra vida y les abrimos nuestra casa. No queremos reaccionar a la defensiva ante los cuestionamientos que recibimos sin antes haber advertido el deber de mirarnos con toda sinceridad ante el espejo del Evangelio. Y hacerlo con la humildad y la sencillez que Jesús nos pide.

A los que tienen dudas de nosotros y tienen preparadas las piedras para arrojarlas, les pedimos que sigan el camino de la verdad y no mezclen mentiras que tanto confunden y dañan.

Estamos seguros que "la verdad nos hará libres" y hoy, más que nunca, los Legionarios de Cristo la aceptamos y queremos vivirla, cueste lo que cueste, obedeciendo al Papa, sirviendo a la Iglesia y dando la vida por las almas hasta el final.

Eluana estaba viva y la han matado, precisa Federación Internacional de Médicos Católicos

ROMA, 10 Feb. 09 (ACI).-El Presidente de la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos, Simón Castellví, emitió una declaración oficial sobre el caso de Eluana Englaro, quien falleciera ayer; y precisó que "ni como médicos, ni como cristianos, ni como personas podemos aceptar lo que le han hecho a Eluana. Nunca se puede dejar sin comida a un ser humano. Eluana estaba viva y la han matado".

Tras precisar luego que "Eluana respiraba, comía, deglutía, sonreía; y ahora ya no se encuentra en el mundo de los vivos", el texto recuerda que "Eluana era una chica que necesitaba agua, aire, alimentos, higiene, cariño. Cariño le han dado las monjas que la cuidaban, cariño le ha dado su madre, cariño le han dado tantos y tantos italianos de bien".

"Comprendemos perfectamente el dolor del padre. Eluana era como un niño pequeño que necesita cuidados. Pero Eluana estaba viva. Negarle alimentos y sedarla hasta el fin, a ella que no tenía ningún dolor, es simple y llanamente un asesinato. Nada ni nadie pueden justificar retirarle los alimentos y administrarle un sedante para ciertamente acelerar el fin de sus días sin piedad", añade.

Finalmente, la declaración indica que "con la esperanza de que un caso similar no volverá a repetirse, condenamos de la manera más enérgica la eliminación física de Eluana y confiamos en los responsables de los distintos poderes de los países vean el derecho a vivir como base para una convivencia social en paz".

Familia de Terri Schiavo expresa su profundo pesar por muerte de Eluana Englaro


ROMA, 10 Feb. 09 (ACI).-La familia de Terri Schlinder Schiavo, la estadounidense que falleciera por habérsele suspendido la alimentación e hidratación a pedido de su esposo Michael tras 13 días de agonía, expresó su profundo pesar por la muerte de la italiana Eluana Englaro, quien solo pudo resistir 4 días desde que se siguiera el mismo proceso con ella, a pedido de su padre Beppino en la clínica La Quiete, en Udine.

En una breve nota de prensa, el hermano de Terri Schlinder Schiavo, Bobby, comentó que "tristemente la muerte de Eluana nuevamente nos recuerda las palabras del Papa" Juan Pablo II quien afirmaba que "debemos salvarnos de hundirnos en una 'cultura de muerte'".

Bobby Schlinder dijo además que "quitarle (a Eluana) su alimento y agua –su cuidado más básico– para que se muriera, tiene que ver necesariamente con nosotros y lo que vamos a hacer para cuidar a quienes necesitan nuestro amor y compasión para vivir".

La familia, que tras la muerte de su hija creó la Terri Schlinder Schiavo Foundation para ayudar a personas como Eluana, alienta a todos a la oración por el alma de esta joven italiana.

De otro lado, la agencia AICA dio a conocer una carta que Bob Schlinder le envió hace unos días a Beppino Englaro, el padre de Eluana, en la que le pedía recapacitar sobre su decisión de acabar con la vida de su hija. "Se parecerá a un documental sobre los campos de exterminio nazis. No quiero que nadie más muera de esta manera", afirma.

"Yo he sido testigo de este tipo de ejecución y le puedo asegurar que es falso" lo que algunos dicen sobre este tipo de muerte cuando afirman que no causa dolor.

Esta muerte, añadía Bob, es la "más dolorosa que un ser humano pueda experimentar. Esta es la razón por la que siempre se lleva a cabo en la más estricta reserva, lejos de testimonios y grabaciones".

El signo universal de la cruz

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual LC


La Cruz es un signo clave para todos los cristianos y para tantos hombres y mujeres de buena voluntad. Es más que un signo, porque encierra un mensaje universal, perenne, necesario para los corazones.

“La señal de la Cruz es de alguna forma el compendio de nuestra fe, porque nos dice cuánto nos ha amado Dios; nos dice que, en el mundo, hay un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que nuestras debilidades y pecados” (Benedicto XVI, Lourdes, 14 de septiembre de 2008).

Por eso la Cruz se ha convertido en un símbolo imprescindible. Porque Cristo murió en una Cruz para ofrecer a todos, sin discriminaciones, su Amor, su misericordia, su perdón.

La Cruz nos dice que el amor es más fuerte que el mal, que es posible la salvación. Ese fue uno de los mensajes de las apariciones de Lourdes: la invitación de la Virgen María “a todos los hombres de buena voluntad, a todos los que sufren en su corazón o en su cuerpo, a levantar los ojos hacia la Cruz de Jesús para encontrar en ella la fuente de la vida, la fuente de la salvación” (Benedicto XVI, Lourdes, 14 de septiembre de 2008).

En medio del debate suscitado por algunos que desean quitar cualquier cruz en los lugares públicos (escuelas, tribunales, parlamentos, despachos del gobierno), los creyentes necesitamos descubrir el verdadero significado de ese signo.

Tal vez Dios permite esa fobia, ese deseo de eliminar un signo universal, para sacudir nuestra rutina y para avivar nuestro corazón al contemplar a Jesús, el Inocente, clavado en un madero. Podremos, entonces, gritar y testimoniar, con nuestra vida y con nuestra esperanza, un mensaje que es para todos, que no debemos esconder en las sacristías ni en los hogares.

Vale la pena recordar, desde el dolor que produce ver a seres humanos insensibles ante el mensaje universal de la Cruz, estas palabras del Papa Benedicto XVI en su visita a Lourdes:

“Volvamos nuestras miradas hacia Cristo. Él nos hará libres para amar como Él nos ama y para construir un mundo reconciliado. Porque, con esta Cruz, Jesús cargó el peso de todos los sufrimientos e injusticias de nuestra humanidad. Él ha cargado las humillaciones y discriminaciones, las torturas sufridas en numerosas regiones del mundo por muchos hermanos y hermanas nuestros por amor a Cristo”.

lunes, 9 de febrero de 2009

¡Cállate!

Podemos imaginar llenos de un sinnúmero de sentimientos, la figura de Jesús parado en medio de la sinagoga enseñando “con autoridad, no como los escribas” (Mc. 1, 21-28), como dice el Evangelio.

El Maestro de pié, erguido, majestuoso, serio, pero lleno de una ternura que acaricia el alma, y sus ojos que penetran y escrutan hasta los más oscuros rincones, que van saltando de uno a otro de sus oyentes, mientras en su boca se dibuja una abierta sonrisa que invita a la confianza, a la paz.

Y es que entre Jesús y los profetas, existen diferencias marcadas. Mientras los profetas solo pueden repetir lo que escucharon decir a Dios, Jesús es Dios mismo, enseñando, explicando y aclarando las escrituras. Mientras los profetas señalaban el camino para solucionar las angustias del pueblo, Jesús las soluciona directamente Él, y con la sencillez del que posee la solución, va no solo aclarando, sino además va sanando, liberando, perdonando. Por eso es que enseñaba con autoridad, una autoridad que solo puede tener el que no solo conoce la verdad última, sino que la posee, que en última instancia, es la verdad misma.

Qué bello es imaginar al hermoso Galileo, al carpintero de Nazareth, al que sus parientes llegaron a decirle loco, que se pasaba días enteros en medio de multitudes, tocando a los enfermos, devolviendo la vista a los ciegos, curando y atendiendo a tantos y tantos, que no tenía tiempo ni para comer.

Y como suele suceder, el eterno enemigo metido en un rincón oscuro, agazapado, gruñendo su eterna furia, deforme como una inmensa araña, hediondo y destilando odio, resentía la presencia de Jesús, porque él sí podía reconocer su autoridad, su poder, su filiación divina.

Esa araña viscosa, es la misma que se trepa en nuestras espaldas cuando nos susurra un chisme que destruya la fama de alguien, esa es la araña que se relame royéndonos el corazón cuando se lo entregamos por un resentimiento o un odio, por envidia, por lascivia. Ese ser maligno es el que sonríe en la oscuridad cuando descuidamos nuestros deberes de hermanos, cuando volcamos la cara ante el dolor de otro ser humano, o cuando nos apoltronamos frente a una pantalla a pasar las horas observando pecados de todo tipo con verdadero deleite.

Lamentablemente, no podemos verlo físicamente. No nos molestamos en hacerlo a un lado, cuando sus susurros comienzan a manchar nuestra alma, cuando nos dejamos llevar por el placer de una venganza, cuando nos gana la facilidad de humillar al más débil, cuando con furia hacemos a un lado a Jesús, y abrazamos a la araña, simplemente porque alguien no hizo lo que queremos o lo que esperábamos que haga.

La verdad, es que la araña es más fuerte, más astuta y más silenciosa que nosotros, y sus cantos son tan sutiles, tan insistentes, tan rítmicos, que hemos terminado por dejar de escucharlos… porque vivimos con ella sobre nuestras espaldas, mientras nos esmeramos por pintar hermosos retratos nuestros para que los admiren los demás.

Felizmente, ante nuestra impotencia y nuestra debilidad, permanece de pié en la sinagoga de nuestra alma, majestuoso, tranquilo y dueño de la autoridad, el carpintero de Nazareth, que cambia sus ojos de Pastor amoroso por los poderosos ojos del Dios eterno, y mirando a la araña con desdén le ordena fríamente: “¡Cállate, y sal de él”

Jesús, en la cruz le puso una cadena al cuello de la araña, de la que no puede escapar, y solo le queda retorcerse llena de furia, gruñir y amenazar, saltando con rapidez y fuerza… hasta donde se lo permite la cadena. A nosotros nos queda la misión de no acercarnos a ese bicho, mantenernos fuera del largo de su cadena, y así podrá ladrar, gruñir o gritar a nuestro alrededor, pero no podrá morder a quien no lo desafía acercándose a disfrutar “un ratito” de sus tentaciones.

Nuestros ojos humanos, no pueden ver este combate permanente en nuestro alrededor, pero cuando logramos vencer a la tentación, cuando otorgamos un perdón difícil, cuando visitamos a un enfermo solitario, cuando vemos comer a un hambriento, no podemos dejar de sentir esa paz en el alma, que es un reflejo de la ternura que invade al Corazón de un Dios agradecido.

La misión que tenemos los católicos de evangelizar a nuestros hermanos, no se reduce a explicar las Escrituras, ir a los templos y rezar determinadas devociones. Más que nunca evangelizamos con nuestras obras de caridad y piedad cristiana, y podemos estar seguros de que alegramos más al Corazón de Jesús otorgando un perdón, callando un chisme, evitando hablar mal, porque de esa manera, estamos no contando cómo creemos que es Jesús, sino que estamos mostrando a todo el mundo cómo de veras es Jesús, cómo Él está vivo, cómo actúa en nosotros, cómo cambia nuestras vidas, y cómo nos hace gozar de verdadera paz en medio de tantos problemas.

Por eso, nuestra atención debe estar siempre puesta para evitar las innumerables trampas que la araña nos deja para detener nuestro camino y subirse en nuestras espalda, porque con la oración y la Eucaristía, podemos estar seguros de que el bello Varón de Galilea mirará con furia a la araña y le dirá suave pero firmemente “Cállate y sal de ese hombre”

Habla la otra hija del P. Marcial Maciel

Fuente: Catholic.net
Autor: Lucrecia Rego de Planas

Ayer, 4 de febrero, sin que nadie se lo esperara, apareció de repente, como salida de la nada, una hija del P. Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Fue la gran noticia a ocho columnas que recorrió las rotativas del mundo entero, desde el enorme "New York Times", hasta el pequeñito "Diario de Tingüindín", pasando por el "Washington Post", "El País", "Le Monde" y cientos de periódicos más, incluyendo la blogósfera a nivel internacional.

Esa chiquilla, hasta ayer desconocida, sin deberla ni temerla, se ha hecho famosa en el mundo entero en un solo día y... no puedo negar que eso me ha hecho sentirme un poco celosa, pues... yo no saldré publicada en todos los diarios (tal vez en ninguno) y ¡también soy hija del P. Maciel!

No llevo su sangre en mis venas (por eso no soy noticia), pero gran parte de lo que soy (casi todo) se lo debo a él. Sí, el P. Maciel es mi padre (Nuestro Padre, como cariñosamente le llamamos los miembros del Regnum Christi) y lo digo con mucho orgullo.

Es cierto que sus genes no son mis genes (ésos, los heredé de mis padres biológicos) pero mi cerebro está lleno de los pensamientos que él me enseñó; mis palabras están contagiadas de las palabras que desde niña leí en sus cartas, al grado que a veces confundo las suyas con las mías; mi espiritualidad es la espiritualidad que él me enseñó a desarrollar; mi vida de oración es tal como él me enseñó a orar; mi corazón siente tal como él me enseñó a sentir, siempre poniendo a los demás antes que a mí.

De él recibí las pautas para llevar con éxito mi vida matrimonial, para educar a mis hijos con disciplina y delicadeza, para trabajar con ardor por la salvación de las almas y la extensión del Reino de Cristo. Gracias a él conocí a Dios y pude tener un encuentro personal con Jesucristo, que se convirtió, desde mi adolescencia, en el Centro, Modelo y Criterio de mi vida. Soy, sin lugar a dudas, una auténtica hija del P. Maciel.

Pero... ella, mi hermana menor, la que acaba de aparecer, y no yo, es a la que han hecho famosa todos los diarios. Era de esperarse, pues ella es su hija como fruto de la debilidad humana y de un pecado secreto, de ésos que todos hemos cometido en alguna ocasión (y eso, lo escandaloso y turbio es lo que busca la prensa). Yo, en cambio, no soy noticia... porque soy hija de las cosas buenas del P. Maciel, soy fruto de sus muchas buenas obras, de sus buenos pensamientos, de su fortaleza, de su entrega; de su amor a Jesucristo, a las almas y a la Iglesia; de su intensa vida de oración y su enorme riqueza intelectual, espiritual y apostólica que dejó plasmada en su cartas y en las constituciones de la Legión y el Regnum Christi.

¿Es ella, la ahora famosa, más hija del P. Maciel que lo que soy yo? No, creo que no.

En fin... muchos me preguntaban ayer si no me sentía triste y decepcionada de Nuestro Padre con la noticia de su “doble vida”. No, en absoluto. “Dobles vidas” las tenemos todos, porque todos en la Iglesia somos pecadores y nuestra vida virtuosa se ve continuamente tentada por las astucias del demonio y manchada por el pecado.

Gracias a Dios, contamos con el sacramento de la Penitencia, que nos permite, con un sincero arrepentimiento, limpiar el pasado y empezar a caminar de nuevo en gracia. Estoy plenamente segura de que Nuestro Padre recurrió a ese sacramento y que ahora está en la Gloria de Dios, no por sus pecados (que deben haber sido muchos) sino por las innumerables buenas obras que realizó durante su vida en bien de la Iglesia y las almas.

Sé que muchos se retirarán avergonzados al conocer los pecados de Nuestro Padre. Yo me quedo aquí, con los que queden, para continuar la hermosa obra que inició el P. Maciel, defendiendo nuestro carisma fundacional, para que no se pierda nada de todo lo bueno que él nos dejó en herencia.

Soy “la otra hija del P. Maciel” y, aunque no soy noticia, a él, mi padre (“Nuestro Padre”), sólo le debo (al igual que ayer y que siempre) un gran respeto, una venerable admiración, un profundo cariño filial y un sincero y enorme agradecimiento. ¡Que Dios lo guarde en su Gloria!

Lucrecia Rego de Planas
Dirección de Catholic.net

La pedrada

Autor: P. Félix Jiménez Tutor
Escolapio

Hace unos años un joven profesional circulaba por una calle de Harlem. Iba orgulloso en su flamante Mercedes recién estrenado. De repente vio un niño entre dos coches. Y cuando pasaba a su lado un ladrillo se estrelló contra la puerta de su nuevo coche.

Dio un frenazo y salió furioso. Cogió al niño y comenzó a gritarle todo tipo de amenazas.

Perdone, señor, decía el niño, no sabía qué hacer y le tiré el ladrillo porque nadie paraba. El niño lloraba desconsoladamente mientras señalaba el suelo. Es mi hermano, se ha caído de la silla de ruedas y no lo puedo levantar. ¿Me podría ayudar? El joven lo levantó y lo sentó en su silla de ruedas.

El ejecutivo montó en su Mercedes y nunca lo arregló. El impacto del ladrillo le recordaría siempre a no viajar tan rápido y a que le tuvieran que tirar un ladrillo para prestar ayuda al caído en el camino de la vida.

¿Cuántos ladrillos nos tienen que tirar a nosotros para frenar nuestro ritmo y ver a los hermanos caídos?

Nosotros no nos queremos manchar las manos. No queremos denunciar el mal. No queremos correr riesgos y seguimos hacia adelante.

Aquel joven, ese día, recibió la pedrada no en el coche, sino en el corazón y lloró con el niño y sanó una vida humana con un sencillo gesto.

El evangelio de Marcos es el evangelio de las piedras que lanzan a Jesús los necesitados. Jesús frena, se detiene y levanta a los caídos.

Marcos nos narra un día cualquiera de la vida de Jesús, un sábado cualquiera.

Por la mañana en la casa de oración: proclama la palabra, enseña con autoridad y actúa con poder expulsando un espíritu malo.

A mediodía: de la casa de oración a la casa de Simón. Curación y comida. Al atardecer: servicio de sanación.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se fue a un lugar solitario y se puso a orar.

Así serían la mayoría de los días de Jesús.

ORACIÓN.

Abrir el corazón de par en par a Dios. Darle gracias por el nuevo día. Pedirle fuerza para enfrentarse a la vida. Pedirle sabiduría para hacer su voluntad. Pedirle amor para encajar las pedradas y sentir compasión por los necesitados..

La oración es comunicación con Dios, es el lenguaje del amor.

Cuando nos paseamos por la calle vemos a las personas, celular en mano, comunicándose con sus padres , amigos, novios... necesidad imperiosa de estar conectados.

El mundo de Jesús es su Abba, su padre, y la oración es su celular, su medio de conexión con Dios. La oración es la manera de decir a su Padre me importas, te quiero.

Durante el día, la predicación.

"Vamos a los pueblos vecinos y yo también predicaré allí, pues para esto he venido".

Jesús recorre caminos y calles y casas de oración predicando el Reino de Dios. Y sana a los enfermos, echa los malos espíritus y les manda callar.

Predicación y servicio: sanar, perdonar, liberar , hacer personas nuevas y libres.

Simón y Andrés interrumpen su oración y le dicen: ¿qué haces aquí solo?, ¿con quién hablas?, ¿por qué pierdes el tiempo?

"Todos te buscamos".

Qué hermosa afirmación si fuera verdad! ¿Quién busca a Jesús? ¿Para qué le buscan?

-Unos le buscan para ponerle a prueba

-otros le buscan para pedirle un milagro.

-otros para traicionarle.

-otros para matarle...

Todos te buscamos Eso lo podemos decir todos los que estamos aquí. Más difícil nos resulta decir por qué o para qué le buscamos.

Le buscamos porque estamos enfermos, tenemos problemas, tenemos miedo a morir, porque es bueno y lo puede todo...

Jesús nos invita no sólo a buscarle sino a imitarle. Quiere que un día cualquiera de nuestra vida sea como uno cualquiera de su vida: el celular de la oración, la predicación de la palabra y de la vida, y el servicio. La suegra de Pedro, una vez sanada se puso el delantal y les sirvió. La esencia del seguidor es el servicio.

Videos Provida: Película "Dinero con sangre"