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viernes, 14 de noviembre de 2008

Editorial: ¿Y… qué hice yo con los talentos?

Ya llega el Adviento, y es preciso prepararnos para recibir al Salvador. Muy pronto comenzará un nuevo año litúrgico, y éste que pasa, entrará en la gaveta de aquello que ya no podemos cambiar, pasó, y sólo cada uno de nosotros sabe qué es lo que nos deja en el alma. Es bueno entonces, examinarnos un poquito, para comenzar a hacer nuestra lista de propósitos para el próximo año, en el que el Señor nos regalará una oportunidad más para acercarnos a Él que nos espera con el corazón ansioso.

La parábola de los talentos, nos habla de que no solo es cuestión de poseerlos, sino que la condición para sentir “el deber cumplido”, la de hacerlos producir, y hacia allí debemos caminar todos.

Sin embargo, en esta oportunidad, es bueno meditar también en una situación que no toca ninguna de esas situaciones, sino que el empleado que recibe los talentos (no digamos uno ni dos, sino de verdad, pensemos en cinco o más), no los hace producir, ni los entierra, sino que, como la mayoría de nosotros, los utiliza para divertirse, conseguir sus propios fines, acumular riqueza o escalar las tortuosas gradas del poder, de tal manera, que cuando llegue el amo, ni siquiera podremos devolverle lo que nos dio.

¿Cuántas veces he usado las capacidades (léase talentos) que el Señor me ha regalado, para desde mi poltrona acusar, manipular o humillar a mis hermanos en busca de mi comodidad? ¿Cuántas veces he usado mi posición (otro talento regalado) para mirar hacia abajo únicamente con ojos de crítica o desdén, olvidándome del rostro de Cristo que contempla mi actitud con dolor y pena? ¿Cuántas veces he dejado de hacer algo que debía, cargando a los demás aún con mis obligaciones, para luego “calificar” con rigor el resultado en lugar de agradecer?

Indudablemente, todas las facilidades que se nos presentan en la vida, todas aquellas cosas que nos distinguen particularmente de los demás, todas las habilidades con que nacimos, son parte de los talentos que el Señor nos encomienda no solo cuidar en esta vida, sino que nos pide además, trabajar para sacar de ellos frutos que sean de utilidad y servicio a los demás. En otras palabras, aquellas gracias que al nacer son adornos de cada uno, debemos trabajarlas con humildad, para convertirlas en virtudes, porque frente a Dios, el único adorno valedero y precioso, es la forma en la que repartimos amor y servicio a los demás.

Es muy fácil cumplir las obligaciones litúrgicas, y veamos el cómo y el porqué: Cuando la sociedad espera que presentemos al nuevo hijo, cuando desea reunirse a comer y beber, cuando quiere mostrar su nivel económico y agasajar a los amigos, entonces sí, “hay que bautizar al bebé” (aunque a veces el bebé ya aprendió a fumar el año pasado). ¿Qué pasó con la salvación de su alma, con su incorporación como un nuevo miembro del Cuerpo Místico de Jesús, como un nuevo hijo de la Iglesia, con el compromiso de criarlo como un buen católico, guiarlo y enseñarle a ser un hombre de bien? “Ah, por supuesto, eso también, pero lo que nos preocupa es la fiesta, los invitados…” contestamos.

La Primera Comunión, es otro gastadero, otra fiesta, que el traje nuevo, que los zapatos, que las invitaciones, que la comida y los tragos, “y encima, nos obligan a ir a unos cursillos para hablarnos lo de siempre”, y por supuesto, nos olvidamos del ejemplo al niño o niña, dejamos para lueguito una charla sobre la trascendencia del momento, sobre la maravilla de recibir en su alma al Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del mismísimo Redentor del mundo, porque hace tanto tiempo que pasó la última vez que tuvimos una Comunión con Jesús…

¿Matrimonio religioso? “Tenemos que hacerlo, porque sus padres lo exigen”, aunque “para mí, es solo un papelito sin valor, porque el compromiso es de corazón a corazón”, y luego pretendemos construir una familia feliz… en la que por supuesto, la felicidad se basa en el tamaño y la marca del televisor.

Y ni qué hablar del servicio a los necesitados, a los pobres, a los enfermos, a los ancianos, a tantos y tantos que pasan noches de dolor y silencio, de abandono y desesperación a veces al lado mismo de nuestra casa, o peor aún, en el dormitorio de abajo, donde la abuela está sentada contemplando la fotografía en blanco y negro del abuelo fallecido hace unos meses.

No, la verdad, es que ni siquiera hemos enterrado los talentos que se nos encargó guardar y hacer producir. Simple y alegremente, los desperdiciamos, los gastamos en la ruleta de la vida, contentos y satisfechos… hasta que llegue el Patrón.

Y cuando Éste llegue, no nos mirará a los ojos, ni a la cara, ni a la ropa, Él mirará qué es lo que queda detrás de nosotros. Mirará nuestras huellas, calificará la forma en que cumplimos su encargo de amarnos como Él nos amó. Él mirará las caras de aquellos que puso a nuestro cuidado, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros inferiores jerárquicos, nuestros enfermos y nuestros ancianos, y… ¿sonreirá… o llorará?

Con el alma a flor de piel

Fuente: Catholic.net
Autor: Ma Esther De Ariño

El alma es un soplo divino. Dios infunde un alma al ser humano a su imagen y semejanza. El alma como partícula que brota del Padre Creador, es esencia de El mismo y por eso es imagen y semejanza suya, y el Hijo de Dios al hacerse hombre en la figura de Jesucristo se hace semejante al ser humano en su envoltura corporal sin dejar de ser Dios. Ese soplo divino, o sea el alma, se une al comienzo de un nuevo ser humano en el instante mismo en que el óvulo es fecundado, en ese preciso instante , ni antes ni después.

Todos los hombres tienemos un alma que nos alienta y da vida, es un alma inmortal. El alma de los niños es un alma nueva, recién salida del corazón de Dios. Pura, limpia, vigorosa, armónica, bella y grande, casi más grande que el cuerpecito del niño o la niña que la posee.

Por eso podemos decir que vemos su alma, pues nos basta mirar sus ojos. A los ojos del niño se asoma el alma, se desborda por su persona inundándolo de inocencia y candor. Al abrazarlos podemos sentir que abrazamos su alma, que abrazamos a Dios.

El ser humano va creciendo y se ocupa y preocupa por fortalecerse intelectual y físicamente. Ejercicio para los músculos, alimentación balanceada y pasar y repasar libros y universidades tal vez. Todo en un orden perfecto que nos dará un ejemplar, en algunos casos admirable, del ser humano pero.... el alma se quedó raquítica. No hubo para ella ejercicios espirituales, ni vitaminas ni tónicos de fortalecedores Sacramentos, no tuvo la luz ni el diario calor del sol de la oración, diálogo vivificante con Dios su Creador. Nada hubo para ella y se empequeñeció, al grado de quedar anémica y debilitada en el fondo, muy en el fondo, de la persona que la olvidó.

Y así hay seres en todos los niveles, pobres y ricos, figuras prominentes de la sociedad o en el ambiente artístico que al mirarlos no encontramos el destello divino y vemos por el contrario que están con el cuerpo atrapado por las pasiones y la parte animal se hace presente en todos sus actos.

Sin embargo hay otros seres, también en todos los niveles sociales y distintas profesiones, que tiene el alma grande. Un alma que está encerrada en el frágil envoltorio humano pero que creció al unísono, en concordia con la estructura física o a veces hasta más, lo vemos en los místicos, San Francisco de Asís, San Juan de la Cruz, las tres Teresas , la del Niño Jesús, la de Ávila y la Madre Teresa de Calcuta, el Papa Juan Pablo II, citando solo estos nombres pues la lista sería interminable, o incluso personas que hoy está muy cerca de nosotros en nuestra familia o amistades.

Y tanta es su grandeza que parece que se escapa por sus poros y la vemos al mirar sus ojos, en su sonrisa, en su forma de vestir, en la manera en que nos da la mano, en su forma de hacer una caricia...lleva un aura en su contorno que casi se hace tangible y al estar en su presencia es como si nuestro cuerpo, con frío, se acercara al rayo del sol, por el calor que nos transmiten esas almas a flor de piel.

Cuando nos encontramos con estas personas en nuestro diario vivir, decimos que tienen un "no se qué" y es porque están llenas de Gracia, llenas de la presencia de Dios.

Esforcémonos en hacer que nuestra alma crezca al unísono de nuestro cuerpo, dándole la vida espiritual que necesita para fortalecerse, pues ella es la que no hace inmortales y fue el regalo de Dios al comenzar a Ser.

Que cada día se haga más fuerte, más grande y así podamos ir por la vida llevando siempre nuestra alma a flor de piel.

Preparando la Navidad

Como cada año, las distintas localidades del ANE en todo el mundo, se alistan para festejar la llegada de otro aniversario más del nacimiento de nuestro Salvador en el Portal de Belén, y para ello, se implementan diversas iniciativas, que iremos mostrándoselas, como una manera más de compartir ideas y experiencias, animándolos a imitarlas o implementar sus ideas propias, siempre con el fin de festejar a Dios-niño en las personas que Él más quiso, los pobres.

Esta vez, les mostramos una invitación de CASANE Chaparral de Monterrey, que nos hizo llegar la siguiente invitación:

Queridos hermanos,

Navidad es tiempo de dar y de darnos. El Apostolado de la Nueva Evangelización apoya a 50 familias que viven en condiciones de pobreza extrema. ¡Tú puedes ayudar!
Demos con alegría y amor, para que estas familias sepan que no están solas. Seamos las manos del Señor.


¿Sabías que puedes AYUDAR muchísimo a otras personas esta Navidad?

Como muchos de ustedes saben, gracias a la generosidad de nuestros colaboradores, el ANE actualmente apoya una vez al mes a 50 familias con pobreza extrema, llevándoles despensas y desayunos en el CASANE Chaparral ubicado en los Cavazos, Santiago, N.L.

Haciendo un sondeo de las necesidades más apremiantes para estas familias, nos dimos cuenta de que por su tipo de vivienda (techos y paredes de madera, lámina o cartón) pasarán mucho frío en este próximo invierno y se pensó que el regalo idóneo será de dos almohadas y dos cobertores a cada familia, la meta es recolectar 100 cobertores y 100 almohadas, de preferencia nuevos por ser un regalo de Navidad o bien pueden ser usados agradeciendo que estén en muy buen estado. Si sus posibilidades son de donar solo uno o varios de estos artículos será igualmente bienvenido y sumamente agradecido porque con su valiosa ayuda llegaremos a la meta.

Por otro lado, también se puede ayudar donando todo lo que no uses en casa desde artículos de decoración, muebles, cocina, juguetes, etc., hasta ropa de todas las tallas y edades ambos sexos, incluyendo artículos de bebés y/o recién nacidos. Esto será con el fin de hacer un bazar que tendremos con motivo de la fiesta de Cristo Rey el 23 de Noviembre para terminar de construir la Capilla del Chaparral.
¿Cómo nos hacen llegar los cobertores y almohadas de regalo de Navidad y/o las cosas que quieran donar?

Comuníquense con Gina Gutiérrez tel. 24.51.57.96 cel. 81.80.88.23.47 / CASANE CHAPARRAL y nos pondremos de acuerdo para facilitarles al máximo la entrega de los mismos.

Muchísimas gracias de antemano porque con su ayuda se llevarán a cabo estos dos proyectos, tanto el de Navidad como el de la construcción de la Capilla.

Haciendo esto estaremos viviendo lo que Jesús nos propone en el Evangelio de San Mateo: “En verdad les digo que cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí”. Y haciendo nuestra la voz de San Pablo les decimos: “Han hecho ustedes bien en socorrerme cuando me ví en dificultades, mi DIOS por su parte, con su infinita riqueza remediará con esplendidez todas las necesidades de ustedes por medio de CRISTO JESUS”

Que Dios recompense el ciento por uno de su valiosa ayuda y de nuevo muchísimas gracias.

CASANE CHAPARRAL

Ante un arroyo de montaña

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual LC

La corriente fluye, fresca, ágil, cristalina. Viene de lo alto, de la lluvia, de la tierra que almacena recuerdos de agua viva. Se dirige a lugares desconocidos, lejanos: un lago, un valle fértil, el mar con sus misterios y sus olas.

Miramos, de nuevo, nuestro arroyo. Se escucha un rumor constante, quebrado por golpes de prisa, detenido en momentos de pausa. Un gorrión se acerca, bebe un poco de agua, se zambulle unos instantes y vuela, libre, contento, refrescado.

¿Qué misterios encierra nuestra vida? ¿Será corriente, será manantial, será océano profundo, sereno, oscuro? Todo transcurre muy deprisa. El tiempo no se detiene. La sangre pasa de venas a arterias y de arterias a venas. Mientras, el corazón trabaja, noche y día. Muchas células nacen y mueren, en un esfuerzo titánico por conservar el aliento de la vida.

¿Qué queda tras el viento, la lluvia, el silencio sugestivo de una noche de verano? ¿Por qué nuestra alma, inquieta, no se contenta con su mirar el agua que grita y pasa? ¿De dónde nace el deseo de amar, de dar, de construir un mundo mejor, de mirar a un niño y sonreír ante sus sueños de inocencia?

El arroyo no ha dejado de levantar murmullos. Las rocas, un día más, han resistido el golpe de la corriente. Quizá los años puedan quebrarlas, quizá algún día dejarán su firmeza para terminar, hechas pedazos, en una playa de arena blanca y tibia.

Nosotros miramos al cielo. Alguien nos hizo grandes, y, a la vez, nos formó de arcilla. El camino se hace frágil, el viento deja sus heridas, y un cariño nos llena de esperanza, mientras los grillos cantan y las golondrinas terminan la cosecha de su día.
La vida encierra mil misterios. El amor no termina, nos lanza a mundos nuevos, nos empuja a cielos infinitos. Dios mira con cariño a cada hombre, y espera que un día, cansado o fuerte, anciano o niño, arroyo impetuoso o río sereno, abra el Evangelio y aprenda a llamarle con el nombre que más quiere: Padre nuestro que estás en los cielos...

El mundo gira, la cruz permanece en pie

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual LC

Los cartujos adoptaron en sus monasterios un lema que conserva toda su fuerza: “Stat crux dum volvitur orbis”: la cruz permanece en pie, mientras el mundo gira.

Las crisis económicas, las catástrofes por terremotos o huracanes, las desgracias que surgen con las guerras y la delincuencia, recuerdan a cada generación una verdad que olvidamos en los tiempos de bonanza: nada en el mundo permanece, todo lo material y humano está sometido a la ley del cambio.

La cruz de Cristo, sin embargo, conserva la vitalidad y la fuerza de su mensaje para cada generación, para cada pueblo, para cada persona, para cada circunstancia de la vida.

Porque en medio de las guerras y los crímenes la cruz consuela a las víctimas e invita a los verdugos al arrepentimiento.

Porque en los periodos de sequía y de hambre la cruz mueve los corazones para que sepan compartir sus alimentos (pocos o muchos) con quienes viven en medio de la miseria.

Porque en los momentos de bendiciones y de paz la cruz invita a no apegarnos a lo pasajero y a usar del dinero y de los bienes materiales para compartirlos con los más necesitados.

Porque en los tiempos de crisis y de bancarrota la cruz permite mirar hacia el cielo y reconocer que en el dinero no lo es todo.

Porque en la hora de la enfermedad y de la muerte la cruz consuela y acompaña al enfermo y a sus familiares y permite emprender la última travesía agarrados a un madero de esperanza, según una famosa expresión de san Agustín.

Porque, en definitiva, lo único importante en la vida humana, con sus penas y sus alegrías, sus fiestas y sus funerales, consiste en dejarse abrazar por Jesús el Nazareno, en acoger su Sangre bendita, en suplicarle el perdón de nuestras culpas, y en ofrecerle un gesto de caridad en quienes lo necesitan: los enfermos, los pobres, los ancianos, los desilusionados por los mil avatares de la vida.

El mundo gira y cambia, la cruz sigue en pie. Vale la pena recordarlo, mientras miramos a un crucifijo y le pedimos al Señor que sea nuestro Camino, nuestra Verdad, nuestra Vida, en el tiempo y en lo eterno.

Otro "Rey del aborto" convertido en defensor de la vida:

La historia de Stojan Adasevic

MADRID, 13 Nov. 08 (ACI).-El diario La Razón de España dio a conocer el caso de un nuevo "rey del aborto" convertido: Stojan Adasevic, quien llegara a realizar 48 mil abortos en total y hasta 35 en un solo día, es actualmente el principal líder pro-vida de Serbia, pero durante 26 años fue el ginecólogo abortista más prestigioso de la Belgrado comunista.

El periódico español señala que "los libros de medicina del régimen comunista decían que abortar era, simplemente, extirpar un trozo de tejido. Los ultrasonidos que permitían ver al feto llegaron en los años 80, pero no cambiaron su opinión. Sin embargo, empezó a tener pesadillas".

Al relatar su proceso de conversión, explica el diario, Adasevic "soñaba con un hermoso campo, lleno de niños y jóvenes que jugaban y reían, de cuatro a 24 años, pero que huían aterrados de él. Un hombre vestido con un hábito blanco y negro lo miraba intensamente, en silencio. El sueño se repetía cada noche y despertaba con sudores fríos. Una noche preguntó al hombre de negro y blanco por su nombre. 'Me llamo Tomás de Aquino', respondió el hombre del sueño. Adasevic, formado en la escuela comunista, nunca había oído hablar del genial santo dominico, no reconoció el nombre".

"'¿Por qué no me preguntas quiénes son estos niños? Son los que mataste con tus abortos', le dijo Tomás. Adasevic despertó, impresionado, y decidió no practicar más intervenciones", prosigue.

"Ese mismo día vino a su hospital un primo con su novia, embarazada de cuatro meses, para hacerse su noveno aborto, algo bastante frecuente en los países del bloque soviético. El doctor accedió. En vez de sacar el feto miembro a miembro, decidió machacarlo y sacarlo como una masa. Sin embargo, el corazón del bebé salió aún latiendo. Adasevic se dio cuenta entonces de que había matado a un ser humano".

Tras ese macabro episodio, Adasevic "informó al hospital de que no haría más abortos. Nunca en la Yugoslavia comunista un médico se había negado. Redujeron su salario a la mitad, echaron a su hija del trabajo, no dejaron entrar a su hijo en la universidad".

Tras dos años de presiones y a punto de rendirse, volvió a soñar con Santo Tomás: "'eres mi buen amigo, persevera', dijo el hombre de blanco y negro. Adasevic se comprometió con los grupos pro-vida. Dos veces consiguió que la televisión yugoslava emitiera la película de ultrasonidos 'El grito silencioso', de otro famoso ex-abortista, el doctor Bernard Nathanson".

Actualmente el doctor Adasevic ha publicado su testimonio en revistas y diarios de Europa del Este, como la rusa Liubitie Drug Druga. Ha vuelto al cristianismo ortodoxo de su infancia y también ha aprendido cosas sobre Santo Tomás de Aquino.

"Tomás, influido por Aristóteles, escribió que la vida humana empezaba 40 días después de la fertilización", escribe Adasevic en Liubitie Drug Druga. La Razón comenta que "el doctor sugiere que quizá el Santo buscaba compensar ese error. Adasevic, 'el Nathanson serbio', prosigue hoy su lucha por la vida de los más pequeños".

María cumple la misión que Dios le da

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Antonio Izquierdo, P. Florian Rodero

Toda vida humana es una llamada no solamente a la existencia, sino que encierra en sí misma una misión determinada, aunque a veces escondida para nosotros. María es el ejemplo más noble de una creatura que recibe una misión de Dios y la lleva a término de modo acabado y perfecto.

Al nacer se nos da una misión. Nuestra vida comienza más auténticamente cuando recibimos la gracia del bautismo. ¿De qué nos hubiera valido nacer -dice S. Agustín- si no hubiéramos sido redimidos? Con el nacimiento de María quedó marcado, de modo singular, en la historia el plan de Dios, el misterio escondido desde todos los siglos. Ella, como todos nosotros, fue elegida antes de la creación del mundo para ser santa en el amor. Pero María tiene una misión muy particular y única: La de hacer posible la presencia del Verbo entre nosotros. Gracias a que María aceptó la misión de ser Madre del Salvador, pudo realizarse la redención del género humano.

Dios elige nuestra misión. No somos nosotros los que hemos decidido vivir, ni tampoco quienes escogimos las circunstancias de nuestro nacimiento. No nos define, por tanto, en primer lugar, la libertad, sino la dependencia de Dios. “El mundo y el hombre -nos dice el Catecismo de la Iglesia católica, n.34- atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer principio ni su fin último, sino que participan de Aquel que es el Ser en sí, sin origen y sin fin”. Hemos sido elegios en Cristo y “destinados de antemano según el designio de quien todo lo hace conforme al deseo de su voluntad” (Ef 1,11). Esta es la elección general. Dios providente nos presenta a cada cual el modo como tenemos que llevar adelante esa elección. En María se manifiesta de una forma muy patente: Dios envió a su ángel, a una ciudad de Nazaret, en el sexto mes, a una doncella llamada María. Dios sabe el cuando de cada una de nuestras vidas y de un modo u otro nos descubre la forma de llevar adelante nuestra vocación: Amarle en esta vida y gozar de El eternamente en el cielo.

Responsabilidad en el cumplimiento de la misión. Este plan de salvación de Dios para cada uno de nosotros exige una respuesta responsable y madura. En ella nos jugamos el destino de nuestras vidas. No es, por tanto, una cuestión de poco más o menos. Es la cuestión fundamental de la vida. “El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad, si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su creador” (Gaudium et Spes, n. 19). María escucha con atención el plan que el Señor le propone en el mensaje del ángel y con plena conciencia, confiando en la palabra de Dios, responde: “Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices”.

Pedirle a María que nos conceda la fuerza para saber responder a Dios cada día con mayor autenticidad y responsabilidad.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Eitorial: Buscando aceite

Desde los tiempos del profeta Oseas, el hombre ha tenido la esperanza de llegar a vivir una intimidad tal con Dios, que entre ambos puedan conocerse íntimamente, tanto como se pueden conocer ambas personas de un matrimonio, y de ahí viene la forma de representar a Dios como el esposo, que en el Evangelio de este domingo XXXII del tiempo ordinario nos presenta el Evangelio, con la parábola de las diez vírgenes.

Si analizamos el relato bajo la lógica mundana, podríamos encontrar algunas fallas, entre ellas por ejemplo, que si cinco se quedaron sin aceite y las otras no les quisieron pasar del suyo por temor a quedarse sin luz, lo lógico hubiera sido que las imprudentes se pegaran a las prudentes, y así hubieran compartido la luz entre todas. Por otra parte, ¿Cómo hicieron para encontrar una tienda abierta a media noche en esa época y conseguir así el aceite que les faltaba?

Pero las parábolas, no son relatos para distraernos, ni cuentos para contar a la luz de una vela. Son enseñanzas profundas y sabias, que siempre terminaban con las palabras de Jesús: “El que tenga oídos que oiga…”, o sea que Él dejaba que el oyente ponga el final, que interprete el significado espiritual de la parábola, y extraiga la enseñanza, la riqueza, la moraleja, el alimento para el alma, nunca para el cerebro.

El Señor nunca quiso quedar en la historia como un cuentista o un seglar. Él vino como el Maestro de toda la humanidad, para mostrarnos la forma en que el Padre nos ama, para mostrarnos cómo es el AMOR con mayúsculas, y terminó su enseñanza diciendo “…como Yo los he amado”, que puede interpretarse como: “Ya les he mostrado todo, ya les he explicado todo, ya lo han visto en Mí, en mi vida y mi obra, ahora, hagan lo mismo”

Visto de esta manera, comprendemos el significado de las diez vírgenes y sus lámparas sin aceite, su desesperación, su angustia e impotencia al ver llegar al esposo, y no poder verlo, ni tampoco hacerse ver con él. Así comprendemos también, y casi podemos ver a estas cinco jovencitas imprudentes, que gastaron su aceite en la puerta del palacio, para alumbrarse mientras jugaban, chismeaban y reían alegremente. Podemos imaginar los chistes contra las prudentes, las miradas, las murmuraciones entre ellas, las críticas y los insultos… y también podemos imaginar la tranquilidad de las prudentes a la llegada del esposo, y la desesperación de las imprudentes al ver cerrarse las puertas.

Hoy en día, ¿a qué cosas le podríamos llamar “el aceite para las lámparas”, que se gasta sin prudencia y sin responsabilidad? Cuántos de nosotros hemos pensado muchas veces, que tenemos tiempo por delante, que aún estamos jóvenes, y que “el Señor es tan bueno, que no va a dejar que a mí me pase nada”, y mientras tanto, minuto que pasa, es minuto que el nivel del aceite baja, y baja, y baja… y el esposo se acerca.

Con toda la cantidad de cosas que el mundo nos fascina a cada instante, llegamos a creer que incluso encontraremos “aceite ecológico”, recién inventado por algún pensador amanecido, que pretende descubrir el secreto de la última cena, la última tentación de Jesús, o hasta la tumba de Cristo. Cuántos lugares que hoy nos ofrecen “aceites” fabulosos, discotecas, modas, comerciales, películas, etc. y etc., que llenan el tanque de nuestra lámpara, y que (lo peor de todo), tú y yo sabemos que llegado el momento, no encenderán ninguna luz para nosotros ni para nadie.

¡Qué peligro!, llegado el momento, pondremos el fósforo en la mecha, y lo podremos dejar hasta quemarnos el dedo… y nada. La lámpara se quedará mas apagada que la superficie de la luna. Vacía y fría, sin vida.

Quizás entonces, sea una buena idea, buscar nomás el viejo y sabio aceite, aquel que ni siquiera se vende, sino que se regala en los templos, aquel que brota como un geiser de la biblia bien leída, aquel que desperdiciamos cada domingo mientras “pajareamos” en la misa, aquel que podemos recoger a cambio de un plato de comida dado con amor a un pobre, aquel aceite que no solo enciende la lámpara, sino que también endulza el alma, aquel que te permite llegar a la cama con paz, cubierto por el amor del que lo fabrica y que quiere con todo su ser vernos recibirlo a manos llenas de la fuente misma: su Corazón abierto por una lanza en el Calvario.

Si, el aceite es oración, es entrega, es comunidad, es esperanza, servicio, humildad, ahora sí podemos decir, que el aceite es “Este es Mi Cuerpo que se entrega por ustedes, hagan lo mismo en memoria Mía”

¿Verdad que sí?

¿Hace falta ir a la iglesia para ser cristiano?

9 de noviembre: Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán
Ezequiel 47,1-2.8-9.12; Salmo 45; I Corintios 3,9-13.16-17; Juan 2,13-22
Por: P. Rainiero Cantalamessa (Predicador del Papa)

¡Esta es la casa de Dios!

Este año, en lugar del XXXII domingo del tiempo ordinario, se celebra la fiesta de la dedicación de la iglesia-madre de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán, dedicada en un primer momento al Salvador y después a San Juan Bautista. ¿Qué representa para la liturgia y para la espiritualidad cristiana la dedicación de una iglesia y la existencia misma de la iglesia, entendida como lugar de culto? Tenemos que comenzar con las palabras del Evangelio: "Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren".

Jesús enseña que el templo de Dios es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido su palabra. Hablando de sí y del Padre dice: "vendremos a él, y haremos morada en él" (Juan 14, 23) y Pablo escribe a los cristianos: "¿No sabéis que sois santuario de Dios?" (1 Corintios 3, 16). Por tanto, el creyente es templo nuevo de Dios. Pero el lugar de la presencia de Dios y de Cristo también se encuentra "donde están dos o tres reunidos en mi nombre" (Mateo 18, 20). El Concilio Vaticano II llama a la familia "iglesia doméstica" (Lumen Gentium, 11), es decir, un pequeño templo de Dios, precisamente porque gracias al sacramento del matrimonio es, por excelencia, el lugar en el que "dos o tres" están reunidos en su nombre.

¿Por qué, entonces, los cristianos damos tanta importancia a la iglesia, si cada uno de nosotros puede adorar al Padre en espíritu y verdad en su propio corazón o en su propia casa? ¿Por qué es obligatorio ir a la iglesia todos los domingos? La respuesta es que Jesucristo no nos salva por separado; vino a formar un pueblo, una comunidad de personas, en comunión con Él y entre sí.

Lo que es la casa para una familia, lo es la iglesia para la familia de Dios. No hay familia sin una casa. Una de las películas del neorrealismo italiano que todavía recuerdo es "El techo" ("Il tetto"), escrita por Cesare Zavattini y dirigida por Vittorio De Sica. Dos jóvenes, pobres y enamorados, se casan, pero no tienen una casa. En las afueras de Roma tras la segunda guerra mundial, inventan un sistema para construir una, luchando contra el tiempo y la ley (si la construcción no llega hasta el techo, en la noche será demolida). Cuando al final terminan el techo están seguros de que tienen una casa y una intimidad propia, se abrazan felices; son una familia.

He visto repetirse esta historia en muchos barrios de ciudad, en pueblos y aldeas, que no tenían una iglesia propia y que han tenido que construirse una por su cuenta. La solidaridad, el entusiasmo, la alegría de trabajar juntos con el sacerdote para dar a la comunidad un lugar de culto y de encuentro son historias que valdría la pena llevar a la pantalla como en la película de De Sica...

Ahora bien, tenemos que evocar también un fenómeno doloroso: el abandono en masa de la participación en la iglesia y, por tanto, en la misa dominical. Las estadísticas sobre la práctica religiosa son como para echarse a llorar. Esto no quiere decir que quien no va a la iglesia haya perdido necesariamente la fe; no, lo que sucede es que se sustituye a la religión instituida por Cristo por la llamada religión "a la carta". En Estados Unidos dicen "pick and choose", toma y escoge. Como en el supermercado. Dejando la metáfora, cada quien se hace su propia idea de Dios, de la oración y se queda tan tranquilo.

Se olvida, de este modo, que Dios se ha revelado en Cristo, que Cristo predicó un Evangelio, que fundó una ekklesia, es decir, una asamblea de llamados, que instituyó los sacramentos, como signos y transmisores de su presencia y de su salvación. Ignorar todo esto para crear la propia imagen de Dios expone al subjetivismo más radical. Uno deja de confrontarse con los demás, sólo lo hace consigo mismo. En este caso, se verifica lo que decía el filósofo Feuerbach: Dios queda reducido a la proyección de las propias necesidades y deseos. Ya no es Dios quien crea al hombre a su imagen, sino que el hombre crea un dios a su imagen. ¡Pero es un Dios que no salva!

Ciertamente una religiosidad conformada sólo por prácticas exteriores no sirve de nada; Jesús se opone a ella en todo el Evangelio. Pero no hay oposición entre la religión de los signos y de los sacramentos y la íntima, personas; entre el rito y el espíritu. Los grandes genios religiosos (pensemos en Agustín, Pascal, Kierkegaard, Manzoni) eran hombres de una interioridad profunda y sumamente personal y, al mismo tiempo, estaban integrados en una comunidad, iban a su iglesia, eran "practicantes".

En las Confesiones (VIII,2), san Agustín narra cómo tiene lugar al conversión al paganismo del gran orador y filósofo romano Victorino. Al convencerse de la verdad del cristianismo, decía al sacerdote Simpliciano: "Ahora soy cristiano". Simpliciano le respondía: "No te creo hasta que te vea en la iglesia de Cristo". El otro le preguntó: "Entonces, ¿son las paredes las que nos hacen cristianos?". Y el tema quedó en el aire. Pero un día Victorino leyó en el Evangelio la palabra de Cristo: "quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre". Comprendió que el respeto humano, el miedo de lo que pudieran decir sus colegas, le impedía ir a la iglesia. Fue a ver a Simpliciano y le dijo: "Vamos a la iglesia, quiero hacerme cristiano". Creo que esta historia tiene algo que decir hoy a más de una persona de cultura.

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]

Dos eventos en ANE Monterrey




El diablo como pasatiempo

Fuente: mercaba.org
Autor: Diego García B.

Hace mucho quedó atrás el tiempo en que todo lo relacionado con el diablo recibía el rechazo unánime de la gente. En el mundo occidental y muy especialmente en los países católicos, era obvio que nadie en su sano juicio podía sentir atracción alguna por el demonio, dado que ese ser, según las Escrituras, no abriga hacia el hombre otro sentimiento que el odio. Para los creyentes de siglos pasados no había duda de que la lucha de Cristo y sus fieles ”no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas” (cfr. Ef 6, 12).

Pero pasó el tiempo y fue difundiéndose, junto con el ateísmo y el rechazo a toda religiosidad, una especie de contracorriente opuesta al cristianismo que poco a poco ha sacado del secreto los cultos satanistas y los ha puesto en el mismo nivel de las doctrinas tradicionales, como si de una opción religiosa más se tratara. De este modo, el satanismo ha invadido rápidamente sectores tan relevantes como los de la música, las artes visuales y los medios masivos de comunicación.

Para nosotros, católicos, resulta difícil entender que alguien pueda desear poner su vida en manos del diablo, considerando que todo lo bueno proviene de Dios (amor, alegría, placer, vida, trascendencia, salud, etc.) y que del diablo, como creatura que fracasó radicalmente en su existencia, sólo podemos esperar el absoluto vacío. Unirse al diablo es compartir el fracaso completo y la frustración de todas las capacidades puestas por Dios en el hombre para que éste llegara incluso a “ser como Dios” y a participar de la Vida Divina.

Sin embargo, la falta de una evangelización profunda del pueblo católico, así como de una catequesis seria y suficiente, ha permitido que una creciente masa de jóvenes perdidos acabe por rechazar con ligereza la fe católica que, en realidad, nunca conoció verdaderamente, y decida abrazar alguna de las múltiples formas de satanismo que los medios ofrecen ostentosamente hoy en día. Muchos jóvenes comienzan por hacerse fanáticos de ciertos grupos musicales que se autodefinen como diabólicos, y llenan sus habitaciones con carteles y símbolos satanistas. Quizá la mayoría de los muchachos que llegan a este punto no pasan de él, pero este primer nivel de satanismo ya es alarmante, pues el ambiente en que se desenvuelve exige desde el principio rechazar explícitamente a Dios, blasfemar y proferir fórmulas de adoración al Maligno. Algunos jóvenes siguen adelante y comienzan a acercarse a la magia y a círculos propiamente demonolátricos. Su rechazo hacia lo sagrado se vuelve más radical o agresivo; su uso de simbología satanista se vuelve consciente y estudiado y aparecen en su indumentaria y hasta en su cuerpo infinidad de accesorios, a veces de complicada e incluso dolorosa aplicación, que los identifican como miembros de un grupo diabólico.

La fascinación que ciertos grupos musicales, películas y programas televisivos de corte satanista tienen en algunos sectores de la juventud es un problema serio que requiere novedosas acciones de contraataque. Este no es ya un fenómeno marginal propio de pequeñas bandas de inadaptados provenientes de las clases más bajas. El satanismo de hoy en día exige a sus adeptos contar con acceso a internet, a MTV y otros canales televisivos por cable, a cierta indumentaria y a diversos productos para escuchar música con la máxima potencia y fidelidad. Esta demonolatría de supermercado está dirigida a las clases media y alta y por eso los grupos darketos que empiezan a pulular por nuestras ciudades están básicamente constituidos por chavos en una situación económica desahogada. No conozco la situación en cada ciudad del Bajío, pero sé que el satanismo se está extendiendo de forma alarmante entre jóvenes estudiantes de reconocidas escuelas privadas de Querétaro. Un grupo de darketos ya cometió un sonado homicidio en dicha ciudad y eso debe constituir una seria advertencia en todo el Bajío para los padres de familia y para las estructuras eclesiales que tienen a los jóvenes en un desesperado abandono.

¿Benditos o malditos?

“Vengan, benditos de mi Padre…” son las palabras que el Señor promete para aquellos que a los ojos de Dios, hayamos terminado nuestras vidas como ovejas (salvos), y no como cabritos (condenados). Y no es que Él haya tenido algo contra esos animalitos, para ponerlos en ese feo lugar, pero como a la Biblia no le sobra ni una coma, resulta útil detenernos en esa diferencia, para sacar de esta lectura tan ampliamente conocida, algunas reflexiones que nos ayuden en nuestro caminar, que gracias a Dios, aún es tiempo de modificar, porque cuando llegue el momento, ya habremos elegido a las ovejas, o a los cabritos.

.Desde siempre, los humanos estamos acostumbrados a ver los rebaños de ovejas en los campos. Son como una gran bellota de lana, que cuando la vemos de lejos, va cambiando de forma muy lentamente, según van las ovejas encontrando tiernos tallos de pasto, y unas van adelantándose a las otras. Esa enorme bellota, se estira, se alarga, se redondea, y se vuelve a estirar, mientras el paso de las nubes en el cielo proyecta sus sombras que parecen hacer cambiar el color del rebaño, mientras los balidos de los corderitos no cesa ni aumenta.

Pero todo se complica, cuando en medio del rebaño (que suele ser muy común), se coloca también a chivos o cabras. Hay un viejo dicho popular que reza: “la cabra tira al monte”, y es porque los chivos son incapaces de permanecer en medio del rebaño. No se conforman con el lugar que les asignó su pastor para pacer, ¡de ninguna manera!

El chivo (o la cabra), tiene que buscar su comida en el monte, en las serranías, trata de subir lo más que puede, sin fijarse en lo escabroso del terreno. El pastor los ubica en los pastos frescos, en terrenos llanos, donde la misma presencia del rebaño les ofrece seguridad, calor y protección. La intensión del pastor, es que permanezcan juntos, porque así él podrá prevenir cualquier ataque de los lobos, porque el terreno es firme y suave, porque el pasto es bueno, y el agua abundante, pero no, los chivos tienen que subir al monte, donde las plantas son espinosas, donde están las cuevas de los lobos, donde se pierden de la vista del pastor, o sea, donde creen que pueden elegir por ellos mismos lo que los deslumbra.

Muchas veces a lo largo de cada día, el pastor tiene que correr hasta el monte para volver a llevar a las cabras hasta el rebaño, y otras tantas, los chivos aprovecharán el primer descuido, para volver a salir por sus caminos de montaña, de tal manera, que al cabo del día, las ovejas habrán comido plácidamente guiadas por el amor y los cuidados del pastor, mientras los chivos, se pasaron el día tratando de escapar, de salir de hacer aquello que les dice su naturaleza.

Entonces, podemos observar que de lo que se trata, no es solamente de vivir en un rebaño (palabra ofensiva para el orgullo de nuestros días). Se trata de una enseñanza de vida en comunidad. El secreto del rebaño, es la vida en común. Es el compartir la abundancia de los pastos, el calor de la cercanía de los demás, es seguir las huellas del Pastor, es confiar en que Él sabe mejor que nosotros dónde encontraremos lo que es mejor.

En el ejemplo de Jesús en Mateo 25, 31-46, lo que el Señor nos está mostrando es el requisito de permanecer en la comunidad, de practicar la comunidad, de encarnar ese rebaño, donde unos demos de comer, de vestir o de beber a los que no lo tienen, un rebaño en el que unos visitemos a los enfermos, llevemos consuelo a los solitarios, un rebaño en fin, en el que practiquemos en la vida de cada día, el apoyo, la cooperación y la ayuda de unos a otros. ¿Esos son los “benditos de mi Padre”!

Mientras que los chivos, cabras, cabritos, o como quiera que se los llame, aquellos que serán formados a la izquierda del trono, serán los que no quieren ver al rebaño y sus necesidades, aquellos que siempre viven con los ojos puestos en las laderas de las montañas, donde las piedras ruedan, los precipicios aguardan y el viento frío sopla sin cesar, donde la soledad de la altura los aísla mientras contemplan indiferentes al rebaño a sus pies, y el frío de la noche termina congelándoles el corazón. Y un corazón congelado, es frío, duro, insensible, es uno más de los “malditos”.

Visto de esta manera, resulta claro para aquellos que aspiramos a la alegría infinita de quedar entre las ovejas de la derecha, que lo que el Señor nos enseña con esta lectura, es a vivir en comunidad, a vernos entre todos como miembros del mismo grupo, a tendernos la mano unos a otros, y a compartir entre todos, con armonía y felicidad (léase paz), las bondades de los pastizales que Él que nos ama más que nadie, eligió para cada uno de nosotros.

Cada casita de oración, es un pequeño rebaño, parte importante de este gran rebaño que hemos venido a llamar Apostolado de la Nueva Evangelización, y que en unión a otros rebaños del mismo redil, constituimos todos juntos la Iglesia Católica, Cuerpo Místico de Jesús.

Visto a los ojos de Jesús que es amor, el Rebaño entonces, no es ofensivo ni humillante. El rebaño es comunidad, armonía, protección y servicio entre todos.

Queda así una pregunta para cada uno de nosotros, para cada una de las casitas de oración, para cada localidad, para cada Zona y a la vez para todo el ANE: ¿Damos de comer a Jesús hambriento, damos vestido a Jesús desnudo, visitamos a Jesús enfermo?, o en otras palabras, ¿Podremos ser llamados “Benditos de mi Padre”?

Videos Provida: Película "Dinero con sangre"