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viernes, 17 de abril de 2009

La Misericordia

El Domingo de la Divina Misericordia, es una fiesta muy grande en la Iglesia Católica y especialmente en el corazón de cada uno de sus fieles. ¿Habrá acaso alguien que no se sienta en la necesidad, en la urgencia de recibir misericordia frente a la realidad de su vida? Todos, alguna vez hemos tenido que levantar los ojos al cielo y clamar por misericordia y perdón, y es magnífico que tengamos un día al año dedicado a ese maravilloso atributo de Dios.

Si tratamos de contemplar a Cristo hecho hombre en cualquiera de las etapas de su vida (seamos o no creyentes) desde el portal de Belén hasta su gloriosa ascensión, podremos observar que en Él se destacan dos constantes manifestaciones: El amor y la Misericordia.

El amor que lo lleva a anonadarse desde su condición de Dios Todopoderoso hasta el humilde niño que levanta las manitos en el pesebre, y que se caracteriza por ser una entrega continua de Sí mismo que lo lleva a vivir treinta y tres años con la única idea de manifestar todo lo que su Padre le había pedido.

El amor de Cristo, que se mantiene incólume, sabiendo en lo que terminaría, y que ya desde el episodio de la pérdida en el Templo lo movía a aclarar que Él tenía que cumplir lo que su Padre le había encomendado (Lc 2, 41): La salvación de todo el género humano. A lo largo de toda su vida pública, Jesús repite una y otra vez que Él esperaba “su hora”, que “aún no llegaba la hora”, y el conocimiento de su misión, unido a las características de “su hora”, no hicieron mella en el amor que repartía permanentemente por donde iba, llegando a la cúspide cuando grita angustiado “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”(Lc 23, 34).

Pero el amor puro, no habría sido manifestado en toda su maravillosa plenitud si no tuviera como complemento a la misericordia. El origen de la palabra nos lo explica todo. Misericordia proviene del latín Misere = miseria, y corde = corazón. Entonces quiere decir que Jesús conoce perfectamente mis miserias, mi pecado, mi pobreza y mi pequeñez, pero por su amor, los guarda en su corazón. Todo que Cristo quiere, es seguir amándome, y todo lo que Él espera, es que yo me haga merecedor y digno de ese amor. Ahí está encerrada la simpleza, la sencillez que lo trajo al mundo en busca de nuestra salvación resumido en dos palabras: amor misericordioso.

Amor que se manifiesta tantas veces a lo largo de cada día. Amor que llena mi vida de regalos, esta vida que por sí misma es una manifestación de ese amor, y que Dios mantiene sin descanso, siempre con una sonrisa de ternura y comprensión.

Misericordia que no se cansa, y que ante cada caída, me vuelve a mostrar las heridas de los clavos en sus manos y la lanza en su costado, que al abrirse dejó salir ese manantial imparable que sostiene al mundo entero.

Y cuántas veces igual que Tomás, me es tan difícil creer. Cuántas veces me niego a aceptar que Jesús está vivo en mi familia, en mi hogar, en mi pareja o mis hijos, que solo por amor aceptan también mis miserias y las guardan en sus corazones. ¿Cuántas veces me mostrado cínico, cruel al ver una equivocación, un error, un descuido en ellos, olvidando que ellos soportan los míos? ¡Ay, qué grande y molesta es esta viga que me no me deja ver!

Una oración convertida en canción dice: “Señor, haz mi corazón semejante al tuyo”, porque solo Él puede realizar el cambio en nuestra pequeñez humana. Solo contemplando a Cristo que manifiesta su misericordia en la cruz podremos avanzar un poquito cada día, en el camino de ser misericordiosos, tan misericordiosos, como deseamos que Cristo lo sea con nosotros.

martes, 14 de abril de 2009

Fiesta grande en los cielos

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual LC

Hay fiesta grande en los cielos. Los querubines, los serafines, los principados, las potestades, los ángeles de primera y de segunda fila, los arcángeles: todos cantan, danzan, gritan de alegría.

Porque un esposo infiel ha pedido perdón a su esposa. Y porque la esposa lo ha perdonado.

Porque un banquero honesto ha resistido a un soborno. Y porque un banquero deshonesto ha perdonado deudas injustas y ha repartido su dinero entre los pobres.

Porque un hijo caprichoso ha empezado a obedecer a sus padre. Y porque sus padres han aprendido que se logra más con el cariño que con la ira.

Porque un obrero holgazán ha pedido perdón a su jefe y ha empezado a trabajar en serio. Y porque su jefe ha empezado a darle un salario justo y a tratarlo verdaderamente como a hermano.

Porque un sacerdote tibio ha tirado por la ventana su egoísmo. Y porque un sacerdote anciano sigue dando en su parroquia consejos, homilías y reprimendas llenas de cariño.

Porque un médico ha decidido no abortar nunca más a ningún hijo, a pesar del riesgo de arruinar su carrera. Y porque otro médico rechazó ofertas desleales de una compañía farmacéutica y decidió no recetar nunca medicinas inútiles.

Porque un político perdió su cargo por ser fiel a la conciencia. Y porque otro político se atrevió a reconocer sus mentiras y afrontó una vida de aparente fracaso público y de verdadera victoria ética.

Porque un ateo superó sus prejuicios y sintió, como nunca, la existencia de un Dios cercano y bueno. Y porque un creyente no tuvo miedo de ser puesto en ridículo y comunicó con su alegría y su amor auténtico la belleza de vivir como católico.

Porque en este día tú y yo podemos decir sí al amor y a la misericordia, podemos permitir a Dios que nos perdone, y podemos perdonar también nosotros a quien nos deba algo.

Hay fiesta grande en los cielos. Sobre todo, porque el Padre nos ofrece continuamente a su Hijo, nos envía el Espíritu Santo, y tiene a su lado a una Virgen nazarena que supo decir siempre sí al amor y a la esperanza.

La historicidad de la resurrección de Jesucristo

Fuente: www.revistaecclesia.info
Autor: Jesús de las Heras Muela

"La fe de los cristianos -escribió en el siglo V San Agustín- es la resurrección de Cristo. No es gran cosa creer que Jesús ha muerto; esto lo creen también los paganos; todos los creen. Lo verdaderamente grande es creer que ha resucitado". Y esta fe de la Iglesia -la piedra angular sobre la que sostiene la Iglesia y la esperanza de la humanidad- es lo que acabamos de celebrar en Semana Santa y lo que ahora durante cincuenta días podemos y debemos seguir celebrando y degustando.

Además esta creencia no es vana, ilusoria o acientífica, sino que se basa en relatos de la primerísima hora del cristianismo y en el incontestable testimonio de cómo aquel minúsculo, aterido y despavorido grupo de seguidores de Jesús se convirtió en pocas décadas después en la mayor y más decisiva fuerza religiosa y social de la historia. Si Cristo no hubiera resucitado, los romanos y los judíos habrían podido descubrir su cadáver o la falsificación sobre su tumba vacía y la creencia en su resurrección. Nadie más interesado que ellos al respecto. Y no lo lograron.

No obstante, una determinada cultura, con expresiones en la literatura y en cine, llevan algunos años impugnando y ridiculizando esta verdad. Un ejemplo reciente de ello -un tanto patético, por cierto- lo ha constituido un documental de James Cameron.

"La tumba de Cristo" de James Cameron

En una nueva farsa publicitaria, en un nuevo engaño mercantilista, hace un tiempo apareció el documental titulado "La tumba de Cristo", producido y emitido por Chanel Discovery TV y dirigido por James Cameron, el director de la laureadísima "Titanic", espléndido filme que a todos nos conmovió. Este documental, sin embargo, es una mentira, una patraña sobre la supuesta tumba de Jesucristo, de su también supuesta mujer María Magdalena y el hijo de ambos, llamado Judas. Se trata de una nueva falsedad, de un grave timo a la arqueología, a la historia y a la religión y al más elemental sentido común y, ante todo, de una nueva manifestación de la ilimitada capacidad de engañar y de estafar con todo el descaro del mundo con tal de sacar dinero y de lograr notoriedad pública. Esta es la "película" de hechos:

1.- El lunes día 26 de febrero, en el contexto de la entrega de los Oscar y en el inicio de la cuaresma cristiana, James Cameron anunciaba a bombo y platillo que el domingo día 4 de marzo se estrenaba en la Canal televisivo Discovery un documental, dirigido por él, sobre la tumba de Jesucristo.

2.- Dicho documental, supuesto fruto de cinco años de trabajo, llevados en el más riguroso de los silencios, demostraría además no sólo la existencia de la tumba de Jesús y sus restos mortales, sino también los osarios de una mujer llamada María Magdalena, un niño llamado Judas y los restos que otras personas, que podrían ser la madre y los hermanos de Jesús.

3.- Como toda prueba científica para verificar tal despropósito, se aducían las inscripciones en las tumbas de los citados nombres -eso sí, sin más apellidos ni señas- y unas genéricas constataciones acerca de la datación de las tumbas y de los osarios, que podrían remontarse a hace dos mil años, más o menos.

4.- Con tan peregrinas verificaciones, James Cameron anunciaba que su documental demostraba, de un lado, la existencia histórica de Jesús -¡gracias, Cameron...!- y, de otro lado, que estuvo casado con María Magdalena -faltaría más- y que tuvo un hijo, llamado Judas, faltaría también más y claro, no una hija llamada Sara como los años pasados hubimos de soportar de los bodrios novelísticos y fílmicos de Dan Brown.

5.- Inmediatamente después del anuncio de James Cameron, quien al ganar hace una decena de años un montón de Oscar con "Titanic" se autoproclamó el rey del mundo y quien ahora sí que va a naufragar y naufragar del todo, el arqueólogo judío que en 1980 descubrió la tumba calificó de imposibles las tesis de Cameron, a las que descalificó rotundamente, tildándolas de puros reclamos publicitarios y mercantilistas. En la misma línea, se pronunciaron otros muchos arqueólogos e historiadores.

6.- Entre los argumentos que barajaban estos arqueólogos serios, se hallan la multitud de inscripciones que llevan el nombre de Jesús, la improbabilidad de que un galileo se hubiera enterrado en Jerusalén, las falsificaciones de los últimos años en estas materias ya que cada poco tiempo aparecen tumbas nuevas y maravillosas y el poco rigor del trabajo del equipo de Cameron.

7.- El secretario de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra, por su parte, calificó de arqueología fantasiosa, de falseamiento de la historia y reconstrucción puramente mediática y comercial el "hallazgo" y la película de Cameron, a la que califica de "especulación absurda e interesada".


Las razones que avalan la Resurrección
Si todos estos argumentos ya deberían bastar para desmontar y olvidarnos de este nuevo invento e injuriosa mentira, los cristianos debemos saber más y debemos tener más razones todavía para su rechazo y para garantizar la historicidad de la resurrección:
1.- Claro que Jesús de Nazaret fue un personaje histórico, dos años mil antes de que James Cameron necesitara dinero fresco y se reinventara su historia.

2.- Claro que Cristo murió y que fue sepultado, eso sí en la actual basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, tal y como demuestran la más seria y rigurosa de las arqueologías modernas.

3.- Cristo resucitó y la resurrección es un hecho metahistórico, pero cierto e indudable tal y como prueban el sepulcro vacío, las apariciones, los persistentes testimonios cristianos del primerísima hora, la no impugnación del hecho por parte de sus contemporáneos, la transformación posterior de sus apóstoles y discípulos, la sangre de tantos mártires, los criterios de las múltiples fuentes, la convergencias y congruencias de los testigos y de los relatos, lo insólito y definitivo del anuncio y tantas y tantas otras razones.

4.- Son un "camelo" y una grave falta de respeto y de dignidad los continuos "rollos" sobre si Jesús se casó o dejó de casarse con María Magdalena, tema sobre el que no tenemos ningún prueba ni indicio medianamente aceptable, sino todo lo contrario.

5.- Cristo resucitó y, por ello, su tumba estuvo y está vacía, no hay huesos ni restos, ni ADN, ni nada de nada, porque Cristo vive.

6.- La historia de la Iglesia y del cristianismo, con sus luces y con sus sombras, con sus santos y con sus pecadores, es también prueba irrefutable de que Cristo vive, de que resucitó.

7.- Por ello, todo ello, proyectos e iniciativas como la de Cameron son un delirio de grandeza, un insulto a la inteligencia, una falta de respeto a los cristianos de nuestra hora y de toda la historia y un indisimulado afán de búsqueda de dinero, de notoriedad y de manipulación interesada. Cameron se lo pierde y a este nuevo "Titanic" suyo de "La tumba de Jesús" no lo sacará nadie de las profundidades del océano de la vulgaridad, del mercantilismo y de la estupidez.

Y son, además, otra constatación de la existencia, de la grandeza y de la misma resurrección del Señor, porque de los contrario no merecería ser objeto de tanta polémica.

lunes, 13 de abril de 2009

John Howard, un gobernante cristiano ejemplar

En este tiempo en el que parece haberse puesto de moda atacar sin misericordia a todo lo que huele a Cristo o cristiano, hemos recibido una noticia, que aunque data de diciembre del año pasado, es muy actual y ejemplar para los católicos latinoamericanos. Un ejemplo de valentía, convicción y consecuencia que deberíamos tomar todos. ¡Muy bien hecho, señor Howard!

SYDNEY, dic 28 (Sun Times) - El primer ministro australiano, John Howard, dijo el miércoles a los musulmanes que quieran vivir bajo la Sharia islámica que se marchen de Australia, en momentos en que el gobierno se encuentra aislando a posibles grupos radicales que podrían lanzar ataques terroristas contra el pueblo de esa isla-continente en un futuro. Asimismo, Howard despertó la furia de algunos musulmanes australianos cuando dijo que le ha dado todo su apoyo a las agencias de contrainteligencia australianas para espiar a las mezquitas que hay en la nación.

'Los que tienen que adaptarse al llegar a un nuevo país son los inmigrantes, no los australianos', expresó con firmeza el mandatario. 'Y si no les gusta, que se vayan. Estoy harto de que esta nación siempre se esté preocupando de no ofender a otras culturas o a otros individuos. Desde el ataque terrorista en Bali, hemos experimentado un incremento de patriotismo entre los australianos'.

'Nuestra cultura se ha desarrollado sobre siglos de luchas, pruebas y victorias de millones de hombres y mujeres que vinieron aquí en busca de libertad', agregó Howard.

'Aquí hablamos inglés fundamentalmente', dijo el primer ministro en un momento de su enérgico discurso. 'No hablamos árabe, chino, español, ruso, japonés ni ninguna otra lengua. Por lo tanto, si los inmigrantes quieren convertirse en parte de esta sociedad, ¡que aprendan nuestro idioma!'

El mandatario continuó diciendo que la mayoría de los australianos son cristianos. 'Esto no es un ala política ni un juego político. Se trata de una verdad, de hombres y mujeres cristianos que fundaron esta nación basados en principios cristianos, lo cual está bien documentado en todos nuestros libros. Por lo tanto, es completamente adecuado demostrar nuestra fe cristiana en las paredes de las escuelas. Si Cristo les ofende, entonces le sugiero que busquen otra parte del mundo para vivir, porque Dios y Jesucristo son parte de nuestra cultura'.

'Toleraremos vuestras creencias, pero tienen que aceptar las nuestras para poder vivir en armonía y paz junto a nosotros', advirtió Howard. 'Este es nuestro país, nuestra patria, y estas son nuestras costumbres y estilo de vida. Permitiremos a todos que disfruten de lo nuestro, pero cuando dejen de quejarse, de lloriquear y de protestar contra nuestra bandera, nuestro compromiso nacionalista, nuestras creencias cristianas o nuestro modo de vida. Les recomiendo encarecidamente que aprovechen la gran oportunidad de libertad que tienen en Australia. ¡Aquí tienen el derecho de irse a donde más les convenga!'

'A quienes no les guste cómo vivimos los australianos', prosiguió Howard. 'Tienen la libertad de marcharse. Nosotros no los obligamos a venir. Ustedes pidieron emigrar aquí, así que ya es hora de que acepten al país que los aceptó'.

Hambre de Dios: ser como niños

Por: Ricardo Rivas Velasco

Con motivo de la Semana Santa, invitamos a mis padres a almorzar a casa y compartimos lindos momentos en los que hablamos de muchos temas. Algo que llamó nuestra atención fue la inquieta curiosidad de mi hijo acerca de Jesús, su vida, y cómo su Muerte y Resurrección nos salvan, y son motivos de celebración de cada año.

Resulta interesante porque mi hijo tiene 5 años de edad, y en su sincera piedad, luego de la plática, corrió a sus juguetes, tomó tres de sus muñecos favoritos y los acomodó de tal manera que, montados sobre partes de una pista de carreras de sus cochecitos, armó la escena de la crucifixión. Al principio nos turbó un poco la idea de que en su corta edad estuviese pensando en la muerte –una muerte especialmente cruel-, además de que tome a la ligera, o como un juego, la idea de la Pasión de nuestro Señor.

Pero al verlo jugar y armar su escena, vimos que lo que él más quería era realmente hacer carne del sufrimiento de ese su “Héroe” tan amado. Quería entender más de cerca qué sucedió y qué sintió Jesucristo.

Al final, ya a solas, tuvimos una larga charla con él, apoyados con una Biblia Infantil que nos ayudó mucho a ilustrarle al pequeño una realidad que está muy distante a sus sentidos: el pecado, el alma y la salvación ganada con la Sagrada Eucaristía.

Si bien estoy seguro que comprendió apenas lo necesario, sé que le quedaron muchas lagunas, pero sobretodo bastante misterio. Lo importante es que en él despertó un interés por lo espiritual, y sobretodo una promesa: “nunca quiero hacer que le duela al Jesusito como le hicieron aquellos malvados. Prometo portarme bien, y rezarle siempre”.

Durante la Misa siguiente, mi hijo preguntaba acerca de la Hostia que todos recibían, y cuándo podría él comulgar como todos los demás. Al recibir la respuesta aclaratoria sobre la primera comunión, y la edad recomendada, respondió muy frustrado: “Pero si yo ya lo conozco al Jesusito, yo lo amo mucho en mi corazón, ¿porqué no puedo yo comerlo para que llene mi corazón?”

En esos momentos pude sentir casi sonoramente el eco de aquellas palabras de Jesús en el Evangelio: “Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. En verdad les digo que el que no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.” (Lc 18,16-17) O también en el Evangelio de Mateo: “En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos. El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los Cielos.” (Mt 18,3-4)

La pureza con la que mi hijo mencionaba su seria intención de no herir nunca el Corazón de su “Jesusito”, me hizo meditar mucho acerca del estado del corazón el hombre de hoy.

Me pregunto cuántos de nosotros actuaríamos de la misma manera, corriendo espontáneamente como mi hijo a “escenificar” la crucifixión para poder verla más de cerca. O cuántos de nosotros sentimos esas ansias de recibir la Sagrada Comunión para que ese “Jesusito” que tanto conocemos llene nuestros corazones…

Ahí me di cuenta de cuán frío está el corazón humano. Cuán endurecidos los sentimientos y recluida la fe a pequeños momentos durante el año, que brotan más que nada por tradición social o familiar.

La lógica humana, especialmente la de un adulto, puede ser bastante corrosiva para la lógica de la fe, de la caridad y del Amor de Dios experimentado en el alma. Y es que, claro, lo primero que salta a la mente al escuchar la historia de mi hijo, es la típica ternura paternalista con la que justificamos nuestra distancia con Jesús que nos pone por encima de esa inocencia, revestidos con responsabilidades, planes y problemas personales, a manera de escudo silenciador de la conciencia.

¿No guardamos muy en el fondo de la memoria esa sensación de gozo al saber que Jesús está presente en la Hostia consagrada? ¿Ya no se nos corta la respiración al solo imaginar tener la maravillosa presencia de Dios en el corazón? ¿No retumba ya la urgencia por ser puros de corazón e inocentes en la conciencia, de tal manera que podamos también recibir esa caricia de Jesús cuando puso de ejemplo a aquel niño ante sus discípulos?

Tal vez damos por sentado que apenas tengamos tiempo, o poca flojera, y decidamos ir a la Misa, ahí estará Él. Tal vez nos haya atrapado la rutina y hayamos perdido la novedad de que Dios está con nosotros hasta el fin de los tiempos. Pero cuán lejos estamos de ser como niños en el corazón, en la conciencia, en la rectitud de pensamiento y de comportamiento.

Después de todo, cuán acertado está nuestro Señor al darnos a probar un poco del Cáliz de su Pasión de vez en cuando para hacernos despertar del aletargamiento espiritual. Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde y comienza a extrañarlo. Esas aparentes “ausencias de Dios” durante nuestros problemas y angustias, deben estar precisamente destinadas a hacernos abrir los ojos y volver a mirar al cielo… que no se nos vaya el tren. ¿Qué pasaría si perdemos la oportunidad de comulgar, y nunca más podemos recibir la Hostia?

Refuerzan investigación de crímenes satánicos en Bolivia

LA PAZ, 11 Ago. 03 / 02:04 pm (ACI)

La Policía Departamental de Cochabamba junto con la Iglesia y entidades educativas locales, ha intensificado las investigaciones sobre diversos crímenes, raptos y agresiones perpetrados por jóvenes que estarían involucrados con cultos y sacrificios satánicos. El 29 de marzo de este año en la ciudad de Oruro, tres jóvenes de 19 años asesinaron brutalmente con un cuchillo de cocina a un joven de 26 años, en un ritual cuya finalidad era un pacto diabólico para obtener dinero y comprar instrumentos musicales para su banda de rock.

Asimismo, en Cochabamba, la Policía registró tres hechos aislados que tendrían también relación con prácticas satánicas: los asesinatos de un estudiante del colegio Don Bosco el 19 de julio pasado; el de una joven embarazada, estudiante del colegio Quintanilla, el 15 de octubre de 2002; y el rapto de una joven universitaria de 19 años que sufrió laceraciones y tatuajes en todo el cuerpo.

“Los sacrificios se convierten en una práctica común de estos grupos, ofrecen al diablo no sólo animales, joyas u objetos personales sino la vida de personas”, explicó el representante del Departamento de Bioética del Arzobispado, Miguel Manzanera.

De los tres casos registrados en Cochabamba, a la fecha ninguno ha sido resuelto por la Policía. La muerte del estudiante del colegio Don Bosco sigue en investigación y el rapto de la modelo Ximena Dávila está paralizado porque los familiares decidieron no formalizar la denuncia.

Según los investigadores de la Policía Técnica Judicial (PTJ), estos hechos tienen algunas características comunes. Las víctimas fueron engañadas por sus asesinos, quienes establecieron un grado de confianza sobre ellas para que accedan ir hasta un lugar alejado.

Las víctimas realizan una intensa actividad en iglesias cristianas o católicas y suelen tener un comportamiento ejemplar al interior de sus hogares. Son objeto de crueles torturas con armas blancas, agujas y jeringas. “Provocar el sufrimiento es uno de los fines de los que intervienen en los ritos”, agregó Manzanera.

Jesús cambió el mundo muriendo, no matando, dice el Papa en el Via Crucis

VATICANO, 10 Abr. 09 (ACI).-Al concluir el solemne Via Crucis celebrado en el Coliseo Romano, el Papa Benedicto XVI se dirigió a los fieles presentes, así como a aquellos que siguieron la ceremonia vía radio o televisión, con una breves palabras en las que destacó que Jesús "ha cambiado el mundo no matando a otros, sino dejando que lo mataran clavado en una cruz".

Estas fueron las palabras del Santo Padre:

"Queridos hermanos y hermanas:

Al terminar el relato dramático de la Pasión, anota el evangelista San Marcos: «El centurión que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: "Realmente este hombre era Hijo de Dios"» (Mc 15,39). No deja de sorprendernos la profesión de fe de este soldado romano, que había asistido a la sucesión de las varias etapas de la crucifixión. Cuando la oscuridad de la noche estaba por caer sobre aquel Viernes único de la historia, cuando el sacrificio de la cruz ya se había consumado y los que estaban allí se apresuraban para poder celebrar la Pascua judía a tenor de lo prescrito, las pocas palabras, escuchadas de los labios de un comandante anónimo de la tropa romana, resuenan en el silencio ante aquella muerte tan singular. Este oficial de la tropa romana, que había asistido a la ejecución de uno de tantos condenados a la pena capital, supo reconocer en aquel Hombre crucificado al Hijo de Dios, que expiraba en el más humillante abandono. Su fin ignominioso habría debido marca r el triunfo definitivo del odio y de la muerte sobre el amor y la vida. Pero no fue así. En el Gólgota se erguía la Cruz, de la que colgaba un hombre ya muerto, pero aquel Hombre era el «Hijo de Dios», como confesó el centurión «al ver cómo había expirado», en palabras del evangelista.

La profesión de fe de este soldado se repite cada vez que volvemos a escuchar el relato de la pasión según san Marcos. También nosotros esta noche, como él, nos detenemos a contemplar el rostro exánime del Crucificado, al final de este tradicional Via Crucis, que ha congregado, gracias a la transmisión radiotelevisiva, a mucha gente de todas partes el mundo. Hemos revivido el episodio trágico de un Hombre único en la historia de todos los tiempos, que ha cambiado el mundo no matando a otros, sino dejando que lo mataran clavado en una cruz. Este Hombre, uno de nosotros, que mientras es asesinado perdona a sus verdugos, es el «Hijo de Dios» que, como nos recuerda el apóstol Pablo, «no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo… se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,6-8).

La pasión dolorosa del Señor Jesús suscita necesariamente piedad incluso en los corazones más duros, ya que es el culmen de la revelación del amor de Dios por cada uno de nosotros. Observa san Juan: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna» (Jn 3,16). Cristo murió en la cruz por amor. A lo largo de los milenios, muchedumbres de hombres y mujeres han quedado seducidos por este misterio y le han seguido, haciendo al mismo tiempo de su vida un don a los hermanos, como Él y gracias a su ayuda. Son los santos y los mártires, muchos de los cuales nos son desconocidos. También en nuestro tiempo, cuántas personas, en el silencio de su existencia cotidiana, unen sus padecimientos a los del Crucificado y se convierten en apóstoles de una auténtica renovación espiritual y social. ¿Qué sería del hombre sin Cristo? San Agustín señala: «Una inacabable miseria se hubiera apoderado de ti, si no se h ubiera llevado a cabo esta misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si Él no hubiera venido al encuentro de tu muerte. Te hubieras derrumbado, si Él no te hubiera ayudado. Hubieras perecido, si Él no hubiera venido» (Sermón, 185,1). Entonces, ¿por qué no acogerlo en nuestra vida?

Detengámonos esta noche contemplando su rostro desfigurado: es el rostro del Varón de dolores, que ha cargado sobre sí todas nuestras angustias mortales. Su rostro se refleja en el de cada persona humillada y ofendida, enferma o sufriente, sola, abandonada y despreciada. Al derramar su sangre, Él nos ha rescatado de la esclavitud de la muerte, roto la soledad de nuestras lágrimas, y entrado en todas nuestras penas y en todas nuestras angustias.

Hermanos y hermanas, mientras se yergue la Cruz sobre el Gólgota, la mirada de nuestra fe se proyecta hacia el amanecer del Día nuevo y gustamos ya el gozo y el fulgor de la Pascua. «Si hemos muerto con Cristo –escribe san Pablo-, creemos que también viviremos con Él» (Rm 6,8). Con esta certeza, continuamos nuestro camino. Mañana, Sábado Santo, velaremos orando con María, la Virgen de los Dolores, preparándonos así para celebrar, en la solemne Vigilia Pascual, el prodigio de la resurrección del Señor.

Desde ahora, deseo a todos una feliz Pascua en la luz del Señor Resucitado".

domingo, 12 de abril de 2009

Domigo de Pascua

La tumba vacía

Hay gente que le tiene miedo a Jesús. No se puede llegar a otra conclusión, luego de tratar de encontrar algún canal de la televisión por cable, en la que se pase cualquier programa que nos hable de lo maravilloso de los hechos que recordamos esta semana.

Encontramos a “científicos”, que pasan año tras año escarbando tierra y piedras solamente en busca de “la tumba de Jesús”. Otros, que gastan enormes sumas de dinero, “demostrando” que la Biblia no es otra cosa que un conjunto de relatos, la mayor parte de ellos inventados por hombres subdesarrollados de la edad de bronce, o fanáticos políticos que justifican a su líder.

Muchos son los gobiernos “modernos”, que ocultan su odio a Cristo en nombre de un supuesto laicismo anticatólico, puesto que si un católico asiste a una procesión, es un fanático, pero un musulmán que se arrodilla mirando a la Meca en plena bolsa de Nueva York, es solo un musulmán orando.

¿Porqué después de 2000 años continúa la persecución a Jesús de Nazareth? La respuesta es simple: ¡PORQUE JESÚS HA RESUCITADO! Y sigue vivo y continúa su obra en medio del mundo que lo rechaza, y porque siguen existiendo millones de hombres y mujeres que buscan la manera de seguirlo, imitarlo y cumplir sus enseñanzas.

La liturgia de este Domingo de Pascua, desde la primera lectura, nos hablan de cosas incuestionables: “Comimos y bebimos con Él después de que resucitó de entre los muertos” nos dice Pedro. No es una ilusión, Jesús está vivo, y come y bebe con sus amigos.

Hay incluso algunos teólogos, que dicen que si en este momento se encontraría la tumba de Cristo, y sus restos mortales, no afectaría mucho a la fe, porque lo esencial ya lo dijo y sus enseñanzas son las verdaderas. ¡Qué pobreza de razonamiento!, Qué poca visión sobre la realidad del Hijo de Dios hecho hombre, reducido a un iluminado maestro de pueblo, que por avatares del destino encuentra una veta filosófica agradable a la humanidad.

La grandeza de Cristo, está dada principalmente por ser la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que en acto de obediencia a la persona del Padre, se encarnó en el vientre virginal de María, y vivió su encarnación exactamente igual a cualquiera de nosotros, compartiendo hambre, frío, dolor, cansancio sin perder su condición divina.

Jesús aceptó incluso la tortura del Calvario, y aceptó la muerte por su propia voluntad a fin de restaurar la alianza del Padre y la humanidad. Pero si Él no hubiera resucitado, si todo hubiera sido inspiración e iluminación, entonces nada valdría la pena, porque todo terminaría para el hombre con el último latido del corazón.

La resurrección de Jesús, es la prueba definitiva, indudable e imbatible, de que todo lo que había enseñado en vida, era cierto. Existe un Dios en tres personas distintas, que a lo largo de la historia y únicamente por amor a su criatura, busca restablecer la alianza que le asegure su retorno al Creador.

Desde la resurrección de Cristo, el hombre ya no puede dudar de la existencia de una vida más allá de esta vida, de la inmortalidad del espíritu, y del destino para el que fue creado, sobre todo con la filiación de hijo adoptivo del Padre, a cuyo ceno debe retornar.

Jesús fue torturado en la forma más espantosa que se podía imaginar. Fue humillado hasta el polvo, fue clavado a un madero, padeció, agonizó orando a su Padre por el perdón para sus torturadores, y por último, entregó su Espíritu y murió, fue sepultado y permaneció en la sepultura hasta el tercer día, en que resucitó glorioso, en cuerpo y alma.

A partir de ese instante, ya nada puede sucederle. Él ha triunfado sobre la muerte, que es lo máximo a lo que se puede enfrentar cualquier ser vivo. Él cumplió no solamente sus palabras, sino además cumplió totalmente todo lo que el Antiguo Testamento profetizó. Él es el Señor de señores, el Rey de reyes, y tiene el poder supremo sobre todas las cosas. ¡Ni siquiera la muerte pudo con Él! ¿Qué más puede pedir la esperanza del hombre para sentirse satisfecha y feliz?

El retorno de Jesús de la tumba nos habla de su señorío sobre todas las cosas, nos muestra su omnipotencia suprema, su sitial verdadero de Hijo del Dios Altísimo, y también frente a semejantes atributos, nos recuerda que Él se hermanó a los hombres, haciendo así posible la esperanza segura del paraíso que de tantas maneras nos relató a lo largo de su vida.

La resurrección de Jesucristo es para nosotros, y para toda la humanidad, el signo más elocuente de que estamos en buen camino, de que si Él sufrió y murió por amor a nosotros, también es posible y necesario que nosotros entreguemos nuestra vida en sus manos amorosas tal como Él puso la suya en manos de su Padre.

Terminemos pues nuestra Semana Santa, tal y como la habíamos iniciado, junto a María Santísima, Madre y guía fiel. A su lado, contemplemos a Jesús que nos sonríe con los brazos abiertos. Escuchemos el saludo a María: “Madre, estoy vivo junto a mi Padre, donde te espero para darte tu gloria junto a mí”.

Gocémonos en el corazón de María viendo la gloria de su Hijo, porque todo lo que Él dijo, se cumplió y se cumplirá en cada uno de nosotros. Lo único que tenemos que hacer para conseguirlo, es dar testimonio de su vida, su muerte y su resurrección, de la forma que Él mismo nos lo pidió: “Ámense los unos a los otros, como los he amado Yo”.

Videos Provida: Película "Dinero con sangre"