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martes, 7 de julio de 2009

Evangelio meditado para hoy

Viernes 10 de julio de 2009

Evangelio según San Mateo. Capítulo 10, 16-23.

Quien persevere hasta el fin se salvará

"Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sed sagaces como las serpientes y sencillos como las palomas.

Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en sus sinagogas,

y seréis llevados ante los gobernadores y reyes por causa mía, para que deis testimonio ante ellos y los gentiles.

Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué debéis decir; porque en aquel momento se os comunicará lo que vais a decir.

Pues no sois vosotros los que vais a hablar, sino que será el Espíritu de vuestro Padre quien hable en vosotros.

Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres para hacerles morir.

Y todos os odiarán a causa de mi nombre; pero quien persevere hasta el fin, ése se salvará.

Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra; en verdad os digo que no acabaréis las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre.

Meditación:

El Señor nos pinta en todos los colores las cosas a las que estamos expuestos todos los que tratamos de aprender a amarlo y seguirlo viviendo sus enseñanzas.

Ante todo, debemos pensar que el mismo Jesucristo “vino a los suyos, pero los suyos no lo reconocieron” como dice San Juan. Jesús fue recibido con incredulidad, soberbia, humillación, latigazos, coronación de espinas y crucifixión. Entonces, ¿Cómo podríamos esperar que a nosotros seres imperfectos, pecadores y débiles se nos tratara en diferente manera?

La misión de evangelizar, es ardua, difícil y peligrosa, puesto que se trata de enfrentar al príncipe de este mundo con la Palabra y las enseñanzas de Dios, y está claro, que el mundo se complace en hacer todo lo posible para que la batalla sea lo más dura posible.

Sin embargo, el mismo Jesús nos da la clave: Siempre partir de la fe absoluta de a quién estamos siguiendo, de quién es nuestro Capitán y Señor. Él no nos abandonará nunca en las manos del enemigo, porque es el Rey que todo lo puede y todo lo hace por amor.

Cuando se ama como Cristo quiere, todo padecimiento es menor, todo dolor es soportable, toda angustia termina en paz, toda división desaparece, toda cárcel se transforma en paraíso.

¡Adelante y sin preocuparnos, porque el Espíritu Santo hablará por nosotros!

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