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viernes, 15 de enero de 2010

Meditando el Evangelio

Domingo II Tiempo Ordinario

No tienen vino

Es muy hermoso leer la Sagrada Escritura, e ir encontrando en ella tanta sabiduría, tanto alimento para el diario vivir, tanta enseñanza espiritual, que hacen que cada día vaya teniendo un nuevo sentido. El alma alimentada por Cristo hecho Palabra, comienza a disfrutar de los dones de la gracia, entre los cuales los principales (aunque no los únicos), son la paz, la confianza y la seguridad en el ver de los sucesos diarios, que adquieren un nuevo sentido y nos muestran sus ocultos “porqués”, “cómos” y “para qué”.

Los Evangelios, escritos por Dios a través de los cuatro evangelistas, nos permiten irnos adentrando no solamente en los dichos y hechos de Jesús (históricos), sino también en esa riqueza infinita que Él mismo fue impregnando a su vida, en la multitud de significados de cada uno de sus hechos, que no nos dejan dudas sobre la realidad de Dios Vivo hecho Palabra.

¿Por qué cuatro evangelistas, cuatro personas diferentes que hablan de una misma persona, y sin embargo cada uno tiene sus diferencias con los demás? Fray Nelson Medina O.P. tiene una analogía muy gráfica: es igual que en los teatros o los conciertos. Se ponen varias luces para que cada una alumbre distintas facetas del protagonista, y así los espectadores pueden ver la obra con todo su esplendor.

Este segundo domingo del tiempo ordinario, nos relata un pasaje del Evangelio de san Juan (2;1-12), y que pese a ser tan conocido y difundido entre la cristiandad, encierra en sí muchísimas particularidades, significados y enseñanzas, cada día nuevas y hermosas en sí mismas, y con la bendición del Espíritu Santo, procuraremos resaltar para descubrir el alimento que nos propone la Iglesia en este domingo.

En primer lugar, observaremos que san Juan al relatar el milagro de convertir el agua en vino, lo menciona como un “signo”, y menciona incluso que fue el primero que realizó en su vida.

Un signo, es una señal, es como un dedo que señala hacia el objetivo. Es una forma de dirigir, y como es lógico, el quedarse mirando el dedo que señala, nadie podría encontrar qué es lo que el signo señala. Por lo tanto, san Juan nos invita a ver en éste y los demás milagros de Jesús, no el hecho maravilloso más allá de las leyes naturales, sino buscar el significado de fondo, la enseñanza que subyace.

Quedarnos simplemente con el hecho maravilloso de cambiar agua en vino, colocaría a Jesús en nuestras mentes como un mago cualquiera, una especie de David Copperfield, y Jesús es infinitamente más que mago. Jesús es el Dios misericordioso bajado del cielo para mostrarnos el amor del Padre, es el que nos enseña a amar hasta el extremo, Él que hace cosas extraordinarias para solucionar nuestros problemas particulares. Muchas veces lo hace, es cierto, pero siempre con un objetivo más allá del simple problema para iluminar nuestras almas.

Veamos entonces, algunas de las joyas espirituales que encierra el pasaje de las bodas de Caná, y procuremos sacar de él algunas aplicaciones personales que nos orientarán en nuestro camino de conversión.

Una primera particularidad, es que Jesús y María no fueron juntos. “La madre de Jesús estaba allí. También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos” dice la lectura, y por cierto, ¿No es así como suele suceder hoy en día? Siempre es María la que llega primero, porque ella actúa como madre. María no espera, María corre al encuentro de sus hijos que están envueltos en la oscuridad.

María es la que llega a tu vida, y antes que nada, busca qué problemas tienes, cuáles son tus tristezas, qué es lo que te duele, cómo puedes salir del pozo, y luego, presurosa, corre a hablar a su Hijo, y dulcemente le susurra “no tienen vino”.

Y aquí, como a lo largo de la Biblia, el vino prefigura la vida, la alegría, la fiesta. ¿Se terminó el vino de tu vida? ¿Se quedó en algún escondite? ¿Se te rompieron los cántaros de la esperanza? ¿Bebiste ya la última copa de la felicidad? María, la bella Madre le contará a su Hijo: “No tienen vino”, porque Ella sabe dónde está la solución y cómo llegar a ella, aunque “aún no haya llegado el tiempo”. Para la dulce Madre, siempre será el tiempo, siempre su corazón se estremecerá con tus angustias, tus miedos, tus temores.

Por supuesto, Jesús espera a que lo invites a la fiesta de tu vida. Jesús debería ser el principal invitado, puesto que, lo que haga, suplirá con creces aquello que se te termine, que se agote, que ya no tienes.

Siendo la fiesta la celebración de una boda, también podemos compararla con nuestros propios matrimonios. Si Jesús y María están invitados, si ellos comparten tu mesa, tu familia y tu casa, puedes estar segura (o seguro), de que cuando pase el tiempo, cuando llegue el atardecer de tu vida, cuando ya no quede nada que te alegre y creas que tu fiesta se termina, Jesús sacará toda el agua que guardaste para purificarte en el recipiente de tu corazón de piedra, y la convertirá en un vino especial que alegrará a todos tus invitados, y tu fiesta será larga, alegre, llena de felicidad junto a todos tus seres queridos. Eso hizo Jesús en Caná, y san Juan no duda en avisarnos que es un signo, que Jesús está señalando tu vida, tu futuro, tu vejez, y te está mostrando lo que Él puede y quiere hacer por ti.

Toda el agua que se viene acumulando en tus tinajas, llámense aburrimiento, desgaste, tedio, enfermedades, vejez, etcétera, todo aquello que no tiene ya sabor ni color en tu vida, será convertido por Jesús (cuando “hagas lo que Él te diga”) de tal manera, que alguien te podrá decir: “Todo el mundo sirve al principio el vino mejor, y cuando ya todos han bebido bastante, les dan el de menos calidad; pero tú has dejado el mejor vino para el final”.

Aquello que servirás en tu vejez a los invitados a tu vida (esposa, esposo, hijos, amigos), será el vino mejor, beberán a tu lado del maravilloso vino en el que transformará Jesús para ti. Él, por súplica de su Madre, hizo la diferencia entre un fin de fracaso, de tristeza y amargura para los novios, a uno lleno de felicidad y alegría.

Tienes sólo dos cosas a las que prestar atención:

Primera.- Invita a María y a Jesús junto con sus discípulos, sin ellos, siempre estarás sujeto a tus limitaciones, tus imperfecciones, tu humanidad.

Y segunda.- Guarda celosamente todo lo vivido en las tinajas de tu corazón como lo hacían los judíos, como agua que utilizarás para purificar tu alma. Así tendrás agua limpia y útil, de otra manera, sólo verás cómo tus tinajas se llenan de agua sucia que solo sirve para criadero de mosquitos.

Jesús hace la diferencia, y todo está en lo que decidas ahora, porque... ¿Podrás decidir algo mañana?

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