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miércoles, 1 de octubre de 2008

Editorial: Los hijos del viñador

La parábola de los dos hijos que Jesús planteó a los escribas del Templo, fue un planteamiento muy claro para evaluar las conductas, tanto del que dijo que no y al final fue, como del que dijo que sí, pero no fue a trabajar en la viña de su padre. Y la infinita riqueza de las parábolas de Jesús consiste en que tienen también infinitas maneras de aplicación.

Por nombrar alguna, diremos que recalca la obediencia a la orden del Padre, aún en contra de la propia voluntad. Nos plantea la reflexión de ver cuántas veces cada uno de nosotros ha recibido el mismo encargo, y siempre terminamos por no cumplir, con alguna disculpa y… hasta la próxima oportunidad.

Pero esta vez queremos detenernos en otra actitud. Aquella del que cumple la orden del Padre, pero no sin antes negarse a cumplirla. No nos detengamos en el hijo, puesto que ya los escribas calificaron su actitud. Por palabras del mismo Jesús, nos consideramos hijos del Padre. Así lo repetimos a diario cuando rezamos el Padrenuestro, y por eso es muy posible que más de una vez hayamos cumplido con sus pedidos en medio de refunfuños, gruñidos y enojos, y al final, nos sentimos con la tranquilidad del “deber cumplido” ¿no?

La pregunta es: ¿Cómo queda el corazón de ese Padre, que no hace otra cosa que amarnos, cuando con toda crudeza le decimos que no, aunque al final lo hagamos, de mal humor, y a medias? Todos los que somos padres, conocemos el sabor amargo de la negativa de un hijo, cuando tratamos de guiarlo en contra de su voluntad equivocada. Y creo que podemos imaginar a ese Dios amante, paciente y misericordioso, viviendo esa misma amargura, ese mismo dolor, cuando nos negamos a hacer algo, aunque luego lo hagamos a regañadientes.

Peor aún resulta de reflexionar sobre el corazón del Padre, cuando recibe un sí de nuestra parte, que finalmente no se cumple. “Lo voy a perdonar Señor” decimos, mientras seguimos pensando en hacerle sentir nuestro enojo de mil maneras. “Voy a mejorar mi carácter, ya no protestaré tanto ni maltrataré a mis hijos cuando no cumplan algo” repetimos, y a la primera oportunidad, nos falta boca para tratar de inútil, torpe, tonto al que vuelve a romper otro vaso de la vajilla, o se sale sin pedir permiso por enésima vez.

¿Qué pasará por el corazón del Padre, que escucha con alegría nuestras promesas en cada comunión, y segundos más tarde nos mira salir de la Misa con las mismas miserias que llevamos al ingresar? ¿Cómo será el dolor de Dios, cuando nos envía sus pedidos, sus encargos, y nos susurra sus deseos a través de las lecturas o la homilía, y no escuchamos, porque estamos absortos en el vecino, en los vestidos o los zapatos? Abruma pensar que ese Padre Amoroso, nos deja caer una lluvia de bendiciones al terminar cada Misa e instantes después, las dejamos con indiferencia en las puertas del templo.

Vistas las cosas de esta manera, es menester que consideremos que las actitudes de ambos hijos, son muy propias de nosotros los pecadores, y que tenemos la inclinación tanto a negarnos, así como a aceptar sabiendo que no vamos a cumplir.

¡Cuál es el modelo entonces? ¿A quién deberíamos tomar como ejemplo para seguir, y así estar seguros de contentar a nuestro Padre? Pues está muy claro, al Hijo que pasó su vida cumpliendo el encargo del Padre. A Aquel que entregó su vida en manos de sus hermanos, simplemente por amor, por su donación total y por conocer a fondo el corazón del Padre al que obedecía.

Aquel que en el momento más difícil, en la tentación más dura, en la angustia más espantosa, cubierto de sudor de sangre, dijo con humildad. ”Hágase tu voluntad y no la mía”. Ese es el Hijo que siempre está dando contento y gloria a su Padre. Es Jesús, ¡bendito sea!, que asume el papel de Buen Pastor, para vigilar por nuestras caídas y nuestras levantadas, para perdonarnos, lavarnos y volver a presentarnos ante el Padre, con la misma confianza y la misma esperanza de que sí, esta vez sí cumpliremos, y aceptaremos con alegría y fe cada una de las órdenes de nuestro Padre, que espera por nosotros en la puerta de la casa.

Por eso Jesús, el nombre sobre todo nombre, es nuestro modelo, nuestra meta, y el objetivo de nuestro corazón.

ANE Mérida llevó un taller a ANE Bolivia



Hacen dos semanas, nuestras hermanas Ana Melo de Huerta y Cecilia Molina de Bueno, concluyeron el viaje que realizaron a Bolivia, donde llevaron a cabo el “Taller de combate espiritual y sanación interior” en las ciudades de Cochabamba, La Paz y Oruro. Fue un éxito total (Aunque parezca falta de humildad el calificarlo así nosotros mismos).

Se vivieron momentos muy intensos, y fue mucha la gente que sintió revivir sus ganas de conversión, así como otros pudieron identificar viejos dolores o antiguas cicatrices que llevaban arrastrando en el alma, y que lograron limpiarse de todas ellas en el nombre de Jesús, al que encontraron en el altar como siempre, lleno de amor y perdones, sonriente y feliz de verse rodeado por sus discípulos.

Nos parece ideal en estos casos, copiarles algunos de los muchos testimonios que nos enviaron los asistentes cochabambinos al taller, que con alegría compartimos con ustedes para mayor gloria de Dios, junto a algunas fotografías del evento.

TESTIMONIOS

Este taller fue maravilloso porque aprendí a conocerme y a ver las miles de máscaras que tengo, gracias a Dios que Anita llego para ayudarme a ver el camino mas seguro a Nuestro Dios y a la Santísima Virgen. Tengo una sed tan grande de gritar a mucha gente que Dios nos ama; con todos nuestros defectos. Aprendí a querer mucho a la gente que me rodea y por eso soy feliz.
Gracias mi Dios por quererme
Maria Garnica.

Te bendigo mi Señor por haberme permitido acercarme más a ti y te agradezco por la perseverancia que me has permitido. La experiencia o lo que aprendí en el curso es la madurez y el discernimiento, estar a tu lado Señor, por medio de Anita y Cecilia .
Gracias.
Anónimo

El taller me sirvió y ayudó mucho, estaba muy llena de rabia, rencor y todo me estaba envenenando a mi, a mi familia, mi trabajo, la paz, estaba indiferente, solo pensaba en vengarme, el taller me sirvió para perdonar ver mi vida desde otra óptica encontrar la paz, llenarme del Señor y empezar poco a poco a mejorar mi vida llenando y difundiendo la Palabra del Señor; lo único que puedo decir es muchas gracias por todo.
Jersy

Con el taller he podido descubrir y darme cuenta todas las heridas y máscaras que había creado durante estos años, en los cuales debo trabajar a diario para poder alcanzar mi crecimiento espiritual y mi equilibrio espiritual. También pude descubrir que no debo estar separada de Dios y lo que más quisiera de ahora en adelante, es que este taller se repita en mi ciudad Cochabamba para poder seguir aprendiendo y tener mi sanación interior. Ruego al Todopoderoso que Anita vuelva a Bolivia para enriquecerme con sus enseñanzas tan hermosas y llenas del Amor de Dios, y que mas personas puedan compartir y aprender.
Gracias en Dios
Jimena Uriona

Este taller me hizo descubrir mis debilidades, mascaras y defectos. Doy gracias a mi querida Anita enviada por el Señor gracias mil, que Dios te siga dando esa gracia de llegar a muchos corazones. Ahora soy una mamá y esposa que hago mis labores del hogar con paciencia, amor y más entusiasmo, hasta camino y espero los días contenta sabiendo que el Señor no me abandonó nunca.
Gracias Anita te llegué a querer mucho y que Dios te bendiga
Vicky Uriona

El taller me llamó la atención por el título "Sanación Interior y Combate Espiritual" y participé con mucho interés, de esta manera afiancé mi fe en ese Espíritu Divino así como en la Divina Madre celestial y su hijo nuestro Salvador Jesús.
Gracias Ana Huerta por venir a mi bendita tierra Bolivia a compartir tus experiencias de fe.
Julia…


Agradezco al Señor mi Dios por Anita su instrumento, por la sanación que experimento en este momento, en este tiempo, poco a poco voy cicatrizando las heridas, sintiendo el gran Amor de Dios que siempre permaneció conmigo.
Gracias
Jeannette.

El taller fue de gran ayuda para darme cuenta que falta mucho en mi conversión, que debo curar muchas heridas para sentir el amor de Dios y para poder amar a los demás.
Además tener presente a Dios en todo momento de mi diario vivir.
Carmen.

Me siento feliz por el taller me gusto mucho aprendí a corregir mis errores a pedir perdón a mis seres queridos. Señor Bendito te necesito en mi corazón y mi hogar.
Aprendí a llorar en este taller; doy gracias a Dios por las personas que puso en mi camino para ayudarme a cambiarme.
Dios y la Virgen los bendiga…. Gracias
Rosmer y Ricaldi

Agradezco de corazón el haber participado en el taller, en el cual me ha servido muchísimo en mi vida espiritual, especialmente para conocerme mejor y de esta manera servir mejor al prójimo, mi familia y el Apostolado
Gracias que Dios les bendiga Siempre
Cuqui.

El curso significó mucho sobre todo para mi vida matrimonial, el tratar siempre de ver nuestras máscaras. De este modo ayudarnos en nuestro diario crecimiento espiritual, para Gloria de Dios
Sander-.

Eucaristía, Pan partido para tu salvación


Fuente: Catholioc.net
Autor: SS Benedicto XVI


Homilía del Papa en la dedicación del altar de la catedral de Albano, el lunes 22 de septiembre de 2008.

¡Queridos hermanos y hermanas!

Que grande debe ser nuestra alegría sabiendo que en el altar,(...) cada día se ofrecerá el sacrificio de Cristo; sobre este altar Él seguirá inmolándose, en el sacramento de la Eucaristía, para nuestra salvación y la del mundo entero. En el Misterio eucarístico, que se renueva en cada altar, Jesús se hace realmente presente. La suya es una presencia dinámica, que nos aferra para hacernos suyos, para asimilarnos a él; nos atrae con la fuerza de su amor haciéndonos salir de nosotros mismos para unirnos a Él, haciendo de nosotros una sola cosa con Él.

La presencia real de Cristo hace de cada uno de nosotros su "casa", y todos juntos formamos su Iglesia, el edificio espiritual del que habla también san Pedro. "Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios -escribe el apóstol-, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por medio de Jesucristo" (1 Pe 2, 4-5).

Casi desarrollando esta bella metáfora, san Agustín observa que mediante la fe los hombres son como maderos y piedras cogidos de los bosques y de los montes para la construcción; mediante el bautismo, la catequesis y la predicación se van desbastando, escuadrando y puliendo; pero se convierten en casa del Señor sólo cuando se acompañan por la caridad. Cuando los creyentes se ponen en contacto en un orden determinado, se yuxtaponen y cohesionan mutua y estrechamente, cuando todos están unidos con la caridad se convierten verdaderamente en casa de Dios que no teme derrumbarse (cfr Serm., 336).

Es por tanto el amor de Cristo, la caridad que "no tendrá fin" (1 Cor 13,8), la energía espiritual que une a cuantos participan del mismo sacrificio y se nutren del único Pan partido para la salvación del mundo. De hecho ¿es posible estar en comunión con el Señor si no estamos en comunión entre nosotros? ¿Cómo podemos presentarnos ante el altar de Dios divididos, lejanos unos de otros? Este altar, sobre el cual dentro de poco se renueva el sacrificio del Señor, sea para vosotros, queridos hermanos y hermanas, una constante invitación al amor; a él os debéis acercar siempre con el corazón dispuesto a acoger el amor de Cristo y a difundirlo, a recibir y a conceder el perdón.

(...) Cada vez que os acerquéis al altar para la celebración eucarística, vuestra alma debe abrirse al perdón y a la reconciliación fraterna, dispuestos a aceptar las excusas de cuantos os hayan herido y dispuestos, por vuestra parte, a perdonar.

En la liturgia romana el sacerdote, tras presentar la ofrenda del pan y del vino, inclinado hacia el altar, reza en sumisamente:

"Humildes y arrepentidos acógenos, Señor: acepta nuestro sacrificio que hoy te presentamos".

Se prepara así a entrar, con toda la asamblea de los fieles, en el corazón del misterio eucarístico, en el corazón de esa liturgia celeste a la que se refiere la segunda lectura, tomada del Apocalipsis. San Juan presenta a un ángel que ofrece "muchos perfumes para que, con las oraciones de los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono" (cfr Ap 8, 3). El altar del sacrificio se convierte, de cierta forma, en punto de encuentro entre el Cielo y la tierra; el centro, podríamos decir, de la única Iglesia que es celeste y al mismo tiempo peregrina en la tierra, donde, entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios, los discípulos del Señor anuncian su pasión y muerte hasta que vuelva en la gloria (cfr Lumen gentium, 8). Es más, cada celebración eucarística anticipa el triunfo de Cristo sobre el pecado y sobre el mundo, y muestra en el misterio el fulgor de la Iglesia, "esposa inmaculada del Cordero sin mancha, Esposa que Cristo a amado y por la que se ha entregado, a fin de hacerla santa" (ibid., 6).


Es necesario que toda la comunidad crezca en la caridad y en la dedicación apostólica y misionera. Concretamente se trata de dar testimonio con la vida de vuestra fe en Cristo y la confianza total que ponéis en él. Se trata también de cultivar la comunión eclesial que es ante todo un don, fruto del amor libre y gratuito de Dios, y que por tanto es divinamente eficaz, y está siempre presente y operante en la historia, más allá de cualquier apariencia contraria.

La comunión eclesial es también una tarea confiada a la responsabilidad de cada uno. Que el Señor os conceda una comunión cada vez más convencida y operante, en la colaboración y en la corresponsabilidad en todos los niveles: entre presbíteros, consagrados y laicos, entre las distintas comunidades cristianas de vuestro territorio, entre las distintas agrupaciones de laicos. (...)

Si Dios me concediese ver mi alma...

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual LC

Si Dios me concediese ver mi alma tal cual es, quizá sentiría una pena profunda al descubrirla tan llena de egoísmo, de maldad, de pecados. Quizá me dominaría un sentimiento de terror ante tanta oscuridad, tanta miseria, tantas cobardías.

Pero si Dios me concediera ver mi alma plenamente, en toda su pobreza y en toda su riqueza, descubriría también que está envuelta por un Amor inmenso, misericordioso, magnífico. Vería con claridad que Dios me ama.

Me ama, porque me ha creado. Me ama, porque me ha redimido. Me ama, porque conoce que soy débil. Me ama, porque quiere sacarme del pecado. Me ama, porque me ha enseñado el camino del Reino. Me ama entrañablemente, con amor de Padre, y por eso me pide que también yo empiece a amar a mis hermanos.

Debe ser una gracia maravillosa: descubrir que Dios, Amor, está más dentro que lo íntimo de mi alma, y que está por encima de lo más alto de mis pensamientos. Lo decía san Agustín, y podemos experimentarlo cada uno si podemos ver, desde la luz del Espíritu Santo, nuestra propia alma.

Si Dios me concediese ver mi alma tal cual es, le pediría simplemente que me ayudase a fijarme más en su mirada que en mis miserias. Y que me concediese también la gracia de poder susurrar, los días que me queden de vida, a tantos corazones que están a mi lado que también ellos tienen en los cielos un Padre misericordioso que los busca, que los espera, que los ama.

Su mirada sostiene mis pasos. Su amor explica mi vida. Su verdad me enseña el camino. Su misericordia perdona mis pecados. Su justicia me pide acabar con el egoísmo. Su paciencia salva muchas almas y me pide un poco de paciencia y comprensión para ese familiar, ese amigo, esa persona que me ha hecho tanto daño...

Si Dios me concediese ver mi alma...

Ser como ella


Fuente: www.reinadelcielo.org
Autor: Oscar Schmidt

¿Cómo hacerlo?. ¿Cómo puedo ser aunque más no sea un poco parecido a Ella?. Parece tan difícil, tan inalcanzable, tanta distancia hay entre la Pureza infinita de la Madre de Dios y nuestras debilidades cotidianas.

Y sin embargo, se puede. Y justamente ese “se puede” esconde una parte enorme del misterio de la reconciliación de Dios con el hombre. María pudo, y tuvo un origen humano como todos nosotros, más allá de que Dios puso en Su Predilecta un origen Inmaculado que la elevó sobre el resto de la Creación. Pero Ella sigue siendo en su origen tan humana como tú, como yo. María es la felicidad de Dios encarnada, ya que más allá de todos los fracasos que hemos tenido los hombres a lo largo de los siglos en darle felicidad al Creador, Ella es el Santuario que recuerda a todo el Cielo que merecemos la Misericordia de Dios, porque si Ella pudo, otros podremos también.

María fue el Arca de la Nueva Alianza, porque tuvo al Espíritu Santo en Ella desde siempre, y luego acogió al Verbo Encarnado, al que le dio vida como Hombre. María fue la Casa de Dios, el Hogar Perfecto para el mismo Divino Niño. Y así nosotros también tenemos que ser la Casa de Dios: nuestro corazón debe ser el hogar del Espíritu Santo, refugio de Dios, como lo fue María en su tiempo en la tierra.

Y la Virgen también fue y es verdadera Corredentora, porque entregó todo al Padre, entregó a su Hijo Amado, y vivió místicamente lo que Jesús sufrió frente a sus propios ojos. Ninguna Criatura llevó jamás una Cruz más pesada que la de la Crucifixión de su Hijo. Sólo la Cruz de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre supera, y por mucha distancia, el sufrimiento de la Virgen. Y así tenemos que ser nosotros también corredentores, siguiendo el camino que María nos muestra. Tomar nuestra pequeña o gran cruz y seguirla, porque Ella nos lleva a Su Hijo, que nos espera, sabiendo que estamos en las mejores manos.

María es la omnipotencia suplicante, es la oración hecha persona. Ella siempre oró a Dios, con sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos. Todo en María fue un canto al Creador. Y ahora más que nunca, en un mundo que parece no darse cuenta del peligro que lo acecha, Ella se nos presenta en muchos lugares para pedirnos oración: “oren hijitos míos, oren por los pecadores”. ¿Cuántas veces escuchamos este pedido?. Seamos como Ella una potencia suplicante, una oración cotidiana, un canto con el corazón abierto e inflamado de amor por Cristo, nuestro amado Jesús.

María al pié de la Cruz, junto al Redentor. Y donde está el Cuerpo del Hijo, está la Madre. Ella nos lleva a la Eucaristía, al Milagro más admirado por los ángeles. ¿Y nosotros no nos damos cuenta de la majestuosidad del Dios de los hombres hecho Pan y Vino entre nosotros?. María nos lleva al Cuerpo y Sangre de Jesús, para que lleguemos como Ella al pie de la Cruz, cada día, en todos los Tabernáculos de la tierra.

María, Reina de la Creación, lleva bajo Tu Manto a todos tus pequeños niños, para que sepamos imitarte como el verdadero modelo que Dios nos legó. Seamos como tú nos quieres moldear, seamos dóciles y humildes alumnos de tu maternal escuela. Madre, deja que seamos a vos lo que Dios quiso que sea la naturaleza humana de Jesús: tu fiel reflejo.

Videos Provida: Película "Dinero con sangre"