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viernes, 10 de julio de 2009

Aplicando el Evangelio del domingo

Las lecturas que escuchamos en cada Santa Misa que asistimos, son un alimento espiritual que debemos escuchar detenidamente, y unidas a la homilía del sacerdote y (en el caso del ANE), meditarlas con la lectura de la catequesis semanal durante la Casita de Oración.

Si no lo hacemos así, ¿De qué nos sirve que el Señor coloque semillas en abundancia en nuestro corazón con cada Evangelio? Al ser la Biblia la Palabra de Dios, es su forma de comunicarse con nosotros, es el lenguaje que utiliza el Espíritu Santo, que a través de ella nos habla, nos enseña, nos corrige, nos inspira, nos sugiere las soluciones a todos nuestros problemas, y nos señala con claridad el camino a la salvación.

Pero la sola escucha del mensaje, como un relato histórico, como una anécdota o una lección de escuela, siempre estará incompleto, y (como suele suceder), caerá en el camino y desaparecerá en pocos minutos en la nada y la infertilidad. La semilla se pierde, como si no se hubiera sembrado

Solo la Palabra encarnada personalmente, cuando la lectura se la aplica a la vida de uno mismo, adquiere vida y sentido, y con la práctica y el tiempo, uno va descubriendo una cantidad interminable de riquezas, enseñanzas, mensajes, inspiraciones y respuestas que tiene la Palabra de Dios para cada uno de nosotros en cualquier circunstancia.

Con el deseo de no equivocarnos, tomaremos algunos párrafos de una homilía dada por Fray Nelson Medina el domingo 16 de julio del año 2000, en la que nos enseña con mucha claridad en forma práctica, la manera de aplicar el Evangelio de este domingo XV del Tiempo Ordinario. Y dice así:

“Podemos intentar un ejercicio, que desde luego será aplicar este texto a nuestra vida. Hay muchas maneras de aplicarse los textos. Casi siempre, yo creo que siempre, en las lecturas aparecen varios personajes, por ejemplo: Jesús, los Apóstoles, la gente; o si no en la primera lectura: el pueblo, Amasías, Amós.

Espontáneamente uno trata de relacionarse con alguno de los personajes, que es el que uno siente como más cerca a uno.

Pero conviene, al hacer ese ejercicio, no quedarse uno en lo más inmediato, además, de esas asociaciones fáciles salen conclusiones que son las mismas de siempre, y es muy hermoso buscar cuál es la novedad que la Palabra tiene para mí en este día, en este momento.

Por ejemplo, hagamos este experimento, no nos identifiquemos inmediatamente con el profeta, que es como el protagonista y es también el protegido de Dios y es el que tiene el mensaje de salvación.

¿Qué tal intentar algo distinto?: "¿Cuándo yo he sido Amasias?" Al hacer la aplicación de este texto a mi vida, yo también debería pensar en eso: "Bueno, ¿y no será que la Palabra que me denuncia yo intento excluirla?" Esa también es una aplicación válida, uno no tiene que ponerse siempre del lado de los buenos, ni del lado de los que son de Dios, a veces uno está en el otro lado, uno está en la resistencia pasiva, en la resistencia agresiva o rebelde, esa es una comparación posible.

Y lo mismo con respecto al evangelio, ¿qué tal hacer esta comparación?: Dios envía Apóstoles que hacen tres cosas: predican conversión, expulsan demonios y curan enfermedades. Muy bonito para mí compararme con los Apóstoles y pensar que yo llevo la Palabra del Señor, soy misionero y espero que, efectivamente, el poder de Satanás sea quebrantado, y la enfermedad sea vencida, y la conversión llegue, eso es bonito, esa identificación es bonita, es agradable para uno.

Pero hagamos otra identificación en esta aplicación a nuestra vida: ¿y qué tal que yo piense que yo soy el pueblo?

Jesús en ese texto habla también del pueblo y dice que hay pueblos que reciben y que hay pueblos que no reciben; y dice qué le va a pasar a los pueblos que reciben y a los pueblos que no reciben.

Entonces yo también me puedo poner en el lugar del pueblo y también me puedo preguntar: "¿Cuál es la gente que Dios me ha enviado? ¿Cómo he tratado yo a la gente que Dios me ha enviado? ¿Desde hace cuánto Dios me está llamando? ¿Cómo me ha llamado? ¿Cómo he recibido yo el llamado de Dios y cómo he recibido a esas personas que Dios mandó?"

Esas personas enviadas por Dios, ¿qué hice yo con esas personas? ¿Cómo las he tratado? ¿Cuánta gente tuvo que salir de mi vida sacudiéndose el polvo de los pies para denuncia de mis pecados? ¿Cuánta gente fracasó tratando de anunciarme a Dios? Eso también es aplicación de la Palabra a nuestro caso.

Dice Jesús: "Si un lugar no os recibe ni os escucha, sacudíos el polvo de los pies" San Marcos 6,11. "¿Yo a quiénes he escuchado? ¿A quiénes he recibido y por qué los he recibido?" Eso es interesante y eso también es aplicación para nosotros, eso también es luz que llega a nuestro caso.

Hay otra manera de hacer aplicación a estas mismas lecturas. Resulta que el envío está unido a la autoridad, Jesús envió a los Apóstoles con autoridad.

La aplicación bonita es pensar uno que cuando uno predica la Palabra de Dios, entonces uno tiene autoridad; pero cambiemos, busquemos el otro registro, a ver: "¿Y yo he recibido la autoridad de los que predican la Palabra de Dios? ¿Yo realmente me he plegado ante la Palabra de Dios? ¿He sido obediente, he sido dócil a la Palabra de Dios? ¿He recibido esa autoridad? ¿He reconocido al Autor del que viene esa autoridad? Son palabras, desde luego, vecinas y parientes.

Estas aplicaciones nos invitan a reflexionar sobre nosotros. Qué tal llegar a preguntas todavía más profundas: ¿He reconocido, he admitido el poder de Dios en mi vida, como para que Dios haga conmigo lo que Él quiera?"

"¿De qué me quejo yo si la obra de Dios se vuelve lenta, si se interrumpe, si se aplaza? ¿Tendré derecho a quejarme si soy yo mismo el que no recibe al Autor que envió a la gente con autoridad? ¿Entonces cómo me puedo quejar de que las cosas no marchen, si yo en buena parte tal vez soy el que está deteniendo esta marcha?

Son reflexiones que podemos hacer a partir de la Palabra. Este tipo de ejercicios que hoy he hecho con ustedes, es más o menos lo que en la Iglesia se llama "Lectio Divina", es una manera de acercarse a la Palabra de Dios, que es muy conocida sobre todo entre los monjes.

La Lectio Divina es ese proceso de lectura, de acogida, de diálogo con la Palabra, que hace que finalmente la Palabra y yo hagamos una trenza, nos abracemos, nos acojamos mutuamente, hasta que yo no pueda separar a la Palabra de mi vida, ni pueda separar a la vida de la Palabra.

La Lectio Divina es un ejercicio maravilloso que hace que mi vida quede cosida con hilos de sabiduría y de amor a la Palabra de Dios.

Y por eso, además de compartir algunos contenidos, quería hacer esta reflexión así, pues porque yo la necesito, porque me hace bien, porque me mueve también a mí y porque yo creo que puede ser útil a ustedes. También ustedes, con paciencia, con amor, invocando el nombre del Señor, pueden tomar la Palabra de Dios y hacer este tipo de ejercicios.

¿Y en dónde termina el ejercicio? Todo ejercicio espiritual debe concluir en nuestra acogida, cada vez mayor y cada vez mejor, de la propuesta divina.

"Te recibo, Señor, te recibo; reconozco que necesito esa misericordia y esa salvación", las que nombrábamos en el salmo: "Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación" Salmo 85,9.

"Reconozco que necesito tu misericordia, reconozco que sin ella se desvanece lo que soy, se agrietan mis certezas, se rompe, Señor, mi vida; mi vida está rota, mi corazón está contrito. Entra por las grietas de mi alma, llega, Señor, y completa tu obra en mí, haz lo que sólo tú puedes hacer".

Quedémonos con esas palabras de esperanza del final del salmo. Y en toda Lectio Divina hay que llegar hasta allá, no debe detenerse uno solamente en que, "sí, soy un pecador, ah, bueno, ya acabé".

No, soy un pecador significa: me vuelvo hacia Dios, le abro mi vida, mejor, se la presento abierta y rota, y le dice: "Es tuya, ven, obra, transforma, convierte", con una gran esperanza, porque dice este final del Salmo: "El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto" Salmo 85,13.

Hemos sido tierra ingrata tal vez sí, por lo menos si veo mi vida tengo que decir eso, hemos sido tierra ingrata; pero Dios tiene lluvia vitaminizada, tiene lluvia nueva, tiene lluvia nutritiva, tiene lluvia poderosa, que contiene ya los fungicidas, pesticidas, o lo que sea, lo que tenga que contener esa lluvia existe, esa lluvia llegará a mi vida.

Dios va a regarme, Dios va a rociarme con su lluvia, Dios va a hacer que esta tierra ingrata y estéril ya no sea más ni estéril ni ingrata, pues va a llover sobre mí la lluvia. "El Señor nos va a dar lluvia, y nuestra tierra va a dar su fruto" Salmo 85,13”

martes, 7 de julio de 2009

Evangelio meditado para hoy

Viernes 10 de julio de 2009

Evangelio según San Mateo. Capítulo 10, 16-23.

Quien persevere hasta el fin se salvará

"Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sed sagaces como las serpientes y sencillos como las palomas.

Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en sus sinagogas,

y seréis llevados ante los gobernadores y reyes por causa mía, para que deis testimonio ante ellos y los gentiles.

Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué debéis decir; porque en aquel momento se os comunicará lo que vais a decir.

Pues no sois vosotros los que vais a hablar, sino que será el Espíritu de vuestro Padre quien hable en vosotros.

Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres para hacerles morir.

Y todos os odiarán a causa de mi nombre; pero quien persevere hasta el fin, ése se salvará.

Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra; en verdad os digo que no acabaréis las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre.

Meditación:

El Señor nos pinta en todos los colores las cosas a las que estamos expuestos todos los que tratamos de aprender a amarlo y seguirlo viviendo sus enseñanzas.

Ante todo, debemos pensar que el mismo Jesucristo “vino a los suyos, pero los suyos no lo reconocieron” como dice San Juan. Jesús fue recibido con incredulidad, soberbia, humillación, latigazos, coronación de espinas y crucifixión. Entonces, ¿Cómo podríamos esperar que a nosotros seres imperfectos, pecadores y débiles se nos tratara en diferente manera?

La misión de evangelizar, es ardua, difícil y peligrosa, puesto que se trata de enfrentar al príncipe de este mundo con la Palabra y las enseñanzas de Dios, y está claro, que el mundo se complace en hacer todo lo posible para que la batalla sea lo más dura posible.

Sin embargo, el mismo Jesús nos da la clave: Siempre partir de la fe absoluta de a quién estamos siguiendo, de quién es nuestro Capitán y Señor. Él no nos abandonará nunca en las manos del enemigo, porque es el Rey que todo lo puede y todo lo hace por amor.

Cuando se ama como Cristo quiere, todo padecimiento es menor, todo dolor es soportable, toda angustia termina en paz, toda división desaparece, toda cárcel se transforma en paraíso.

¡Adelante y sin preocuparnos, porque el Espíritu Santo hablará por nosotros!

Videos Provida: Película "Dinero con sangre"