Las lecturas que escuchamos en cada Santa Misa que asistimos, son un alimento espiritual que debemos escuchar detenidamente, y unidas a la homilía del sacerdote y (en el caso del ANE), meditarlas con la lectura de la catequesis semanal durante
Si no lo hacemos así, ¿De qué nos sirve que el Señor coloque semillas en abundancia en nuestro corazón con cada Evangelio? Al ser
Pero la sola escucha del mensaje, como un relato histórico, como una anécdota o una lección de escuela, siempre estará incompleto, y (como suele suceder), caerá en el camino y desaparecerá en pocos minutos en la nada y la infertilidad. La semilla se pierde, como si no se hubiera sembrado
Solo
Con el deseo de no equivocarnos, tomaremos algunos párrafos de una homilía dada por Fray Nelson Medina el domingo 16 de julio del año 2000, en la que nos enseña con mucha claridad en forma práctica, la manera de aplicar el Evangelio de este domingo XV del Tiempo Ordinario. Y dice así:
“Podemos intentar un ejercicio, que desde luego será aplicar este texto a nuestra vida. Hay muchas maneras de aplicarse los textos. Casi siempre, yo creo que siempre, en las lecturas aparecen varios personajes, por ejemplo: Jesús, los Apóstoles, la gente; o si no en la primera lectura: el pueblo, Amasías, Amós.
Espontáneamente uno trata de relacionarse con alguno de los personajes, que es el que uno siente como más cerca a uno.
Pero conviene, al hacer ese ejercicio, no quedarse uno en lo más inmediato, además, de esas asociaciones fáciles salen conclusiones que son las mismas de siempre, y es muy hermoso buscar cuál es la novedad que
Por ejemplo, hagamos este experimento, no nos identifiquemos inmediatamente con el profeta, que es como el protagonista y es también el protegido de Dios y es el que tiene el mensaje de salvación.
¿Qué tal intentar algo distinto?: "¿Cuándo yo he sido Amasias?" Al hacer la aplicación de este texto a mi vida, yo también debería pensar en eso: "Bueno, ¿y no será que
Y lo mismo con respecto al evangelio, ¿qué tal hacer esta comparación?: Dios envía Apóstoles que hacen tres cosas: predican conversión, expulsan demonios y curan enfermedades. Muy bonito para mí compararme con los Apóstoles y pensar que yo llevo
Pero hagamos otra identificación en esta aplicación a nuestra vida: ¿y qué tal que yo piense que yo soy el pueblo?
Jesús en ese texto habla también del pueblo y dice que hay pueblos que reciben y que hay pueblos que no reciben; y dice qué le va a pasar a los pueblos que reciben y a los pueblos que no reciben.
Entonces yo también me puedo poner en el lugar del pueblo y también me puedo preguntar: "¿Cuál es la gente que Dios me ha enviado? ¿Cómo he tratado yo a la gente que Dios me ha enviado? ¿Desde hace cuánto Dios me está llamando? ¿Cómo me ha llamado? ¿Cómo he recibido yo el llamado de Dios y cómo he recibido a esas personas que Dios mandó?"
Esas personas enviadas por Dios, ¿qué hice yo con esas personas? ¿Cómo las he tratado? ¿Cuánta gente tuvo que salir de mi vida sacudiéndose el polvo de los pies para denuncia de mis pecados? ¿Cuánta gente fracasó tratando de anunciarme a Dios? Eso también es aplicación de
Dice Jesús: "Si un lugar no os recibe ni os escucha, sacudíos el polvo de los pies" San Marcos 6,11. "¿Yo a quiénes he escuchado? ¿A quiénes he recibido y por qué los he recibido?" Eso es interesante y eso también es aplicación para nosotros, eso también es luz que llega a nuestro caso.
Hay otra manera de hacer aplicación a estas mismas lecturas. Resulta que el envío está unido a la autoridad, Jesús envió a los Apóstoles con autoridad.
La aplicación bonita es pensar uno que cuando uno predica
Estas aplicaciones nos invitan a reflexionar sobre nosotros. Qué tal llegar a preguntas todavía más profundas: ¿He reconocido, he admitido el poder de Dios en mi vida, como para que Dios haga conmigo lo que Él quiera?"
"¿De qué me quejo yo si la obra de Dios se vuelve lenta, si se interrumpe, si se aplaza? ¿Tendré derecho a quejarme si soy yo mismo el que no recibe al Autor que envió a la gente con autoridad? ¿Entonces cómo me puedo quejar de que las cosas no marchen, si yo en buena parte tal vez soy el que está deteniendo esta marcha?
Son reflexiones que podemos hacer a partir de
Y por eso, además de compartir algunos contenidos, quería hacer esta reflexión así, pues porque yo la necesito, porque me hace bien, porque me mueve también a mí y porque yo creo que puede ser útil a ustedes. También ustedes, con paciencia, con amor, invocando el nombre del Señor, pueden tomar
¿Y en dónde termina el ejercicio? Todo ejercicio espiritual debe concluir en nuestra acogida, cada vez mayor y cada vez mejor, de la propuesta divina.
"Te recibo, Señor, te recibo; reconozco que necesito esa misericordia y esa salvación", las que nombrábamos en el salmo: "Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación" Salmo 85,9.
"Reconozco que necesito tu misericordia, reconozco que sin ella se desvanece lo que soy, se agrietan mis certezas, se rompe, Señor, mi vida; mi vida está rota, mi corazón está contrito. Entra por las grietas de mi alma, llega, Señor, y completa tu obra en mí, haz lo que sólo tú puedes hacer".
Quedémonos con esas palabras de esperanza del final del salmo. Y en toda Lectio Divina hay que llegar hasta allá, no debe detenerse uno solamente en que, "sí, soy un pecador, ah, bueno, ya acabé".
No, soy un pecador significa: me vuelvo hacia Dios, le abro mi vida, mejor, se la presento abierta y rota, y le dice: "Es tuya, ven, obra, transforma, convierte", con una gran esperanza, porque dice este final del Salmo: "El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto" Salmo 85,13.
Hemos sido tierra ingrata tal vez sí, por lo menos si veo mi vida tengo que decir eso, hemos sido tierra ingrata; pero Dios tiene lluvia vitaminizada, tiene lluvia nueva, tiene lluvia nutritiva, tiene lluvia poderosa, que contiene ya los fungicidas, pesticidas, o lo que sea, lo que tenga que contener esa lluvia existe, esa lluvia llegará a mi vida.
Dios va a regarme, Dios va a rociarme con su lluvia, Dios va a hacer que esta tierra ingrata y estéril ya no sea más ni estéril ni ingrata, pues va a llover sobre mí la lluvia. "El Señor nos va a dar lluvia, y nuestra tierra va a dar su fruto" Salmo
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