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viernes, 9 de octubre de 2009

Meditando el Evangelio

Yo y el ojo de la aguja

Hoy vemos en otro pasaje del Evangelio lleno de belleza y de significado, que cuando Jesús se preparaba para partir, se le acerca un joven y se arrodilla frente a Él y le pregunta qué tiene que hacer para ganar la vida eterna.

Tanto para los predicadores, como para los sacerdotes, éste ha sido un tema difícil, porque el Señor habla de lo difícil que es para los ricos entrar al Reino de los Cielos, e incluso utiliza la figura del camello pasando por el ojo de una aguja.

El hablar sobre los ricos, siempre es delicado, puesto que siempre los ricos tienen no solo el dinero, sino también junto con él, detentan el poder, la influencia, las fuentes de trabajo, y todo lo que ello significa. Entonces, se suele tomar uno de los siguientes pasos:

a).- Se elude el problema, se lo toca tangencialmente y se sigue a como dé lugar.

b).- Se toma la actitud beligerante, se estrella contra los ricos, y se termina declarando cómo ya en el evangelio es incompatible la posesión de la riqueza con el reino de Dios. Será calificado de comunista, de peligroso, seguramente no será escuchado mas como testigo de Cristo sino como revolucionario político.

c.- Se dice que aquí se refiere a la riqueza en una manera general y cada uno puede aplicarla a su modo, porque hay ricos que aunque son ricos en dinero, tienen grandes necesidades, por ejemplo de depresión, de soledad. Y esa es su pobreza y de esa manera este texto no viene a tocar la estructura económica y la estructura social, se convierte en un texto inocuo y en un texto inofensivo.

No es fácil saber qué es lo que quería decir Cristo con estas palabras, pero hay algo que sí podemos afirmar, si miramos el conjunto de la vida y de la misión de Jesucristo podemos asegurar que Cristo jamás predicó para que sus palabras se convirtieran en armas, que unas personas le tiraran a las otra,.y esto se puede comprobar, si usted busca en el evangelio todas y cada una de las palabras duras, incluidos los insultos (hipócritas por ejemplo).

Jesús no es de los que manda decir: "ve y dile a ese que es un desgraciado", "ve y dile a ese, que no se va a poder salvar". Jesús va a donde ese y en su cara le dice hipócrita, si sigues así no te vas a salvar. La palabra de Cristo no es para que nosotros aprovechemos para decir nuestras broncas o nuestras envidias a otros.

Bueno ahí tenemos un primer criterio de lectura de este evangelio.

El evangelio está dirigido fundamentalmente para que cada persona lo aplique a su propia vida, para que cada persona descubra en su propia vida este texto. Esa es una primera enseñanza, la de que podemos encontrar inmensos tesoros en la Palabra de Dios, si los buscamos con ayuda del Espíritu santo.

Empecemos pues a encontrar tesoros en este texto.

"El joven corrió a su encuentro, se arrodilló delante de Él y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?

Los jóvenes de todos los tiempos corren y se arrodillan ante otros ídolos, buscan el dinero para independizarse, buscan el sexo sin compromiso, quieren triunfar sin esfuerzo, libres sin responsabilidades, miren a su alrededor en la iglesia, verán que no hay muchos jóvenes.

Este joven del evangelio nos sorprende porque, aparentemente, tiene sentimientos y preocupaciones más nobles. Quiere saber cómo heredar la vida eterna. Nosotros hacemos cosas para matar el tiempo, para divertirnos, para ganarnos el pan, hacemos unas cosas por obligación y otras por gusto.

La vida eterna es un don de Dios. Y a Dios no se le puede comprar. A Dios se le acoge y se le celebra. Esa es una premisa que deberíamos ponernos cada que asistimos a la Santa Misa: ¿Asistimos para estar junto a Cristo y escuchar su palabra o solo para cumplir una obligación y para “que Dios no se enoje”?.

Otro tesoro que encontramos, es la respuesta de Jesús. “Ya conoces los mandamientos: no matar, no defraudar, no robar…” Jesús no menciona los cuatro primeros mandamientos, los que hacen referencia a Dios. ¿Por qué no menciona los tres primeros mandamientos? ¿Por qué sólo los que hacen referencia a los hombres?

Ya lo dijimos, es necesario convertirse, cambiar, y vivir de otra manera –imitando a Cristo- es ser fiel a las relaciones con los hermanos. El que no respeta, no sirve, no es fiel a sus múltiples relaciones, el que no ama al hermano tampoco ama a Dios. Solo se cumple la Ley si se ama.

Jesús miró al joven, lo amó y le dijo: "Sólo te falta una cosa"… Convertirse es ser libre. Sólo una persona libre puede seguir a Jesús y el joven no era libre, le ataban sus riquezas, era un esclavo, y nosotros no podemos seguir y aceptar a Jesús si alguien o algo nos controla.

Y para tener algo que nos controle, no necesitamos ser ricos en términos de dinero ni posesiones. Basta pensar en el juego que repito casi todos los días, en el cine que acudo cada que puedo, en el alcohol que es omnipresente en mis reuniones… y muchas otras cosas que por ser placenteras hacen que yo deje a Dios y a mi alma en un segundo plano.

No sabemos el nombre del joven. Pero sabemos nuestro nombre y hoy recibimos la misma invitación: "Ven y sígueme". Pero ven, no a hacer, sino a ser como yo, solidario, justo, fiel y servidor como Jesús. Yo seré tu libertad, tu tesoro, tu vida eterna.

Al Señor le desagrada profundamente que en los templos o las reuniones nos convirtamos en actores interpretando el papel de santos. No se trata de rezar más fuerte, ni más rápido, ni aumentar palabras dulces a cada rezo. Se trata de dejar todo atrás, incluyendo nuestro propio yo.

Muchas veces nos acercamos a Jesús no por amor a Él, sino para añadir a lo que ya tenemos una posesión más, en este caso, la vida eterna. Como ya tenemos nuestra vida en este mundo asegurada, ahora queremos comprar la seguridad en la otra vida más, y buscamos a un Maestro Bueno, uno cómodo, que no nos pida muchas cosas para que nos dé la receta mágica.

Los bienes materiales se heredan, se compran, se roban, se arriendan… pero la vida eterna, don de Dios, está en otra dimensión, no es un bien acumulable, es un camino que hay que recorrer bajo la guía del Espíritu y de la Palabra de Dios en humildad de corazón, en oración, en donación de vida y en servicio a los demás. Tal y como lo hizo Jesús.

Muchos argumentan: por supuesto que hay que renunciar al mal bajo todas sus máscaras pero ¿por qué hay que renunciar a la riqueza y a las cosas buenas de la vida? Renunciar no es hacer ascos de nuestra prosperidad. Renunciar no es despreciar las bendiciones materiales que vienen de Dios.

Dios no nos quiere pobres. Pero quiere que vivamos liberados del peso y de la mordaza de la riqueza. Dios quiere que vivamos en la dimensión, no de tener cada día más, sino de ser cada día más hijos suyos y más hermanos de los hermanos y más responsables de la marcha de este mundo individualista, avaricioso, egoísta y cerrado en sí mismo.

Si hoy preguntaríamos: “Maestro Bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar tus bendiciones espirituales y materiales?” El Señor nos respondería: Reconoce mi presencia en el mundo. "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo." En este mundo lleno de consignas, eslóganes y recetas para triunfar, escucha las mías que son las verdaderas, estudia mi Palabra y tendrás todas las respuestas.

Me gusta tu observancia de los detalles de la ley –como el joven del Evangelio-, pero prefiero que arriesgues un poco o un mucho porque Yo no soy una ley. Yo soy el Señor. Sígueme. Tu cuenta bancaria, grande o pequeña, no te salvará. Yo sí, ten confianza en mí.

Videos Provida: Película "Dinero con sangre"