Ya sea que se trate de los bendecidos por el Padre, la buena semilla, los invitados a la boda, la perla preciosa o el tesoro escondido, a lo largo del evangelio, Jesús explica de muchas maneras y con muchas figuras, lo que será el premio que espera a los que sean conducidos a la derecha del Padre.
Dejando de lado el concepto de eternidad, porque es demasiado grande para la mente humana, podemos unir todos los ejemplos, y hacemos más o menos una figura de felicidad sin límites, de contemplación de la gloria de Dios, de vida en medio de la corte celestial, etc. Es la meta que deseamos ardientemente alcanzar, y para ello, debemos esforzarnos cada día, tratando de dominar a nuestras miserias, nuestras pequeñeces, que nos conducen a alejar a Dios de nuestra vida.
Grande es el deseo del Señor, (y lo hace de muchas maneras), para hacernos comprender, que salgamos del acomodo en nuestro egoísmo, y busquemos su Reino en nuestros corazones, porque a ese Reino, no se puede ingresar sin ser “Santo, como Santo es nuestro Padre que está en el cielo”.
Sin embargo hay unas palabras constantes, invariables, que deberían llevarnos a hacer una severa reflexión, que nos proporcione aún más argumentos sobre la necesidad de iniciar la conversión con la urgencia con que Él mismo ve ese chispazo de tiempo que dura nuestra vida. Cristo quiere nuestra conversión ya, hoy, no mañana ni en otro momento, sino hoy, y veamos por qué.
Todas las parábolas que describen lo que es el cielo, terminan con la separación de la cizaña, de los que son del enemigo, pero en lugar de emplear figuras, repite siempre lo mismo: “Ahí será el llanto y el rechinar de dientes”
El Señor, no habla de figuras, sino de actitudes: llanto y rechinar de dientes. Es que una vez alejados para siempre de la presencia de Dios, el tormento, será sin duda el llanto de la falta de esperanza, el llanto de la ausencia de Dios, el llanto de esa angustia sin fin y sin descanso, pero nos estremece más aún las otras palabras: “el rechinar de dientes”
Ese rechinar, nos habla con claridad, de rabia, de furor, de odio, de impotencia e incapacidad. ¿De qué? Pues simplemente, de la imposibilidad de una nueva oportunidad para corregir lo que hemos ido postergando por sentirnos muy jóvenes, muy poderosos, muy exitosos, o simplemente por flojera de tomar las cosas como deberían ser.
Y es esta última actitud (la de no tomar las cosas como deberían ser), la que a nuestro juicio, producirá ese rechinar de dientes: “¿Porqué no actué cuando debí hacerlo?, ¿Por qué no tomé en cuenta cuando me lo dijeron?, ¿Porqué no escuché “ese día” en la homilía? Y mil “porqué mas… pero tarde.
La Misericordia de Dios, se nos manifiesta precisamente en el regalo de cada nuevo día, nosotros esperando poder alcanzar nuestras metas, y Él esperando escuchar nuestra voz arrepentida. Nosotros con la displicencia con la que derrochamos nuestro tiempo, y Él esperándonos en la oscuridad del Sagrario. Nosotros pasando alegremente tantas oportunidades, y Él sangrando por tantos regalos que dejamos atrás . ¿Hasta cuando?
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martes, 29 de julio de 2008
Carta para ANE Washington
ANE Washington (EE.UU), realizó la semana pasada un pequeño evento, que por haber sido destinado a recaudar fondos para el CASANE de esa comunidad, merece nuestra atención, imitación y apoyo. Por ello, compartimos con ustedes el mail enviado por nuestro Director General, que nos sirve a todos de reflexión e impulso.
Mérida, Yucatán, 27 de julio de 2008.
Muy querido hermano Mario, Secretario de Relaciones Internacionales del Apostolado de la Nueva Evangelización, queridos hermanos miembros de la Casita de Oración San Severino y estimados concurrentes, reciban todos un saludo cordial de Paz y Bien en nuestro Señor Jesucristo.
Tengo el agrado de llegar hasta ustedes con el propósito de agradecerles en el nombre de Dios por estar allí reunidos; seguramente para compartir un momento agradable y un rico chicharrón (aunque con cierto sabor a nostalgia por nuestra pobre y querida patria); pero también, y muy especialmente, PARA HACER EL BIEN.
Seguramente la mayoría de ustedes estará al tanto del destino que se le dará a la recaudación que pueda reunirse hoy, gracias a su generosa asistencia, pero déjenme tratar de compartirles el sentido profundo de lo que, quizás algunos sin saberlo bien, están haciendo ahora con su presencia:
Al participar de esta reunión y pagarse ustedes un plato de comida, están haciendo posible que muchas personas puedan recibir no sólo el alimento material de un par de días, sino también la esperanza para poder seguir adelante, a pesar de sus difíciles y precarias condiciones de existencia…
Déjenme hablarles de la verdadera alegría que, en mi experiencia pastoral, he observado en los rostros de decenas de personas para las cuales significa tanto el hecho de sentirse consideradas, de que se les llame por su nombre, de que se las reciba con un abrazo y se las despida con una sonrisa; de que se les festeje el cumpleaños con un pastel y se les haga soplar una velita…
Permítanme expresarles también lo importante que es para estas personas, que ahora se hacen beneficiarias de la generosidad de cada uno de ustedes, el recibir en sus vidas a Dios, en circunstancias en las cuales Él viene a constituirse en el único sostén y estímulo para sobrellevar enfermedades, discriminaciones e injusticias.
Concédanme el honor, en fin, de poder decirles, en representación de todos ellos, MUCHAS
GRACIAS; que el Señor recompense con bendiciones su generosidad, que se manifiesta no sólo en términos monetarios, sino también de tiempo y esfuerzo…
Es importante y muy significativo el hecho de que hoy estén allí ustedes reunidos, a pesar de las distancias y de ser éste un día para el descanso y la familia, porque al compartir estos momentos su aporte va más allá de lo material, para convertirse en verdadera COMUNIÓN.
Igualmente, quiero agradecerles a nombre de todos los integrantes del ANE, porque con esta sencilla iniciativa están “haciendo Iglesia”, y dejando una huella, al inaugurar una nueva forma de “hacer también Apostolado”.
Reciban un abrazo fraterno en los Sagrados Corazones de Jesús y María:
Francisco Rico Toro Rivas
DIRECTOR GENERAL DEL ANE
Mérida, Yucatán, 27 de julio de 2008.
Muy querido hermano Mario, Secretario de Relaciones Internacionales del Apostolado de la Nueva Evangelización, queridos hermanos miembros de la Casita de Oración San Severino y estimados concurrentes, reciban todos un saludo cordial de Paz y Bien en nuestro Señor Jesucristo.
Tengo el agrado de llegar hasta ustedes con el propósito de agradecerles en el nombre de Dios por estar allí reunidos; seguramente para compartir un momento agradable y un rico chicharrón (aunque con cierto sabor a nostalgia por nuestra pobre y querida patria); pero también, y muy especialmente, PARA HACER EL BIEN.
Seguramente la mayoría de ustedes estará al tanto del destino que se le dará a la recaudación que pueda reunirse hoy, gracias a su generosa asistencia, pero déjenme tratar de compartirles el sentido profundo de lo que, quizás algunos sin saberlo bien, están haciendo ahora con su presencia:
Al participar de esta reunión y pagarse ustedes un plato de comida, están haciendo posible que muchas personas puedan recibir no sólo el alimento material de un par de días, sino también la esperanza para poder seguir adelante, a pesar de sus difíciles y precarias condiciones de existencia…
Déjenme hablarles de la verdadera alegría que, en mi experiencia pastoral, he observado en los rostros de decenas de personas para las cuales significa tanto el hecho de sentirse consideradas, de que se les llame por su nombre, de que se las reciba con un abrazo y se las despida con una sonrisa; de que se les festeje el cumpleaños con un pastel y se les haga soplar una velita…
Permítanme expresarles también lo importante que es para estas personas, que ahora se hacen beneficiarias de la generosidad de cada uno de ustedes, el recibir en sus vidas a Dios, en circunstancias en las cuales Él viene a constituirse en el único sostén y estímulo para sobrellevar enfermedades, discriminaciones e injusticias.
Concédanme el honor, en fin, de poder decirles, en representación de todos ellos, MUCHAS
GRACIAS; que el Señor recompense con bendiciones su generosidad, que se manifiesta no sólo en términos monetarios, sino también de tiempo y esfuerzo…
Es importante y muy significativo el hecho de que hoy estén allí ustedes reunidos, a pesar de las distancias y de ser éste un día para el descanso y la familia, porque al compartir estos momentos su aporte va más allá de lo material, para convertirse en verdadera COMUNIÓN.
Igualmente, quiero agradecerles a nombre de todos los integrantes del ANE, porque con esta sencilla iniciativa están “haciendo Iglesia”, y dejando una huella, al inaugurar una nueva forma de “hacer también Apostolado”.
Reciban un abrazo fraterno en los Sagrados Corazones de Jesús y María:
Francisco Rico Toro Rivas
DIRECTOR GENERAL DEL ANE
Cantar a María
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual
Cantar a María es una manera íntima, humana, muy nuestra, de cantar a Dios. Es reconocer que la Redención ha sido completa en nuestra Madre. Es celebrar que Ella, en cierto modo, nos representa ante el Dios amante de la vida, redentor del hombre y de la historia.
Cantar a María es mirar al mundo con ojos distintos. Porque la santidad divina purificó completamente una existencia humana. Porque el sí de la creatura fue genuino y alegre. Porque el Amor encontró en una joven de Nazaret su morada. Porque no faltó el vino en Caná y empezaron, para todo el mundo, las bodas del Cordero.
Cantar a María es reconocer la grandeza de Dios. Porque mira al humilde, porque acoge al débil, porque rechaza al soberbio, porque salva al pecador arrepentido. Porque quiso ser Niño, porque quiso tener Madre humana, porque empezó a ser Hermano nuestro. Porque tuvo necesidad de alguien que sufriese, como Mujer, como Mediadora, al lado de la cruz.
Cantar a María es aprender a ser como niños. Porque necesitamos la paz de su mirada, el calor de su compañía, la ternura de su afecto, la alegría de su sí al Padre. Porque queremos ser creyentes como Ella, porque necesitamos fiarnos de Dios, porque no nos resulta fácil caminar en las tinieblas, porque necesitamos ayuda para escuchar la voz del Espíritu.
Cantar a María es parte de nuestro caminar cristiano. No hay Hijo del Hombre sin la Madre. Jesús la quiso, y, en Ella, nos quiso a todos. También a quien lucha contra el egoísmo, a quien siente difícil la pureza, a quien piensa que es imposible el amor al enemigo. También a quien se levanta, una y mil veces, tras la caída, para pedir perdón a Dios (un Dios presente a través del sacerdote que repite lo que diría el Hijo: te perdono).
Cantar a María es decir, simplemente, desde el corazón, un gracias a Dios. Porque en su Madre nos ha amado con locura. Porque venció así nuestro pecado. Porque nos abrió el cielo, donde está Ella esperándonos. Porque nos quiere pequeños, débiles, pero seguros: no hay miedo junto a la Madre. Sólo hay esperanza, alegría y amor sincero.
Autor: P. Fernando Pascual
Cantar a María es una manera íntima, humana, muy nuestra, de cantar a Dios. Es reconocer que la Redención ha sido completa en nuestra Madre. Es celebrar que Ella, en cierto modo, nos representa ante el Dios amante de la vida, redentor del hombre y de la historia.
Cantar a María es mirar al mundo con ojos distintos. Porque la santidad divina purificó completamente una existencia humana. Porque el sí de la creatura fue genuino y alegre. Porque el Amor encontró en una joven de Nazaret su morada. Porque no faltó el vino en Caná y empezaron, para todo el mundo, las bodas del Cordero.
Cantar a María es reconocer la grandeza de Dios. Porque mira al humilde, porque acoge al débil, porque rechaza al soberbio, porque salva al pecador arrepentido. Porque quiso ser Niño, porque quiso tener Madre humana, porque empezó a ser Hermano nuestro. Porque tuvo necesidad de alguien que sufriese, como Mujer, como Mediadora, al lado de la cruz.
Cantar a María es aprender a ser como niños. Porque necesitamos la paz de su mirada, el calor de su compañía, la ternura de su afecto, la alegría de su sí al Padre. Porque queremos ser creyentes como Ella, porque necesitamos fiarnos de Dios, porque no nos resulta fácil caminar en las tinieblas, porque necesitamos ayuda para escuchar la voz del Espíritu.
Cantar a María es parte de nuestro caminar cristiano. No hay Hijo del Hombre sin la Madre. Jesús la quiso, y, en Ella, nos quiso a todos. También a quien lucha contra el egoísmo, a quien siente difícil la pureza, a quien piensa que es imposible el amor al enemigo. También a quien se levanta, una y mil veces, tras la caída, para pedir perdón a Dios (un Dios presente a través del sacerdote que repite lo que diría el Hijo: te perdono).
Cantar a María es decir, simplemente, desde el corazón, un gracias a Dios. Porque en su Madre nos ha amado con locura. Porque venció así nuestro pecado. Porque nos abrió el cielo, donde está Ella esperándonos. Porque nos quiere pequeños, débiles, pero seguros: no hay miedo junto a la Madre. Sólo hay esperanza, alegría y amor sincero.
Padres ancianos
Fuente: Catholic.net
Autor: Salvador I. Reding V.
Para los jóvenes padres de familia, cuidar a sus bebés, ayudarlos en su absoluta dependencia para subsistir, a aprender a caminar, y a valerse cada vez más por sí mismos, es vivido como un camino mágico, esperado y muy satisfactorio, cuya recompensa es ver desarrollarse al hijo y convertirse en una personita. Cuidarlos cuando enferman, es una preocupación que se puede llevar al extremo, para que sus males sean bien atendidos, medicinados y seguidas las instrucciones del médico. Nadie cuestiona esta responsabilidad y satisfacción.
Es muy fácil dar amor y apapacho a un bebé o a una niñita encantadora, o un abrazo a un niño. La satisfacción paterna es fácil de conseguir y lleva al orgullo de ser protector y cuidador de los hijos que crecen. Estas satisfacciones se convierten en orgullo que puede llegar a la soberbia, la presunción consigo mismo del deber cumplido.
Pero hay otro extremo de la vida, la decadencia con los años, que convierte a personas vigorosas de la edad madura en ancianos, cada vez más necesitados de ayuda de todo tipo: material, física y psicológica -por no especificar espiritual. Quienes no mueren en el camino de la vida, se hacen viejos, con una creciente dependencia de gente más joven, que en toda cultura humana, es vista como responsabilidad fundamental de los hijos, y en segundo lugar de otros parientes, como los hermanos menores.
La responsabilidad para con los viejos es tan importante como para con los infantes; éstos crecen y aquellos decrecen, los niños son cada día menos dependientes y los viejos cada vez más, los niños ganan fuerza, los viejos la pierden. Aquí empiezan los problemas para quienes, como adultos en plenitud de vida, enfrentan necesidades de sus padres que envejecen: ¡que lata con el viejo!
Tal como la memoria histórica de los pueblos los hace olvidar y repetir los errores pasados, de acción y de omisión, las personas tienden a olvidar lo recibido de sus padres, desde el cuidado y alimentación recién nacidos, hasta sacrificios personales de tiempo y dinero para su educación. Y no es falta de memoria histórica familiar, es un mecanismo egoísta para olvidar la dedicación paterna y materna recibida.
Muy fácilmente, los padres de familia jóvenes y en edad madura, egoístamente pueden despreciar cada vez más lo recibido de sus padres, dándolo como una obligación que cumplir sin mayor mérito, pero al mismo tiempo llegan a sobreestimar sus propias acciones para con sus hijos. El egoísmo y la sobre-autoestima se imponen, desestimando a sus padres.
Atender a los padres que envejecen o ya ancianos, es vista por adultos egoístas como carga incomodísima, que demanda algo que quieren tener para su exclusivo provecho: tiempo. Una vez que un adulto empieza a sentir la necesidad paterna de dedicarles tiempo, la alternativa se hace presente: si dejo mis cosas para ver a mis papás, me pesa, y si no les doy tiempo, me remuerde la conciencia. La solución más fácil: desoír la conciencia.
El envejecimiento humano es sinónimo, desgraciadamente, de pérdida de facultades, y al mismo tiempo puede serlo de testarudez, necedad, mal carácter y cerrazón a ideas y costumbres que a través de su vida llegaron a considerar como propias: yo tengo razón y las nuevas generaciones están equivocadas. Los viejos chochean, entorpecen sus movimientos, pierden la memoria reciente y enferman cada vez más fácil y más perennemente. ¡Que lata son los viejos!
Sí, los padres que envejecen o ya ancianos son una carga, pero es el proceso vital de todo ser viviente. Esta carga es, para una recta conciencia libre de egoísmo, una responsabilidad ineludible, a cumplir con el mismo amor con que se atiende a los hijos al prepararlos para la vida. Pero la dificultad de atender a los viejos es más gratificante que atender a los hijos, y el premio divino inmenso.
No podemos hacernos sordos ni ciegos ante la demanda de atención de los padres viejos, cuya mayor dolencia es la soledad. En todas las culturas humanas y todas las religiones, esta responsabilidad es muy grave; es primero corresponder a la atención y amor recibidos mientras se crecía, con todas las fallas y errores que ello pudiera haber tenido. Salvo casos muy particulares de irresponsabilidad paterna, el saldo de amor y cuidados que recibimos, es muy favorable a los padres. Olvidarlo es tan, tan cómodo... que pensar en ello mortifica el uso de mi tiempo: sacrificar mi ocio tan agradable en pasar tiempo con los viejos...
La Biblia es muy clara en cuanto a la responsabilidad para con los padres ancianos, con todas sus debilidades, fallas y exigencias. La palabra de Dios es más exigente que cualquier palabra humana sobre el deber ante los padres. Dios no deja de amenazar a quien no lo cumple y de ofrecer recompensa a quien da amor a sus viejos. (Ver Eclesiástico, Cap. III, Vers. 1-18).
En conclusión: debemos dar a nuestros padres envejeciendo los que necesitan de nosotros, en cosas materiales -lo más cómodo-, pero esencialmente en tiempo, tiempo lleno de calor humano, de cariño y de mucha, mucha comprensión de sus debilidades de ancianidad y de su soledad. De paso, no olvidar que, si no morimos en plenitud de vida, también nos haremos ancianos y requeriremos tiempo de nuestros propios hijos quienes, naturalmente, repetirán lo que nos vieron hacer o dejar de hacer.
Comentarios al autor siredingv@bigfoot.com
Autor: Salvador I. Reding V.
Para los jóvenes padres de familia, cuidar a sus bebés, ayudarlos en su absoluta dependencia para subsistir, a aprender a caminar, y a valerse cada vez más por sí mismos, es vivido como un camino mágico, esperado y muy satisfactorio, cuya recompensa es ver desarrollarse al hijo y convertirse en una personita. Cuidarlos cuando enferman, es una preocupación que se puede llevar al extremo, para que sus males sean bien atendidos, medicinados y seguidas las instrucciones del médico. Nadie cuestiona esta responsabilidad y satisfacción.
Es muy fácil dar amor y apapacho a un bebé o a una niñita encantadora, o un abrazo a un niño. La satisfacción paterna es fácil de conseguir y lleva al orgullo de ser protector y cuidador de los hijos que crecen. Estas satisfacciones se convierten en orgullo que puede llegar a la soberbia, la presunción consigo mismo del deber cumplido.
Pero hay otro extremo de la vida, la decadencia con los años, que convierte a personas vigorosas de la edad madura en ancianos, cada vez más necesitados de ayuda de todo tipo: material, física y psicológica -por no especificar espiritual. Quienes no mueren en el camino de la vida, se hacen viejos, con una creciente dependencia de gente más joven, que en toda cultura humana, es vista como responsabilidad fundamental de los hijos, y en segundo lugar de otros parientes, como los hermanos menores.
La responsabilidad para con los viejos es tan importante como para con los infantes; éstos crecen y aquellos decrecen, los niños son cada día menos dependientes y los viejos cada vez más, los niños ganan fuerza, los viejos la pierden. Aquí empiezan los problemas para quienes, como adultos en plenitud de vida, enfrentan necesidades de sus padres que envejecen: ¡que lata con el viejo!
Tal como la memoria histórica de los pueblos los hace olvidar y repetir los errores pasados, de acción y de omisión, las personas tienden a olvidar lo recibido de sus padres, desde el cuidado y alimentación recién nacidos, hasta sacrificios personales de tiempo y dinero para su educación. Y no es falta de memoria histórica familiar, es un mecanismo egoísta para olvidar la dedicación paterna y materna recibida.
Muy fácilmente, los padres de familia jóvenes y en edad madura, egoístamente pueden despreciar cada vez más lo recibido de sus padres, dándolo como una obligación que cumplir sin mayor mérito, pero al mismo tiempo llegan a sobreestimar sus propias acciones para con sus hijos. El egoísmo y la sobre-autoestima se imponen, desestimando a sus padres.
Atender a los padres que envejecen o ya ancianos, es vista por adultos egoístas como carga incomodísima, que demanda algo que quieren tener para su exclusivo provecho: tiempo. Una vez que un adulto empieza a sentir la necesidad paterna de dedicarles tiempo, la alternativa se hace presente: si dejo mis cosas para ver a mis papás, me pesa, y si no les doy tiempo, me remuerde la conciencia. La solución más fácil: desoír la conciencia.
El envejecimiento humano es sinónimo, desgraciadamente, de pérdida de facultades, y al mismo tiempo puede serlo de testarudez, necedad, mal carácter y cerrazón a ideas y costumbres que a través de su vida llegaron a considerar como propias: yo tengo razón y las nuevas generaciones están equivocadas. Los viejos chochean, entorpecen sus movimientos, pierden la memoria reciente y enferman cada vez más fácil y más perennemente. ¡Que lata son los viejos!
Sí, los padres que envejecen o ya ancianos son una carga, pero es el proceso vital de todo ser viviente. Esta carga es, para una recta conciencia libre de egoísmo, una responsabilidad ineludible, a cumplir con el mismo amor con que se atiende a los hijos al prepararlos para la vida. Pero la dificultad de atender a los viejos es más gratificante que atender a los hijos, y el premio divino inmenso.
No podemos hacernos sordos ni ciegos ante la demanda de atención de los padres viejos, cuya mayor dolencia es la soledad. En todas las culturas humanas y todas las religiones, esta responsabilidad es muy grave; es primero corresponder a la atención y amor recibidos mientras se crecía, con todas las fallas y errores que ello pudiera haber tenido. Salvo casos muy particulares de irresponsabilidad paterna, el saldo de amor y cuidados que recibimos, es muy favorable a los padres. Olvidarlo es tan, tan cómodo... que pensar en ello mortifica el uso de mi tiempo: sacrificar mi ocio tan agradable en pasar tiempo con los viejos...
La Biblia es muy clara en cuanto a la responsabilidad para con los padres ancianos, con todas sus debilidades, fallas y exigencias. La palabra de Dios es más exigente que cualquier palabra humana sobre el deber ante los padres. Dios no deja de amenazar a quien no lo cumple y de ofrecer recompensa a quien da amor a sus viejos. (Ver Eclesiástico, Cap. III, Vers. 1-18).
En conclusión: debemos dar a nuestros padres envejeciendo los que necesitan de nosotros, en cosas materiales -lo más cómodo-, pero esencialmente en tiempo, tiempo lleno de calor humano, de cariño y de mucha, mucha comprensión de sus debilidades de ancianidad y de su soledad. De paso, no olvidar que, si no morimos en plenitud de vida, también nos haremos ancianos y requeriremos tiempo de nuestros propios hijos quienes, naturalmente, repetirán lo que nos vieron hacer o dejar de hacer.
Comentarios al autor siredingv@bigfoot.com
Carta a los abuelos de Jesús: Ana y Joaquín
Fuente: Catholic.net
Autor: Susana Ratero
Mis muy queridos Joaquín y Ana:
Mi nombre es… bueno, no importa… les escribo desde un banco de la parroquia en una inexplicable tarde cálida de julio.
Me avisó una amiga que el día 26 es su fiesta y, por ello, quise regalarles esta sencilla carta.
No encuentro palabras para decirles “gracias”. Gracias por haber sido tan dulces y ejemplares padres de mi amada María.
Usted, señora Ana, que habrá compartido con ella tantas tardes luego de intensas jornadas, ha sido una sencilla pero sabia maestra. Fueron sus manos (¿Las de quién, sino?) las que se unieron a las de Ella en un mar de harina, para enseñarle a amasar el pan. Fueron sus manos (¿Las de quién, sino?) las que apretaron fuerte las de Ella cuando el dolor, implacable, les invadía el alma.
Fue su ejemplo (¿el de quién, sino?) el que ayudó a María a caminar los senderos de la contemplación simple, sencilla, la que está al alcance de cualquier mujer. Fue este santo ejercicio el que permitió a la Madre, años después, meditar en su corazón los misterios de la Salvación.
Fue usted, buena señora, la que son su ejemplo más que con sus palabras, le enseñó a María que ser mamá es la tarea más hermosa del mundo. Así, Ella, la veía a usted cuidar y ayudar a amigas y parientas cuando los embarazos venían difíciles en los caminos del alma. Y seguro en su casa los pequeñines siempre hallaron una rica sorpresa, increíblemente siempre lista, para sus sorpresivas y revoltosas incursiones.
Ustedes llevaron a la “llena de gracia” por las escalinatas del Templo tantas veces… Así, Ella fue conociendo que hace muchos años, un profeta llamado Isaías anunciaba que “…La Virgen está embarazada y da a luz un hijo…” y la profecía le inundaba el alma…
Usted, mi buen Joaquín, fue un hombre honesto y sencillo. ¿Quién, sino, habría sido digno de traer a este mundo a la “llena de gracia”?. María le habrá contemplado, seguramente, tantos días al partir de la casa para “ganar el pan con el sudor de su frente”. Y le habrá esperado de regreso y habrá corrido hacia usted con las mejillas sonrosadas y los ojos llenos de palomas blancas para abrazarle al regreso de la larga jornada. Y usted, la tomó en sus brazos y la alzó al cielo… tan ligera como una gacela, tan pura como una mañana.
"- "Quisiera que el padre de mi hijo se te pareciera” le dijo un día Ella." Y usted casi no veía su rostro pues las lágrimas delataban que la niña le había besado el corazón.
- "Quisiera que mi hijo, un día, estuviese tan feliz de mí como yo lo estoy de ti, querida madre…" y sus palabras le hicieron sentir, Ana, que la vida es hermosa y los sacrificios y angustias de muchos años al criar los hijos, pueden desaparecer en un instante con frases como esa.
No quisiera terminar esta sencilla carta sin imaginar, por un momento, cuanto de ustedes llego al corazón de Jesús a través de María: Usted, mi buena Ana, seguro le alcanzó, desde más allá del tiempo, esa ternura por las pequeñas cosas de cada día, la cual, al llegarle desde el corazón de María, se transformaría luego en parábola, en camino…
Usted, don Joaquín, le dejó al mejor de los nietos la mejor de las herencias: El amor al trabajo. Así, a través de María y envuelto en las palabras y ejemplo del buen José, hallaría en Jesús el mejor de los depositarios.
Abuelos, abuelos, cuantas veces Jesús habrá dicho estas palabras… " Extrañas a los abuelos ¿Verdad, Madre querida?"… "A veces, Hijo, a veces… Cuando tu te vas a predicar lejos y yo te extraño, muchas veces siento que hubiera querido tener a mis padres cerca”… Y Jesús habrá mirado a María en silencio, sabiendo que había verdades que Ella comprendería más tarde, con la llegada del Espíritu Santo….
Para terminar les pido un favor. Abracen a todos los abuelos del mundo, en especial a los que se sienten solos. No importa si tienen nietos o no, pues hay una edad del alma en que la palabra “abuelo” se torna en caricia….
Un gran abrazo a los dos….
Autor: Susana Ratero
Mis muy queridos Joaquín y Ana:
Mi nombre es… bueno, no importa… les escribo desde un banco de la parroquia en una inexplicable tarde cálida de julio.
Me avisó una amiga que el día 26 es su fiesta y, por ello, quise regalarles esta sencilla carta.
No encuentro palabras para decirles “gracias”. Gracias por haber sido tan dulces y ejemplares padres de mi amada María.
Usted, señora Ana, que habrá compartido con ella tantas tardes luego de intensas jornadas, ha sido una sencilla pero sabia maestra. Fueron sus manos (¿Las de quién, sino?) las que se unieron a las de Ella en un mar de harina, para enseñarle a amasar el pan. Fueron sus manos (¿Las de quién, sino?) las que apretaron fuerte las de Ella cuando el dolor, implacable, les invadía el alma.
Fue su ejemplo (¿el de quién, sino?) el que ayudó a María a caminar los senderos de la contemplación simple, sencilla, la que está al alcance de cualquier mujer. Fue este santo ejercicio el que permitió a la Madre, años después, meditar en su corazón los misterios de la Salvación.
Fue usted, buena señora, la que son su ejemplo más que con sus palabras, le enseñó a María que ser mamá es la tarea más hermosa del mundo. Así, Ella, la veía a usted cuidar y ayudar a amigas y parientas cuando los embarazos venían difíciles en los caminos del alma. Y seguro en su casa los pequeñines siempre hallaron una rica sorpresa, increíblemente siempre lista, para sus sorpresivas y revoltosas incursiones.
Ustedes llevaron a la “llena de gracia” por las escalinatas del Templo tantas veces… Así, Ella fue conociendo que hace muchos años, un profeta llamado Isaías anunciaba que “…La Virgen está embarazada y da a luz un hijo…” y la profecía le inundaba el alma…
Usted, mi buen Joaquín, fue un hombre honesto y sencillo. ¿Quién, sino, habría sido digno de traer a este mundo a la “llena de gracia”?. María le habrá contemplado, seguramente, tantos días al partir de la casa para “ganar el pan con el sudor de su frente”. Y le habrá esperado de regreso y habrá corrido hacia usted con las mejillas sonrosadas y los ojos llenos de palomas blancas para abrazarle al regreso de la larga jornada. Y usted, la tomó en sus brazos y la alzó al cielo… tan ligera como una gacela, tan pura como una mañana.
"- "Quisiera que el padre de mi hijo se te pareciera” le dijo un día Ella." Y usted casi no veía su rostro pues las lágrimas delataban que la niña le había besado el corazón.
- "Quisiera que mi hijo, un día, estuviese tan feliz de mí como yo lo estoy de ti, querida madre…" y sus palabras le hicieron sentir, Ana, que la vida es hermosa y los sacrificios y angustias de muchos años al criar los hijos, pueden desaparecer en un instante con frases como esa.
No quisiera terminar esta sencilla carta sin imaginar, por un momento, cuanto de ustedes llego al corazón de Jesús a través de María: Usted, mi buena Ana, seguro le alcanzó, desde más allá del tiempo, esa ternura por las pequeñas cosas de cada día, la cual, al llegarle desde el corazón de María, se transformaría luego en parábola, en camino…
Usted, don Joaquín, le dejó al mejor de los nietos la mejor de las herencias: El amor al trabajo. Así, a través de María y envuelto en las palabras y ejemplo del buen José, hallaría en Jesús el mejor de los depositarios.
Abuelos, abuelos, cuantas veces Jesús habrá dicho estas palabras… " Extrañas a los abuelos ¿Verdad, Madre querida?"… "A veces, Hijo, a veces… Cuando tu te vas a predicar lejos y yo te extraño, muchas veces siento que hubiera querido tener a mis padres cerca”… Y Jesús habrá mirado a María en silencio, sabiendo que había verdades que Ella comprendería más tarde, con la llegada del Espíritu Santo….
Para terminar les pido un favor. Abracen a todos los abuelos del mundo, en especial a los que se sienten solos. No importa si tienen nietos o no, pues hay una edad del alma en que la palabra “abuelo” se torna en caricia….
Un gran abrazo a los dos….
Iglesia en México lamenta campaña de "católicas" abortistas que usan frases bíblicas
MÉXICO D.F., 26 Jul. 08 (ACI).-El portavoz de la Arquidiócesis de Ciudad de México, P. Hugo Valdemar, lamentó la reciente campaña lanzada por la organización abortista "católicas por el derecho a decidir" (CDD), que utiliza frases bíblicas fuera de contexto para justificar el uso del preservativo.
La campaña de avisos lanzada en México por CDD, una organización cuya central norteamericana promueve el aborto con la financiación de fundaciones como la de la revista pornográfica "Playboy", utiliza pasajes sexualmente sugestivos tomados del libro del Cantar de los Cantares, del Antiguo Testamento. Al pie de cada pasaje, incluyen el mensaje "Ama a tu prójimo como a ti mismo. Usa condón".
"Nos queda claro que los integrantes de este grupo no son católicos, pues van en contra de las enseñanzas del Papa y de la Iglesia", explicó el P. Valdemar en declaraciones a la agencia española EFE.
El vocero arquidiocesano lamentó el "uso grosero de la palabra de Dios" y recordó que "en la Biblia no se habla del preservativo". "Ellos están ansiosos de que la Iglesia contraataque pero, por este mismo motivo, no habrá ninguna respuesta por parte de la Arquidiócesis", señaló.
El P. Valdemar recordó que el Episcopado norteamericano ha señalado claramente que esta organización, pese a llevar el rótulo de "católica", no lo es. "Son organizaciones, que por decisión propia, están auto excluidas de la Iglesia", explicó.
El Sacerdote concluyó advirtiendo que los promotores de la campaña están financiados por entidades pro abortistas mundiales y que lo único que pretenden es "atacar a la Iglesia".
La campaña de avisos lanzada en México por CDD, una organización cuya central norteamericana promueve el aborto con la financiación de fundaciones como la de la revista pornográfica "Playboy", utiliza pasajes sexualmente sugestivos tomados del libro del Cantar de los Cantares, del Antiguo Testamento. Al pie de cada pasaje, incluyen el mensaje "Ama a tu prójimo como a ti mismo. Usa condón".
"Nos queda claro que los integrantes de este grupo no son católicos, pues van en contra de las enseñanzas del Papa y de la Iglesia", explicó el P. Valdemar en declaraciones a la agencia española EFE.
El vocero arquidiocesano lamentó el "uso grosero de la palabra de Dios" y recordó que "en la Biblia no se habla del preservativo". "Ellos están ansiosos de que la Iglesia contraataque pero, por este mismo motivo, no habrá ninguna respuesta por parte de la Arquidiócesis", señaló.
El P. Valdemar recordó que el Episcopado norteamericano ha señalado claramente que esta organización, pese a llevar el rótulo de "católica", no lo es. "Son organizaciones, que por decisión propia, están auto excluidas de la Iglesia", explicó.
El Sacerdote concluyó advirtiendo que los promotores de la campaña están financiados por entidades pro abortistas mundiales y que lo único que pretenden es "atacar a la Iglesia".
Los jóvenes están llamados a ser apóstoles de jóvenes, dice el Papa
VATICANO, 27 Jul. 08 (ACI).-Durante el tradicional rezo del Ángelus en Castel Gandolfo, el Papa Benedicto XVI recordó agradecido la experiencia de la reciente Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Sydney, que describió como una gran peregrinación de fe para construir de la civilización del amor.
El Santo Padre describió el evento como "una extraordinaria experiencia" que le permitió "ver el rostro joven de la Iglesia. Era como un mosaico multicolor, formado por chicos y chicas provenientes de todos los rincones de la tierra, todos reunidos por la única fe en Jesucristo"
El Para recordó luego la expresión con que la gente en Australia denominaba a los participantes de la JMJ: "jóvenes peregrinos del mundo", recogiendo la esencia de estas Jornadas internacionales iniciadas por el Siervo de Dios Juan Pablo II. "Estos encuentros de hecho forman la etapa de una peregrinación a través del planeta, para manifestar cómo la fe en Cristo nos hace a todos hijos de un único Padre que está en los cielos, y constructores de la civilización del amor".
"La característica propia del encuentro de Sydney fue la toma de conciencia de la centralidad del Espíritu Santo, protagonista de la vida de la Iglesia y del cristianismo"; dijo el Pontífice, al recordar que durante la gran celebración eucarística del pasado domingo "administré el Sacramento de la Confirmación a 24 jóvenes de varios continentes, invitando a todos los presentes a renovar la promesa bautismal".
"De este modo esta Jornada Mundial se transformó en un nuevo Pentecostés, de la que parte la misión de los jóvenes, llamados a ser apóstoles de sus coetáneos, como tantos santos y beatos, y en particular como el beato Pier Giorgio Frassati, cuyas reliquias, colocadas en la catedral de Sydney, fueron veneradas por una continua peregrinación de jóvenes. Cada chico y chica fue invitado a seguir su ejemplo, a compartir la experiencia personal de Jesús, que cambia la vida de sus 'amigos' con la fuerza del Espíritu Santo, el Espíritu del amor de Dios".
Benedicto XVI concluyó agradeciendo a los obispos de Australia, especialmente al Cardenal George Pell, así como a todas las autoridades y a quienes, desde todo el mundo, rezaron por el evento.
"Que la Virgen María recompense a cada uno con las gracias más bellas. A María encomiendo también el período de reposo que transcurriré desde mañana en Bressanone, entre las montañas del Alto Adige. ¡Permanezcamos unidos en la oración!", concluyó el Pontífice.
El Santo Padre describió el evento como "una extraordinaria experiencia" que le permitió "ver el rostro joven de la Iglesia. Era como un mosaico multicolor, formado por chicos y chicas provenientes de todos los rincones de la tierra, todos reunidos por la única fe en Jesucristo"
El Para recordó luego la expresión con que la gente en Australia denominaba a los participantes de la JMJ: "jóvenes peregrinos del mundo", recogiendo la esencia de estas Jornadas internacionales iniciadas por el Siervo de Dios Juan Pablo II. "Estos encuentros de hecho forman la etapa de una peregrinación a través del planeta, para manifestar cómo la fe en Cristo nos hace a todos hijos de un único Padre que está en los cielos, y constructores de la civilización del amor".
"La característica propia del encuentro de Sydney fue la toma de conciencia de la centralidad del Espíritu Santo, protagonista de la vida de la Iglesia y del cristianismo"; dijo el Pontífice, al recordar que durante la gran celebración eucarística del pasado domingo "administré el Sacramento de la Confirmación a 24 jóvenes de varios continentes, invitando a todos los presentes a renovar la promesa bautismal".
"De este modo esta Jornada Mundial se transformó en un nuevo Pentecostés, de la que parte la misión de los jóvenes, llamados a ser apóstoles de sus coetáneos, como tantos santos y beatos, y en particular como el beato Pier Giorgio Frassati, cuyas reliquias, colocadas en la catedral de Sydney, fueron veneradas por una continua peregrinación de jóvenes. Cada chico y chica fue invitado a seguir su ejemplo, a compartir la experiencia personal de Jesús, que cambia la vida de sus 'amigos' con la fuerza del Espíritu Santo, el Espíritu del amor de Dios".
Benedicto XVI concluyó agradeciendo a los obispos de Australia, especialmente al Cardenal George Pell, así como a todas las autoridades y a quienes, desde todo el mundo, rezaron por el evento.
"Que la Virgen María recompense a cada uno con las gracias más bellas. A María encomiendo también el período de reposo que transcurriré desde mañana en Bressanone, entre las montañas del Alto Adige. ¡Permanezcamos unidos en la oración!", concluyó el Pontífice.
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