Fuente: Catholic.net
Autor: P. Mariano de Blas LC
Todos recordamos aquella escena en la que una gran muchedumbre traía a una mujer sorprendida en adulterio. Venían con piedras en las manos, dispuestos a apedrearla. Jesús les dijo, retándoles: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Y ese Jesús, al ver que nadie le tiraba piedras, le dice: “¿Nadie te ha condenado, mujer? Yo tampoco te condeno”.
Agradecemos inmensamente a San Lucas que nos haya hecho este reportaje trágico y estupendo al mismo tiempo, que podría titularse: “Cómo condenan los hombres. Cómo perdona Dios”.
Por experiencia sabemos que los hombres no perdonan ni olvidan; pero es un alivio oír de labios de Jesús aquellas palabras: “Yo tampoco te condeno”; porque todos sentimos en lo más hondo del alma la necesidad grande y dolorosa de que Dios nos perdone.
No es difícil aparentar ante los demás ser hombre de bien o mujer honesta, pero ante Dios, no queramos guardar las apariencias, porque no podemos. En el fondo, Dios nos asusta. Y algunas veces nos preguntamos seriamente: ¿Podrá Dios perdonarme a mí? Hay algunos que ya no se lo preguntan, sino que se dicen a sí mismos con una tremenda seriedad: “Yo no tengo perdón de Dios”. Es la misma frase que debió decir Judas cuando vio que su traición le costó la vida a Jesús: “He pecado entregando sangre inocente”. ¡Muy bien dicho!.
Entró en el templo y arrojó 30 monedas en la cara de los sacerdotes y escribas. ¡Muy bien hecho! Judas todavía conservaba algo bueno. Esa frase y esas monedas fueron dos hechos grandes dignos de un buen hombre. Pero en ese momento en que pudo cambiar totalmente su vida, se atravesó en su mente una desesperada y terrible convicción: ¡No tengo perdón de Dios, no tengo perdón de Dios! Y fue y se ahorcó.
En vez de volver a ver a Cristo, a pedir perdón, nos vamos ahorcando poco a poco en la desesperación. Seguimos los mismos pasos y los mismos pensamientos: “He pecado muchas veces, ya no me puede perdonar Dios”.
Quizá también tiramos las monedas a la cara del demonio o de una persona, pero nos falta el paso más importante, el mismo que le faltó a Judas, el que salvó a Pedro: las lágrimas de arrepentimiento.
El error del traidor fue pensar que Cristo no lo quería perdonar, que era demasiado. Pero se equivocó. Aquella misma noche Cristo lo había invitado a su mesa, a cenar con Él. Le lavó los pies con delicadeza y lo llamó amigo en el mismo momento que lo vendía.
Pedro hizo algo más grave que Judas: renegó tres veces de Él, del mismo Dios, pero no desesperó; aquella mirada de Cristo se lo aseguró. Mientras Judas se suicidaba abriéndose las entrañas, así lo dice el Evangelio, el rudo pescador de Galilea lloraba como un niño a las puertas de la casa de Caifás.
Han pasado 20 siglos de historia desde aquel día. Han existido muchos seguidores de Judas y Pedro. ¿A quién de los dos prefieres imitar?
Confía en Dios y acertarás. Hace mucho tiempo que Cristo te espera. Es una cita de perdón, para decirte con un amor tan inmerecido como cierto: “Yo tampoco te condeno, ve y no vuelvas a pecar...”
Pedro y Judas representan a dos clases de hombres; todos pecamos como ellos: Judas vendiéndolo, Pedro negándolo. Pero Judas se ahorcó de un árbol y Pedro lloró confiadamente su pecado. Esa es la diferencia.
1 comentario:
Que hermosa reflexión, cómo la fe en el perdón puede cambiar tanto la vida. Como dicen, los actos pueden ser horrendos, pero el perdón no tiene límites. Algo que me impresiona siempre es saber que Pedro tb pecó gravemente aquella noche, pero conocía a Jesús, su amor y perdón y creyó en él; en cambio Judas no pudo creerlo...qué frágiles somos y cuán vulnerables somos de desconfiar en Dios. Que Dis nos libre siempre de la falta de fe y la Virgen nos acompañe para advertirnos y cuidarnos de los malos consejeros como lo son la autocompasión, los sentimientos de culpa, el pesimismo, el "perfeccionismo soberbio", el "conformismo convenenviero", que no nos dejan mirar alto...
Por más doloroso que parezca el camino de vuelta, es el mejor y al final de cuentas es el que trae mayor felicidad. Gracias
Publicar un comentario