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martes, 20 de mayo de 2008

Comunicación Oficial para ANE Bolivia

Pese a que esta nota tenía como destimatarios a los miembros de ANE Bolivia, por la importancia de las reflexiones de nuestro Director General y su aplicación práctica que nos enseña a ver siempre todo lo bueno y lo malo bajo la luz del Evangelio, publicamos la Comunicación Oficial.

Comunicación Oficial de la Dirección General

“Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos.” (Mt 5,16)

Paz y Bien a todos mis hermanos de ANE-Bolivia, un saludo cordial en el Señor.

He querido hacer un breve paréntesis en mis actividades cotidianas para escribirles un poco, y así compartir con ustedes algunas palabras que, espero en Dios Nuestro Señor, puedan ser de Gloria para Él y de alguna utilidad para nosotros, en este camino por el cual peregrinamos.

Quiero referirme, en primer lugar, a la “tristeza” que sentimos todos, en medio del 6º Encuentro Nacional de ANE-México, realizado en Monterrey, por no poder contar con la presencia de algunos de ustedes que, Dios sabe con cuánto esfuerzo e ilusión, se habían preparado para acompañarnos allí.

Me ha tomado un tiempo el poder discernir la misteriosa voluntad del Señor, que permitió que las cosas sucedieran de ese modo. He revisado, críticamente, lo que pudo haberse hecho mal; pero al unir la reflexión sobre este suceso, con el análisis sobre la deportación de la que fueron objeto nuestros hermanos coordinadores de ANE-El Salvador, el panorama se hizo más claro ante mis ojos.

Quizás no sea del conocimiento de todos ustedes –y por eso me detengo un momento a hablarles de ello- que nuestros hermanos que coordinan el trabajo del ANE en ese país centroamericano habían conseguido, con el apoyo gentil y decidido de su Obispo, Monseñor Favio Colindres, la donación de dos pasajes para concurrir al Encuentro del ANE en Monterrey: uno de la Embajada de China en San Salvador y el otro de la línea aérea TACA (Transportes Aéreos del Continente Americano), en la cual finalmente viajaron hasta el Distrito Federal.

De ese modo, los esposos Julio y Regina Portillo pudieron sortear la dificultad económica que se les presentaba de inicio para poder asistir a dicho encuentro; pero habiendo llegado ya al aeropuerto internacional de la Ciudad de México, al tomar conocimiento de que estaban concurriendo a un encuentro católico, las autoridades migratorias mexicanas les impidieron continuar el viaje, remitiéndolos, custodiados, a una sala en la que debían esperar hasta la salida del próximo vuelo para retornar de inmediato a su país.

Es difícil ponerse en el lugar de ellos y tratar de imaginar la desazón que habrán sentido, quizás un tanto similar a la que experimentaron algunos de ustedes (sentados todo el día en la acera de la Embajada Mexicana en La Paz, a la espera de una autorización que finalmente no salió); pero agravada, en este caso, por la dificultad que significa estar en un país extraño, en un aeropuerto desconocido, enfrentados directamente con la autoridad de quienes detentan en ese momento un poder real sobre su destino y les manifiestan franca hostilidad...

En ambos casos, los trataron de “mentirosos”, alegaron que la concurrencia a un evento religioso no era lo mismo que hacer turismo y les negaron la posibilidad de participar de ese encuentro; en ambos casos, el motivo fue el mismo, ¡GLORIA A DIOS!: Sufrieron persecución por causa del Evangelio.

Si toman debida nota de lo que les he escrito en el tercer párrafo de esta carta, se darán cuenta de que apunté la palabra “tristeza” entre comillas, porque la verdad es que, inmediatamente caí en cuenta de lo que estaba sucediendo, me llené de gozo en el Señor, pero era una inexplicable “complacencia” que, naturalmente, no podía compartir con nadie en aquel momento, y es que, sin proponérselo, mis hermanos del ANE se estaban haciendo partícipes de una bienaventuranza:



“Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. –dice el Señor: Bienaventurados ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así persiguieron a los profetas que vivieron antes de ustedes.” (Mt 5,10-12)

No he querido que esta comunicación fuese sólo para los quince hermanos de la comitiva que venía presidida por nuestro muy querido y venerado Monseñor René Fernández, porque siento la necesidad de que todos los hermanos de ANE-Bolivia puedan sacar el debido provecho de su vivencia, y de la experiencia de nuestros hermanos que coordinan el ANE en El Salvador.

He sabido, por los correos recibidos a lo largo de este tiempo, que a quienes les tocó dar testimonio en esta dura prueba, han podido sobrellevar la frustración del viaje con la entereza que Jesucristo nos ha enseñado. Dios querrá que, en Su tiempo, podamos estar juntos y glorificarle en un próximo encuentro.

También he podido pensar, a lo largo de estos días, que si Nuestro Señor permitió que algunos de los principales dirigentes de esta Su Obra en Bolivia sufrieran en primera persona la persecución, fue para prepararlos y fortalecerlos, pues bien conocemos la dificultad de las horas que se avecinan en nuestra querida Patria.

El Señor quiere que seamos la sal de la tierra y la luz del mundo, y que esa luz brille entre los hombres (Cfr. Mt 5,13-16). Bolivia necesitará la luz de la Esperanza para poder peregrinar a través del túnel por el cual sus líderes políticos la están haciendo transitar, y será muy necesario que USTEDES asuman la responsabilidad de consolar a Su pueblo y fortalecerlo por medio de la oración y el ejemplo.

Quiero aprovechar esta comunicación para comentarles que Monseñor Cristóbal Bialasik, nuestro querido Obispo de Oruro, había sido también invitado a acompañarnos en el Encuentro de Monterrey. Como bien saben, al ser polaco él no habría tenido necesidad de visa para ingresar a México. Sin embargo, puso en oración su asistencia, y pocos días antes del viaje, al retornar de la Asamblea de Obispos realizada en Cochabamba, en la cual se analizó la situación del país, me dijo en conversación telefónica, palabras más o menos, lo siguiente: “Dios sabe con qué gusto iría con ustedes, pero al hacerlo tendría que estar ausente de mi Diócesis justo el 4 de mayo, que será un momento muy difícil para Bolivia, y no puedo abandonar al rebaño que el Señor me ha confiado en esos delicados momentos...”

Sé que no hubiera sido necesario, por la alta estima que sentimos todos hacia él, y por el pleno conocimiento que tenemos de su abnegada dedicación y su celoso amor pastoral, que les comentara yo este asunto, pero dado que este es un mensaje testimonial en su conjunto, lo traigo a colación como un ejemplo del liderazgo apostólico que el Señor quiere que ejerzamos también nosotros, de la mano de aquellos a quienes Él ha puesto para que nos guíen.

No tengo más que decirles por ahora, muy queridos hermanos míos. Si el Señor me lo permite, estaré entre ustedes en el mes de julio. Mientras tanto, reciban un fraternal abrazo en los Sagrados Corazones de Jesús y de María, y mantengámonos unidos en la oración, para que el Señor nos fortalezca siempre.

Con inmenso cariño:

Francisco

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