Televisión en vivo de Catholic.net

viernes, 3 de abril de 2009

Aplicando el Evangelio: Domingo de Ramos

¿Cómo estaría el corazón de Jesús mientras montaba el burrito? Seguramente que se le agolpaban las ideas y las emociones. Por una parte, toda esa muchedumbre gritándole “Hosanna”, que quiere decir “Viva”, recibiéndolo como a un héroe, a un líder de la época, y Él, sabiendo que unos días más tarde, ese gentío cambiaría el “Hosanna” por el “¡Crucifícale!”.

Hombres, mujeres y niños que coreaban “Bendito el que viene en el nombre del Señor” mientras batían sus palmas y las ponían en el suelo al paso de burrito. Qué líder tan especial este Jesús, que sabiendo el recibimiento que le harían, elije un burrito, en lugar de un caballo, que le hubiera dado más realce, más altura, más imagen en ese desfile triunfal que molestaba tanto el alma de los fariseos y los escribas.

Es que Jesús aún en esos momentos de triunfo, buscó la humildad y la sencillez en cada uno de los actos de su vida. Él vino a enseñarnos la doctrina más sencilla, la más simple, aunque también la más exigente, porque el amor es exigente. Toda su vida, toda su enseñanza se concretaba en el amor, el amor puro, simple y total. Él sabía perfectamente que su condición divina lo colocaba infinitamente por encima de todos los hombres, sin embargo, por amor se hizo hermano del hombre, y siempre quiso mantener su enseñanza de que “el que quiera ser primero, que antes sirva a sus hermanos”.

El Domingo de Ramos nos motiva a meditar en nuestras propias vidas, en nuestra decisión de conversión. ¡Cuán fácil resulta ser discípulo, cuando se trata de tomar una rama de palmera y salir a la calle a participar de la fiesta, pero cuán difícil es mantenerse como discípulo cuando se tiene que cargar con la cruz camino al Calvario!

Cuán fácil es salir a caminar en la procesión, pero cuán difícil es tomar la decisión de visitar a un enfermo. Cuán sencillo es comprar una ramita de palmera, pero cuán difícil es acariciar a un niño de la calle. Cuán fácil es recorrer las 7 iglesias en compañía de familia y amigos, y cuán difícil es sentarse al lado de un anciano media hora en un asilo. No olvidemos, que el Domingo de Ramos es solo el comienzo, porque ahora, después de dos mil años, sabemos lo que viene después.

Jesús nos grita hoy: “No me dejes solo, acompáñame camino al pretorio, sujétame en el pilar de los azotes, ayúdame con la cruz que lastima mi hombro, límpiame la sangre que me ciega los ojos, ¡no me dejes solo apenas termine el desfile de Ramos, por favor! Piensa, que todo esto lo estoy pasando por ti…”

Procuremos durante esta Semana Santa, participar en cada uno de los ritos que nos ofrece la Santa Iglesia Católica, pero no como simples participantes del gentío que batía palmas, porque el enemigo de las almas no tardará en ejercer su oficio, para llevarnos al gentío del Calvario. Lo que él quiere, es que también nosotros cambiemos nuestro “Hosanna” por el “Crucifícale” que tanto le complace.

Esta Semana Santa, empezando por el Domingo de Ramos, procuremos participar en todos los actos, pero con una diferencia: Nos vamos a colocar al lado de la Virgen María. Nos vamos a tomar de su brazo, para acompañarla paso a paso, y así, al ver sus reacciones, al sentir sus emociones, al ver sus desmayos, al secar sus lágrimas, vamos a poder marcar a fuego en nuestros corazones todo lo que significa el drama completo del Calvario.

Estaremos con Ella sonriendo en medio de los discípulos en la entrada a Jerusalén, serviremos la mesa durante la última cena, sentiremos el terror durante la traición y la captura, y viviremos en su alma cada una de las torturas, golpes y latigazos, y luego contemplaremos a Jesús cubierto de sangre y coronado de espinas, exhibido al gentío en el Pretorio.

Con María Santísima seguiremos por las callejuelas del camino al Calvario, y su temblor y sus sollozos nos hablarán al corazón, contándonos la crudeza de sus dolores, su impotencia y su desesperación de Madre, y con ella nos uniremos a Jesús de alma a alma, dándole fuerzas, ternura y consolación.

Sintamos en nuestros brazos las contracciones de las manos de María con cada golpe de los clavos, y dejemos que sus lágrimas nos quemen el alma una tras otra, porque son lágrimas del ser más puro y tierno que Dios creó.

Y finalmente, pongámonos a su lado, cuando su Hijo amado le entrega desde la cruz la condición de Madre de toda esa humanidad que estaba crucificando a su verdadero Hijo.

Estemos seguros, que al llegar la mañana del Domingo de Resurrección, junto a María sentiremos de veras, que Cristo resucitará también en nuestro corazón, pero esta vez realmente vivo, glorioso y verdadero Rey que gobierne todos nuestros días, minuto tras minuto.

Si vivimos de esta manera esta Semana Santa, no será una más de las que ya pasaron sin dejar una verdadera huella que cambie nuestras vidas, porque ya nunca más seremos los asistentes anónimos y lejanos a los actos litúrgicos de cualquier día, sino que, habiendo compartido así de cerca en íntimamente con nuestra Madre María, mantendremos como Ella, vivos en nuestras almas, cada uno de los momentos que tuvo que pasar nuestro Salvador por amor a ti y a mí, y por obediencia a su Padre.

No hay comentarios:

Videos Provida: Película "Dinero con sangre"