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jueves, 10 de abril de 2008

Reflexión para el domingo IV de Pascua


La puerta del corral

Parecería ser una figura de dicción, cuando Jesús Nos dice en el Evangelio de este domingo: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud”. En este mundo actual de promesas incumplidas, de competencias descarnadas, de facilidades sin límite, nos hemos acostumbrado a pensar que las palabras de Jesús, se refieren al “posible, pero muy futuro” premio de la vida eterna en el cielo.

Y es verdad, así es, pero además, esas palabras tienen la virtud de hacerse una realidad palpable en esta vida también. Si, aquí y ahora, es posible llegar a la vida de paz y felicidad que aspiramos todos. Está al alcance de nuestras manos. Dicho de otra manera, toda la felicidad y la paz que fueron reservadas para nosotros, se desperdician día tras día, mientras corremos detrás de las quimeras que nos muestra la televisión como ideales de felicidad.

Para alcanzar la verdadera felicidad, basta con dejar de tomarla al asalto, algunos por las ventanas, otros agujereando los techos, y otros perforando paredes, porque solos no nos damos cuenta de que para ingresar a cualquier lugar, lo lógico es acudir a la puerta.

La de la vida en abundancia, aquella que colmará todas nuestras inquietudes, aquella de la que haciendo uso ya no tendremos sed, aquella por la que únicamente entra el dueño y sus ovejas, aquella que se nos dio en forma gratuita y únicamente por amor, ya se nos ha identificado en este Evangelio, “Yo soy la puerta”. Y sin embargo, seguimos aunque sea con disimulo, “por si acaso nomás”, mirando la ventanita esa que tenemos en nuestra sala o en el dormitorio.

Es hora pues, de abrir, cada uno de nosotros, esa puerta, pero aún así no basta. No es posible abrir la puerta, y cponseguir la felicidad como por obra de magia. El abrir la puerta, es sólo el primer paso. A partir de él, tenemos que escuchar la voz del Pastor, reconocerla, y seguir tras sus pasos.

La salvación, no es un punto inalterable, no es un lugar fijo e inmóvil. Es una camino, un proceso, en el que la única forma de no extraviarse, es seguir detrás de Jesús, nuestro Buen Pastor.

Así es, Él es el Buen Pastor. Los demás, son: “El ladrón (que) sólo viene a robar, matar y destruir”.

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Videos Provida: Película "Dinero con sangre"