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lunes, 21 de julio de 2008

El matrimonio puede ser visto como un contrato o como una alianza

Fuente: Catholic.net
Autor: Salvador Casadevall

Los contratos son revocables, se hacen a medida de la conveniencia de las partes. Vemos con frecuencia que los famosos que cambian con ligereza de cónyuge que ya fijan lo que le corresponderá a cada uno a la hora de separarse. Ya fijan de ante mano lo que cada uno se va a llevar: esto es un contrato.
Son dos personas se conocieron, se juntaron y convinieron algo.
Y el día que una de las partes o las dos por pura conveniencia, pueden decidir romper esta unión, a igual que se hace con cualquier contrato de cualquier índole.

Los que creemos que el matrimonio es una alianza, creemos que las alianzas no se pueden romper así como así.
Esto significa que cuando uno se casa no formula un contrato a medida, sino que entra en una institución. La institución del matrimonio.

Así como hubo una alianza entre el pueblo hebreo y Dios, entre Cristo y su Iglesia también la hay entre un hombre y una mujer, cuando deciden hacer un solo camino.
El mismo camino que emprendió el pueblo judío y la nueva Iglesia cristiana.
Un camino de hombre lleno de infidelidades.
Infidelidades, que si duelen pueden ser perdonadas.
Y en realidad, toda vida de hombre es un camino lleno de infidelidades perdonadas.

Hoy la prolongación de la vida lleva que uno, al casarse entre los 25 y 35 años, tenga por delante 50 años de vida conyugal.
A lo largo de esos años habrá muchas etapas, algunas quizás hasta programadas o esperadas o pensadas, pero también muchas imprevistas.
Cada cambio es etapa de una crisis.

Bienvenidas las crisis si son para crecer.
Crisis no significa necesariamente que se ponga en juego la estabilidad del matrimonio, sino la ocasión para repensar, reformular y reorganizar afectivamente una vida donde han ido ingresando los hijos: esos hijos crecen y llega un momento en que se van. Y volvemos a encontrarnos solos como el día que empezamos.
En el medio habremos tenido que practicar la humildad para perdonar y pedir perdón.

Dado que hoy se habla tanto del matrimonio como una alianza de amor, la gran pregunta que nos podemos formular es: ¿Qué es el amor?
Es un sentimiento, ciertamente, pero no es sólo un sentimiento.
Es una voluntad, ciertamente, pero no es solamente voluntad.

El amor es la fuente donde puede brotar un proyecto de vida en común, como cualquier proyecto de entrega incondicional, es el deseo con voluntad de amar que anida en el corazón.
Sólo cuando se llega al corazón, de donde nacen las decisiones más profundas que hacen a la vida, se palpa la realidad del amor desde el corazón.
Amor recibido y devuelto, o amor dado que nos viene de vuelta en un ir y venir que nunca se sabe el cómo empezó. Amé y recibí, fue y volvió.

Es entender que cuando uno está dispuesto y desea amar, está dispuesto a aceptar los lazos del amor: saber que cuando yo contraigo matrimonio me enlazo con alguien, cuando engendro hijos me hago servidor de ellos. Responsable de ellos.
El eje de la felicidad de los hijos pasa por tener un papa y una mama que se quieren y que los quieran y los cuiden.
La peor de las carencias es la ignorancia. Es la ignorancia de saber esto.
Comprender tarde es no comprender.

Hay muchos tipos de amor, pero todos hilvanados por un mismo hilo conductor.
Decirle a alguien “te amo” no es lo mismo que pensar “te deseo” o “me siento atraído por ti” aunque el deseo y la atracción existan.
El verdadero camino del amor inteligente es el que desde un enamoramiento inicial se profundiza y crece para lograr la convivencia de a dos..

En el hacer un sólo camino hay un verdadero enjambre de estados de ánimo; sentirse absorbido, estar encantado, dudar, tener celos, desear físicamente, percibir las dificultades de entendimiento, decepcionarse, volver a entusiasmarse, volver a reconciliarse, volver a querer, volver a empezar.

Recuerdo que una vez le pregunté a mi amigo Monseñor Domingo Castagna que debía hacer uno cuando el amor se acaba. Y él con su cara de santo, los amigos ya lo hemos santificado, me contestó sonriendo: Salvador, hay que volver a empezar, hay que volver a amar.
Ya lo saben, cada vez que haya un distanciamiento, hay que volver a empezar.

El hombre, como animal que es, es un permanentemente descontento, a veces se calma, pero la más de las veces, siempre quiere más.
Por eso el conocimiento del amor le conduce poco a poco hacía lo mejor,
El amor es lo más importante de la vida. Mueve todo.

Aprender a amar con la razón es recuperarse del primer deslumbramiento.
Es pasar de un puro sentimiento, a un caminar con el otro, creando y viviendo una historia propia.

Sentimiento y razonamiento irán juntos para siempre.
Ambas cosas ayudaran a entender y superar sus diferencias, ya que están decididos a convivir.

Ya que están decididos en hacer un sólo camino.
Dos formas personales de ser, pero un sólo camino.

Cada uno seguirá siendo como es, pero irán tomados de la mano haciendo un solo camino.

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