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viernes, 7 de mayo de 2010

Meditando el Evangelio

Publicamos una colaboración de nuestro hermano Jesús Lavín de ANE Ciudad Victoria, que si bien corresponde al domingto anterior, vale la pena tomar en cuenta por su calidad y por ser producción propia del ANE.

V Domingo de Pascua

“Cuando Judas salió del Cenáculo, Jesús dijo: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.» «Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; Y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos».

Palabra del Señor/ Gloria a ti Señor Jesús.

Esta vez nos concentraremos en el mandamiento nuevo de nuestro Señor ¡Ámense los unos a los otros!, pero ¿cómo amarnos, qué debemos hacer de extraordinario que otros no hagan? Nuestro Señor dijo que en esto reconocerían los demás que somos sus discípulos. Y ¿Cómo nos distinguiremos de los demás como para que al vernos digan “Mira como se aman”? Dice el Santo Padre Benedicto XVI que la Buena Nueva es la Comunión del Espíritu Santo que nos une con la Santísima Trinidad y con nuestros hermanos, alejándonos así de la soledad, por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo y el Amor del Padre (a lo largo de estas referencias seguiremos la Catequesis de su Santidad Benedicto XVI en su catequesis del 29 de marzo de 2006).

Recordemos el saludo del Apóstol Pablo a las comunidades, que es el saludo inicial del sacerdote en cada Santa Misa: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes” 2 Cor. 13, 13.- En esas palabras encontramos que por el Amor del Padre, por la Gracia del Hijo se logra la Comunión con Dios Trino y Uno y a su vez con los demás hermanos por el Espíritu Santo.- Agrega el Papa que desde los inicios de la Iglesia se insta a las comunidades a permanecer unidos en el amor y en el espíritu y nos remite a la siguiente cita: “Si dan algún valor a las advertencias que hago en nombre de Cristo, si pueden oír la voz del amor y quieren hacer caso de la comunión que existe entre nosotros por el Espíritu Santo, si hay en ustedes alguna compasión y ternura, les pido algo que me llenará de alegría. Tengan un mismo amor, un mismo espíritu, un único sentir y no hagan nada por rivalidad o por vanagloria; al contrario, que cada uno humildemente estime a los otros como superiores a sí mismo. No busque nadie sus propios intereses, sino más bien el beneficio de los demás” Filipenses 2:1-4.- Con estas citas se nos van aclarando las respuestas a las preguntas planteadas en el párrafo anterior al recomendársenos conductas concretas para permanecer en esa necesaria unidad dentro de una comunidad. Así sí que los demás dirán: ¡Mira cómo se aman! Claro, si al actuar en comunidad no hacemos nada por rivalidad o por vanagloria (vanidad), no buscamos que los demás nos vean mejores que ellos y que los otros; si al contrario, vemos en los otros sus mejores cualidades para estimarlos (humildemente) superiores a nosotros mismos, seremos signos del amor de Cristo; Aclaremos que también nos debemos estima a nosotros mismos, pero con prudencia (como adelante veremos en San Pablo). Finalmente se nos recomienda no buscar la satisfacción de nuestros propios intereses sino más bien el beneficio de los demás. Obvio que de hacer esto los que nos vean dirán ¡miren cómo se aman¡

En la catequesis citada, el Santo Padre nos señala el Evangelio de San Juan como el que trata con más intensidad esa necesaria comunidad con la Trinidad y con los hermanos y cita: “Para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado Jn 17, 20-22.- De esta manera el Papa nos insta a reflexionar en la necesidad de tener un solo sentir, un solo pensar, un solo amor. Que nos hagamos uno con Dios y con los hombres ¿cómo? Decimos nosotros: Renunciando cada uno a hacer su voluntad para únicamente hacer la Voluntad de Dios. Y nos surge otra pregunta ¿nosotros podremos hacerlo solos, sin ayuda? Es obvio que Robinson Crusoe no tenía dificultad alguna en amar, pues antes de la llegada de Jueves estaba solo, pero al entrar en comunión con otro inician los problemas, las desavenencias, entonces ¿qué hacer cuando surgen problemas en torno a la vida social? Antes de recordar Evangelios y Cartas de San Pablo, sigamos con la catequesis del Santo Padre quien abunda en el pensamiento de Juan Evangelista respecto a la unidad, a la comunión de los fieles con Dios y con los hombres: “Esta vida de comunión con Dios y entre nosotros”, dice el Papa, es “la finalidad propia del anuncio del Evangelio, la finalidad de la conversión al cristianismo”. “Lo que hemos visto y oído, se lo anunciamos, para que también ustedes estén en comunión con nosotros, con el Padre y con su Hijo Jesucristo” 1Jn 1, 3

En la catequesis del comedor, una de las hermanas asistentes, doña Lupita, nos recordó otra cita de San Pablo: “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. En virtud de la gracia que me fue dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual. Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros. Pero teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza, enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad. Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraídos más bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia sabiduría. Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres: en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la Cólera, pues dice la Escritura: Mía es la venganza: yo daré el pago merecido, dice el Señor. Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” Romanos 12, 12

Recordemos parte del Sermón del Monte: Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes". … ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo", tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano. No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca. ¿Por qué ustedes me llaman: "Señor, Señor", y no hacen lo que les digo. Lc 6, 27-47

Como afirmamos antes, nuestras respuestas están en la Sagrada Escritura. ¿Podemos solos?

El Santo Padre Benedicto XVI nos va recomendando cómo se nos facilitará la unión con la iglesia en el Espíritu Santo con varias citas como las siguientes respecto a la necesaria alimentación espiritual, para tener un mismo sentir, un mismo amor, un mismo espíritu: “Les hablo como a personas inteligentes; juzguen ustedes mismos lo que voy a decir. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es una comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es una comunión con el cuerpo de Cristo?. Como uno es el pan, todos pasamos a ser un solo cuerpo, participando todos del único pan 1 Cor. 10, 15-17.- Participemos pues con frecuencia de la Eucaristía, pues la Gracia de Nuestro señor Jesucristo se os comunica a todos por igual, nos iguala, nos hace uno. Pero ¡cuidado!, no pensemos que somos cristianos por el cumplimiento de estos o aquellos preceptos. Pongámonos un examen ¿alguna vez he escuchado a otros que digan respecto a nosotros, en nuestra familia, en nuestro matrimonio, en nuestra Casita de Oración “Mira como se aman”? San Juan nos dice “Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado” 1 Jn 6-7

Aprendamos a hacer renuncias en nuestra vida que nos dan comodidades, que nos permiten vivir placenteramente, para en su lugar dar algo de nosotros, nuestro tiempo, nuestros dones, nuestros esfuerzos, poniéndolos al servicio de la comunidad, y en particular de los más necesitados. Hagamos algo por nosotros mismos: Oremos, leamos las Sagradas Escrituras y participemos de los Sacramentos. Estimemos las cualidades que cada uno de nuestros hermanos ha recibido de Dios.

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