Televisión en vivo de Catholic.net

viernes, 10 de abril de 2009

¡Ha muerto!

¡Ha muerto!

Como lo propusimos al comenzar nuestras reflexiones sobre Semana Santa, hoy Viernes Santo, nos ubicamos en nuestro sitial de privilegio. Estamos al lado de María, Madre de Dios y Madre nuestra. En un acto de amor filial impotente y dolorido, pongámonos de rodillas junto a Ella.

En un silencio respetuoso, contemplemos el cuerpo deshecho de Jesús colgado del madero. Meditemos sobre los móviles que lo llevaron a entregar su vida en semejante forma. ¡Cristo ha muerto en la cruz!

Que este silencio que les proponemos, sirva para repasar uno a uno los momentos vividos por el Hombre que no hizo otra cosa que dar y predicar amor.

Preguntémonos (a nombre de toda la humanidad): ¿Qué hemos hecho con nuestro Dios? ¿Hasta dónde puede llegar la ceguera cruel del ser humano? ¿Qué más se puede esperar de los que orgullosamente nos nombramos como “reyes de la creación”, “especie superior de la tierra”?

Quizá lleguemos a la conclusión “científica” de que fue producto de la mentalidad atrasada de esa época, quizá lleguemos a conformarnos concluyendo que el hombre siempre ha sido así, y que la naturaleza es cruel, o que fue la consecuencia de haberse estrellado contra el poder político de la época. Cualquier cosa se puede decir; basta encender la televisión, abrir cualquier periódico, ir a cualquier librería, o navegar en la red, pero hablando en serio, y en el secreto del corazón de cada uno siempre surgirá un grito desgarrado de dolor por la estupidez y el orgullo del hombre, y queda invariablemente en la boca el sabor amargo de la injusticia y el horror.

Contemplemos en silencio… Los invito a detener la lectura por un minuto. Miremos a Jesús en la cruz.

Pero ya han pasado 2000 años desde ese aciago y a la vez maravilloso día en el que Jesús de Nazareth, el Hijo de María y José, el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios, entregó su vida en manos de su Padre luego de cumplir en su totalidad la misión que Él le había encomendado: Salvar a la humanidad.

Él mismo lo dijo en sus últimos alientos: “Todo está consumado”, que llevado al lenguaje de nuestro tiempo significa: Misión cumplida. Jesús cumplió a cabalidad. Todo lo que de Él se había profetizado, se llevó a cabo. No se ahorró ni un ápice de dolores, humillaciones y vejaciones hasta lograr abrir para el ser humano las puertas del paraíso que Adán había cerrado muchos años antes.

Todo nos lleva hoy a pensar en dolor y llanto. Sin embargo, las primeras palabras de la liturgia de hoy, al mismo tiempo de prepararnos para el drama del Calvario, nos abren la esperanza de que las profecías que se cumplieron, sólo fueron pasos de algo más profundo, de un final feliz: “Ahora llega para mi servidor la hora del éxito; será exaltado, y puesto en lo más alto. Así como muchos quedaron espantados al verlo, pues estaba tan desfigurado, que ya no parecía un ser humano así también todas las naciones se asombrarán, y los reyes quedarán sin palabras al ver lo sucedido, pues verán lo que no se les había contado y descubrirán cosas que nunca se habían oído”. (Isaías 52:13-15)

Es inevitable que como los apóstoles nos quedemos mudos y perplejos ante la figura de Jesús muerto en la cruz, pero se queda en nuestro corazón la esperanza segura, de que para el amor no existe la muerte. Él se levantará, Él saldrá de lo profundo de la tierra, y será coronado de gloria y majestad para que a su nombre toda rodilla se doble en el cielo y la tierra.

Esa promesa, que también se cumplió hacen dos mil años, y que pasado mañana festejaremos con alegría y gozo, también se aplica al presente, y con la misma seguridad.

Para el mundo de hoy, Cristo está muerto. Millones que lo niegan, en países que evangelizaron el mundo, hoy se debate sobre la mejor manera de matar a niños y enfermos “improductivos”, líderes de naciones, que orgullosamente dicen que la Iglesia se equivoca porque el paraíso no está en el cielo, sino que ellos están construyéndolo en la tierra, miles y miles de escuelas y oficinas donde se considera un insulto colocar un crucifijo porque “ofende”, ejércitos que se congratulan por haber perdido la grandeza de un soldado de rodillas encomendando su vida a Dios, millones incontables de hombres y mujeres que diluyen la Semana Santa bronceando sus cuerpos semi desnudos en las playas…y así, un sin fin de escenas (cada uno de ustedes podría aumentar algunas cosas más)…que seguramente vio Jesús desde lo alto del Calvario, y que lo llevaron a gritar “Dios Mío, Dios Mío, ¿Porqué me has abandonado?”

Pero Cristo regresa de la tumba, y eso sí que es definitivo. Esperemos un poco más. Dios está vivo, y Él sabe muy bien, que cada corazón humano ansía y busca la paz y la felicidad, aunque ande corriendo por el fango del pecado y la banalidad, y si Jesús aún no pierde las esperanzas, si Jesús aún necesita de nuestro concurso para llevar amor y aliento a todos los demás, ¿Podríamos negárselo, precisamente hoy?.

Ánimo, ¡Él resucitó!

No hay comentarios:

Videos Provida: Película "Dinero con sangre"