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sábado, 2 de mayo de 2009

Los corderos del Buen Pastor

El 1 de mayo de 1999, Monseñor René Fernández Apaza firmó el Decreto Arzobispal mediante el cual aprobaba la Constitución del Apostolado de la Nueva Evangelización (ANE), dando vida a esta Obra de Dios, que desde entonces, como una especie de nueva Cenicienta, viene formándose, creciendo y asentándose poco a poco en más de veinte países del mundo.

Han pasado diez años, que seguramente para nuestros fundadores son un tiempo larguísimo de vida. Son diez años de batallas, de pérdidas y de ganancias, de alegrías infinitas y de angustias estremecedoras, son diez años duros pero maravillosos en los que todos juntos estamos aprendiendo a conocer y entender el amor de Dios con todas sus bendiciones y también estamos aprendiendo a amar a nuestros hermanos tal como el Señor nos lo pide con la guía amorosa y sabia de la Iglesia Católica.

Cuántas comunidades tenemos hoy, que comenzaron con un pequeño grupito de cuatro o menos personas orando en una casa, y hoy son comunidades que para reunirse necesitan rentar enormes espacios verdes, siempre con la mirada puesta en Cristo, siempre formándonos, siempre tratando de mantenernos bajo la protección de nuestra Madre María.

Providencialmente, la lectura del Evangelio de esta semana, nos muestra a Jesús diciendo que Él es el Buen Pastor, el que reúne a sus ovejas, el que conoce a cada una de ellas, el que las condice a su redil, y que da la vida por ellas.

Nuestro redil (la Santa Madre Iglesia Católica), es el lugar donde hemos llegado luego de haber escuchado de muchas maneras la voz de nuestro Pastor. Él es quien nos llamó a congregarnos en esta Obra nacida de su Corazón y del Corazón de su Madre Santísima, y aquí nos encontramos, reunidos hoy en tantas partes del mundo, trabajando en nuestra conversión y en el servicio de nuestros hermanos, que dicho de otra manera se puede expresar: Escuchando la voz del Pastor y entrando por la Puerta que es Él mismo, que nos abre las puertas de la gracia que se derrama con tanta abundancia en su Iglesia, su Cuerpo Místico.

Es bueno meditar recordando todos estos años, mirar cómo la Obra va creciendo, aunque muchas veces más lentamente de lo que quisiéramos, pero seguramente conforme a los que el Buen Pastor lo desea. Es bueno recordar a tantos hermanos que llegaron hambrientos y sedientos, y hoy son pastores de otros hermanos, llenos de amor y tratando día a día de vivir el Evangelio, de amar y de atender a tantas necesidades con la que el mundo nos golpea en estos días.

También es bueno recordar a otros hermanos, que por muchas causas, se alejaron de nuestra comunidad, algunos buscando su vocación en otras comunidades, y otros que no pudieron superar las ataduras que los atormentaban desde antes de conocer nuestra comunidad, y que hoy deben ser motivo especialísimo de nuestras oraciones, sobre todo porque ellos dejaron en nuestros corazones parte de si, parte de sus vidas y de su amor, así como ellos se llevaron parte de los nuestros. Dios los bendiga.

Somos ovejas de rebaño, y nuestra condición de corderos no debe ser olvidada nunca. El objetivo permanente e inalterable de nuestra vida, es el convertirnos en Cristo. Vivir el Evangelio que Dios nos da cada día como alimento en su Palabra, hasta encarnar en lo más íntimos de nuestro ser a Jesús, hasta que llegue el día en que digamos con Pablo: “No soy yo, es Cristo que vive en mí.”

Este pensamiento es el que nos lleva a la condición del cordero. Aquel que entregó su vida voluntariamente por sus hermanos, nos pide hacer lo mismo, y gracias a su bondad infinita, ese entregar nuestra vida no significa necesariamente el tener que subir físicamente a una cruz, sinom también regalar unos minutos de tiempo, un poco de amor, compañía, atención, delicadeza y respeto.

Somos corderos, y la maravilla es que cada uno de nosotros es un corderito especialmente amado por nuestro Pastor. Tan amados, que ni siquiera fue necesario que nosotros lo buscáramos, sino que fue Él el que primero nos amó hasta la locura, nos buscó, nos llenó de sus gracias, y ahora amorosamente nos guía con tanto cuidado, con tanta delicadeza, y a veces con tanto dolor.

Qué maravilloso Pastor tenemos ¿verdad? Sabio, tierno, amoroso, dulce, providente, abundante y misericordioso.

Oración

Amado Jesús, nuestro Buen Pastor, no dejes de mirar a este tu rebaño, que camina por el mundo confundido y bajo el acecho de los lobos que aúllan sin cesar, disfrazando sus aullidos con cantos de placer y tentación. Mantennos siempre unidos a ti y entre nosotros, mostrándonos el camino seguro hacia Ti No permitas que dejemos de escuchar tu voz, que es nuestro más seguro sendero. Ayúdanos a mirarte en el altar de la cruz, donde siempre podremos encontrar la expresión de tu amor hecho obra. Permítenos tomar la mano de nuestra Madre María en lo alto del Calvario, y con Ella amarte cada día más, servirte en nuestros hermanos y, como un buen rebaño, mantennos juntos, unidos y seguros en torno a Ti Amén

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