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sábado, 21 de noviembre de 2009

Meditando el Evangelio

El Rey del Universo

Una vez dijo el Evangelista San Juan (Jn. 20:30), que si se escribieran todas las cosas que Jesucristo hizo, no cabrían en el mundo todos los libros que se escribirían. Es una aseveración fuerte ¿Verdad? Sin embargo, a medida que vamos meditando en la Pasión de Cristo, vamos viendo la veracidad de esas palabras, y vamos descubriendo en el día a día la inmensidad, la altura, la anchura de ese corazón que, estando desde siempre en el gozo infinito del cielo, decidió un día tomar la pequeñez de la carne y enseñar a los seres humanos la verdad de Dios, mediante su propio martirio en la cruz.

Podríamos solazarnos analizando los pormenores del juicio, ver por ejemplo la extrema corrupción de Pilato como representante de la justicia del más grande poder político de la época, ese venal juez, que pese a admitir la inocencia de Jesús, lo condena a muerte.

Podríamos también detenernos a ver a las autoridades judías retornando a sus casas con el alma impregnada de la hediondez de su miserable triunfo, ocultando sus ojos hasta de si mismos, y tantos otros detalles, tantos otros personajes de esos momentos que sellaron la grandeza del corazón de Cristo y la salvación de las almas.

Pero la Iglesia nos propone hoy festejar a nuestro Señor como Rey del Universo. Terminar este ciclo “B” del calendario litúrgico reconociendo la supremacía del carpintero de Nazareth, como aquel que recibió “todo el poder sobre el cielo y la Tierra” (Mt 28:18), y de esa manera poder comenzar el próximo ciclo “C” con el tiempo de Adviento en preparación para recordar el nacimiento del Salvador.

¿Qué significa el título de Rey del Universo para el ser humano del siglo XXI?

Desde los días de Jesús hasta hoy, muchas cosas han cambiado. Todo el entramado social, político y económico podría calificarse por lo menos, como “diferente”, distinto, y en muchos aspectos, hasta contrario a lo que se vivía en tiempos de Jesús.

Por eso, pensamos que para la percepción del hombre de hoy, el título de Rey del Universo puede ser entendido de manera que en esos días, y por eso nos detenemos a, con el auxilio del Espíritu Santo, aplicar ese concepto en nuestra vida hoy, aquí y ahora.

Una de las características de la sociedad occidental de estos tiempos, es la búsqueda (podríamos llamarla ansiosa), de encontrar la paz interior. La gente se entrega con especial entusiasmo a sectas, magos, adivinadores, gurús, meditaciones, mantras y mil cosas más, tratando de encontrar un “algo” que nos tiene insatisfechos y ansiosos, que intuimos pero no llegamos a identificar, pero cuya ausencia no nos deja de molestar.

Hoy, que el mundo se convirtió en la famosa “aldea global”, estamos demasiado lejos del fin para el cual Dios creó al ser humano: Dominar la creación. El ideal que busca el ser humano, se identifica con una palabra: “ganador”, y es eso lo que se busca a toda costa.

Nuestros padres fueron educados con el objetivo de llegar a ser “un buen hombre, o una buena mujer”. Pero hoy eso se cambió por el ganador, y todo aquel que no es ganador, es calificado como un “perdedor”, estigma que lo coloca a uno de inmediato como a una especie de sub hombre que no es útil a la sociedad.

Y es muy importante partir de esta palabrita, porque ella es la base sobre la cual se asienta el actuar de esa persona el resto de su vida.

Ganador es aquel que consigue lo que se propone, aquel que no se detiene ante nada para lograr sus objetivos personales, es el que llega a ser el líder, el jefe, el que tiene el mando y el poder, es como su nombre lo indica “el que gana” a los demás.

Insensiblemente, en los últimos años la sociedad ha ido dejando de lado conceptos que fueron los que hasta hacen solamente 20 años eran la base de las relaciones humanas, y que ahora ni siquiera se mencionan.

La familia como base de la sociedad, la jornada de trabajo de 8 horas, el puesto de trabajo seguro y protegido, la educación moral de la niñez y la juventud, la vida de barrio como forma de crear amistades de toda la vida, el respeto mutuo como consecuencia del respeto a si mismo, la “palabra de honor”, la autoridad de los mayores dada su mayor experiencia… y un sin fin de valores que hacían de la vida algo seguro, y del futuro algo deseable, han desaparecido.

El “ganador”, debe tener como único fin, llegar primero y más arriba, aunque para ello deba comenzar por olvidarse de su familia. El “ganador” no tiene amigos, sino únicamente herramientas temporales. El ganador no pierde su tiempo escuchando las minucias de los niños, contrata “nanis” para que los “cuiden”, o los llevan a la guardería para que los atiendan otras madres que a su vez dejaron a sus hijos en otras manos.

El ganador, no puede hacer peligrar un buen negocio por atender a los ancianos que desgastaron sus vidas para hacerlo un ganador. Para eso están los asilos, los hospitales, la soledad, el silencio o en último caso, “una muerte digna” en manos de un médico (también ganador)

El ganador no puede darse el lujo de arriesgar su triunfo por un niño que no esperaba, y que exigirá tiempo, cuidados y que hasta podría desmejorar su físico. El ganador prefiere esperar a cuando sea cómodo, y mientras tanto (como el ganador no puede sacrificar nada), es preferible dejar que algún médico (también ganador), lo triture, lo queme o lo asfixie dentro del vientre creado para protegerlo y darle vida.

El ganador debe tener una casa con el mayor lujo posible, una cantidad respetable de autos, una servidumbre adecuada y ropa de marca, también fabricada por otros ganadores. De su casa deben salir muchos tachos de comida inservible, muchos trajes “demasiado vistos”, que alimentarían sin problemas a tantísimos “perdedores” que nacen y mueren sin conocer la sensación del estómago lleno y la caricia de una mano amiga.

Seguramente cada uno de los lectores puede enumerar varias características mas de nuestra “cultura” de hoy, tan “avanzada”, tan “progresista”, tan “moderna”, y a continuación hacerse muy en serio esta pregunta: ¿Es para ti Jesús el Rey del Universo?

Jesús nunca pensó en los ganadores ni en los perdedores. Jesús pensó siempre en el hombre y la mujer de bien, aquellos que tienen tiempo para todo, aquellos que saben reír y también llorar, aquellos que saben perder cosas para beneficiar a otros, aquellos que dan lo suyo sin esperar ganancia, aquellos que llaman a los demás sus hermanos.

Pero también es bueno no quedarnos en los extremos, ni pensar que todo aquel que gana algo está lejos del bien, ni que aquel que fracasa en su vida es por ser buen cristiano.

El reinado de Jesús en el Universo, debe comenzar por el interior de cada uno, y eso significa que: si acepto a Cristo como mi Rey y Señor, debo aceptar, practicar y vivir sus reglas, no las mías. Se trata de matizar todo en busca de un equilibrio de justicia, se trata de armonizar desde adentro hacia fuera, o sea, se trata de adoptar los valores que Él nos mostró como verdaderos con su vida, su pasión, su muerte y su resurrección.

En última instancia, y ante la posibilidad de elegir hoy hacer un cambio de vida, quizá sea bueno que por hoy nos quedemos con un pensamiento: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” significa ser el único, el máximo y el definitivo ganador en esta lucha que se inició con Adán y Eva.

Jesús, Rey del Universo sí es ganador, y nos espera a ti y a mi para que nos unamos a su equipo junto a muchísimos otros ganadores de la vida: Agustín, Francisco de Asís, Juan Pablo II, Madre Teresa, Catalina de Siena y tantos otros que sí ganaron todo, aunque a veces aparentemente perdieron algo antes ¿no?

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